En el teatro del absurdo del Emperador estaba la idea de comprar un país que no está en venta pues su dueño, Dinamarca, había preparado una visita de estado con toda la pompa incluida la reina para recibir al invitado. Bueno es recordar que las monarquías se toman muy en serio la llegada de un jefe de gobierno. De pronto y sin discreción alguna el visitante lanza la idea de adquirir parte de un territorio, un asunto que no estaba en la agenda.

Lea también: “A pesar de todo, me levanto”

La respuesta de las autoridades del país en cuestión fue enfática: “Groenlandia no está en venta”. Entonces, el Emperador entra en cólera y decide cancelar todo diciendo que como no logra cerrar el negocio de la tierra y el territorio al que aspira “comprar”, no ve razón para la visita de estado. También es oportuno insistir que el Emperador se auto proclama el maestro de los negocios de bienes raíces no importa el método y las condiciones de negociación.

Cualquiera podría pensar que esto es algo salido de las sagas de la Edad Media. Pues no, hace parte del presente entre Trump y la reina de Dinamarca. Una disputa que comienza nada más y nada menos que en la mente del presidente de los Estados Unidos, condicionando la visita a un país aliado a que el otro acepte la entrega de una parte de su terruño. No debe sonar extraño pues el Emperador no deja de sorprender por su forma de ver el mundo como si fuera suyo.

Lograr la posesión de Groenlandia tiene unas implicaciones tanto económicas como geopolíticas. La isla posee un tesoro representado en metales de tierras raras, una categoría cuya explotación y exportación es dominada por China. Desde el punto de vista la seguridad nacional, los Estados Unidos mantienen un puerto en aguas profundas en la base aérea de Thule, en la costa noroeste de ese país y que hace las veces de vigilancia con misiles. China el eterno rival, ha intentado infructuosamente poner pie en la isla.

El Emperador no es el primer presidente en buscar la compra de Groenlandia, teniendo en cuenta que Harry Truman también fracaso en ese intento en 1946. Hubo otros en circunstancias diferentes que lograron adquirir territorios: Thomas Jefferson hizo posible la “Compra de Luisiana” con Francia en 1803. Andrew Johnson se hizo a Alaska en 1867 y Woodrow Wilson le arrebató a Dinamarca en 1917 la que en su momento se llamaron la Indias Occidentales Danesas y ahora Islas Vírgenes de los Estados Unidos.

El Emperador olvida que los tiempos en que los imperios hacían y deshacían es historia. La Primer Ministro de Dinamarca lo dijo muy claro: es una idea “absurda”. “Groenlandia no está en venta. Groenlandia no es danesa. Groenlandia pertenece a Groenlandia. Y con fuerza espero que esto no se tome seriamente. Afortunadamente, la época en que se compraban y vendían países y poblaciones enteras ya pasó. Dejémoslo ahí”.

Le puede interesar: Ricky, te botamos

Al Emperador como es costumbre no le gustaron las palabras de la Primer Ministro llamándola “asquerosa. Usted no le habla a los Estados Unidos así. Al menos bajo mi mandato”. Atrás quedaron las vallas publicitarias en las que se llamaba “socio, aliado, amigo”. En el reino del Emperador cualquier absurdo es posible.