La crítica de Música Olga Elena Mattei comparte su visión del reciente concierto Carmen, realizado por la Orquesta Sinfónica de Antioquia en el Teatro Pablo Tobón, como inicio de su temporada 2017, bajo la dirección del maestro Adrián Chamorro.
Adrián Chamorro era, en los años sesenta, un muchacho de Bogotá, de 13 años, que estudiaba violín y que vivía con su tía, la violista de la Sinfónica de Antioquia, Olga Chamorro, (q.e.p.d.). Después de sólo 4 años aquí, se va a estudiar violín en Rusia y cuando termina, se queda en París.
Forma un conjunto de cámara y lo dirige; son excelentes, en pocos años están tocando en los teatros más importantes de la "Ciudad Luz".
Yo vivía en Nueva York, y un día escuchaba la emisora clásica más importante de la ciudad, cuando van anunciando una obra de Rameau, dirigida por ¡Adrián Chamorro! Aunque estaba sola, el grito de sorpresa y alegría que me escuché...pudo oírse en Medellín.
Han pasado 47 años, y durante este lapso, Chamorro, el niño violinista, se convirtió en el maestro Chamorro, director de orquesta. Una y otra vez viajó a distintos países para lograr que famosos directores le dieran clases maestras personales durante repetidas temporadas.
Ahora lo tenemos en Colombia, con el nombramiento de director de la Orquesta Sinfónica de Cali, y en especial, con la invitación para dirigir, dentro del Año Colombia-Francia 2017. La semana pasada escuchamos el concierto de apertura de temporada de la Sinfónica de Antioquia, la orquesta juvenil que claramente se lució con su perfecta ejecución.
Desde los primeros momentos y movimientos quedamos sorprendidos por la dirección enérgica y amplia. Gestos exactos, claros, significativos. Primero, escuchamos dos oberturas de obras de Rameau, y en medio un solo de clavecín del mismo compositor. Lástima que la acústica es muy pobre. Siempre he dicho que en este Teatro el intérprete que desea ser oído debe colocarse al filo de donde quedaría el telón de boca. A seis pies del borde del escenario. Si hubieran ubicado el clave enfrente y no al centro, hacia el fondo, se hubiera escuchado, y también se hubiera visto. Claro está que en música lo importante es el sonido, pero en concierto, también importa la visión: se trata de un espectáculo. La clavicembalista, Maude Gratton, tocó con serenidad y limpieza, bien dentro del estilo interpretativo francés de la época de Rameau. Lo mismo se notó de la entrega orquestal de las dos oberturas de Rameau, que palpitan con el ritmo musical de su siglo XVIII.
Nuestro director es especialista en la interpretación de la música del período Barroco, lo que es obvio al atender estas piezas. Y la orquesta en sus manos se siente excepcionalmente bien acoplada.
Y pasamos a la Sinfonía No 82 "El Oso", de Joseph Haydn. ¡Muchísima más energía! Gran expresión de las cuerdas altas, contra-atacadas por la seguridad imperativa de las cuerdas bajas. A tramos, notas de acento delicado y juguetón. El director hizo que se destaque claramente este contraste. Resultó fascinante la energía impositiva que le imprime su gesticulación plena de impulso y significado. Es una manera de dirigir que yo jamás había visto. Es obvio que se trata de un director sui-generis.
En el segundo movimiento, se presenta un compás aún más penetrante. Pero se logra que la gracia de la melodía alcance a sobresalir junto con el compás. En las mentes, los asistentes estamos danzando.
Adrián Chamorro el Director, es un tejedor de música.
El tercer movimiento, es un Minueto. Definitivamente nunca he escuchado y visto dirigir a Haydn de manera tan exacta y deliciosa. En el Finale, Vivace, logra extraordinaria energía con un lenguaje alerta y entusiasta. Más volumen y también más virtuosismo en las dificultades de las frases de cada instrumento. Los jóvenes de esta orquesta están demostrando que son capaces de gran lucimiento. Y es notoria la cohesión entre una sección instrumental y otra. Los pasajes heráldicos espléndidamente proclamados, con el respaldo de la percusión para un gran finale.
Tras el intermedio, el maestro Chamorro se convierte de nuevo en violinista emérito, aunque además, aún va a liderar, ahora, el conjunto de cámara que forma con los 4 invitados de la Orquesta de los Campos Elíseos de París. Violín, oboe, fagot, chelo y teclado: un cuarteto, con clavecín. Lo que sobresale en la versión de este conjunto es su purismo, en la manera de emitir de los vientos, en el acento de las cuerdas y el énfasis en el ritmo. En cuanto el clave, aunque lo trajeron adelante, aún no lograron ubicarlo afuera del marco del escenario y no se podían oír bien los detalles de la ejecución como para comentarlo.
Y finalmente, la obra cumbre de la noche: y sí, es Carmen, de Bizet... pero en las versiones para orquesta acopladas por Ernest Guiraud, amigo de Bizet, después de su muerte: La Suite No 1, y dos arias de la N 2. Fue un error inconveniente anunciar el concierto como "Cármen de Bizet". Hay tres maneras de ofrecer una ópera: la obra completa, con todos los elementos escénicos, (actuación, vestuario y escenografía); la obra musical entera, con orquesta y cantantes, lo que se llama "ópera-concierto", y la música orquestal únicamente.... que en el caso de esta obra, es la versión de las dos suites presentadas. Por la manera como anunciaron el evento, hubo gran confusión. Mucha gente no quiere sentarse a escuchar una ópera "cantada", con los cantantes filados de frente, y sin acción... Lo consideran absurdo, y aburrido. Muchos creyeron que los artistas de las fotos eran los cantantes; (en los anuncios de "correo" no figuraban con el dato de sus instrumentos). Aún ya en medio concierto, se esperaba que aparecieran los "cantantes"... Pero la mayoría de la gente, sí se hubiera dado cuenta a priori, de lo que se trataba, si lo hubieran anunciado por su nombre: Las “suites”, además el programa de mano debió enlistar los títulos de cada pasaje y aria, pero nos dejaron a merced de la memoria.
Mas...comencemos ya con el comienzo: Sorprendente el impulso con que el maestro "abre" la "obertura”, qué finura de sonido en la exposición de los temas, qué sabor. Los solos de los vientos en "Toreador" fueron excelentes. La sección de percusión, potente, sonora y muy exacta.
Y no olvidemos que el más importante trabajo del director no es en el concierto, sino en los ensayos, etapa en la que se puso intenso esfuerzo y gran excelencia. Además, es justo mencionar que en la preparación también colaboró el director titular de la orquesta, Andrés F. Jaime.
He escuchado Carmen docenas de veces, en ocasiones presenciales ante las mejores compañías del mundo, y en sesiones meramente auditivas, pero jamás nada igual: ni en sonoridad, musicalidad, precisión, ímpetu, energía, vigor, efusividad, expresividad, sabor. Qué orgullo, cuánto entusiasmo y admiración, confirmar que tenemos un muchacho medio medellinense, que es el excelente director de una importante orquesta de París.
Nota: Lamentándolo mucho, el concierto de despedida de Blanca Uribe, una de las más admiradas e importantes pianistas colombianas, no lo podré comentar, porque no pude alcanzar boleta.