Sobre el desarrollo íntimo de las conversaciones de paz en La Habana se van conociendo detalles o pormenores gradualmente. Seguro hubo hechos, apuntes o circunstancias que son tabú hoy en día, pero la historia puede irlos destapando y algún día se podría conocer el panorama completo.

La forma como aquello se desarrollaría sería por este estilo: a cada sesión llegaban los delegados de la Farc con un listado de peticiones, imposiciones, condiciones, etc. Entonces los delegados de Santos, encabezados por Humberto De la Calle, empezaban a ver cómo todo aquello lo podían enmarcar dentro de la legislación colombiana vigente. Al no encontrar el cómo para algunos puntos, llamaban al jefe a Bogotá para que fuera preparando leyes y hasta reforma a la Constitución de manera tal que la “contraparte” quedase satisfecha al haberle aceptado sus solicitudes. Eso sí, había que proceder a la carrera y por eso se inventaron la tal vía rápida en el Congreso, vía pavimentada con mermelada, a un costo que el pueblo colombiano quedará pagando durante años.

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De La Calle dijo que el acuerdo logrado era el “mejor posible”, sin especificar para quién era así: para la Farc o para Santos. Los desarrollos de esta etapa tras la firma del documento final han traído muchas sorpresas, empezando porque voluntad real de cumplir con todo lo pactado no se ve; por el lado de los unos porque no les interesa, por ejemplo, entregar laboratorios de coca, rutas de narcotráfico, etc., aparte de que aquello de reparar se lo van pasando por el bozo; y por el lado del otro porque no hay dinero para financiar todo lo programado.

En ese acuerdo quedaron lagunas sobre las que tal vez hablaron en la mesa en Cuba, pero no fueron plasmadas en el documento sometido a la firma de las partes. Un ejemplo de eso es que ya han salido algunos a proponer enmendar el acuerdo en materia de sanciones y extradición porque lo ocurrido con Santrich se convirtió en un hueso duro de roer y así se ven confrontaciones entre la JEP, la Fiscalía, Santos, los voceros de la Farc (ahora partido político), etc. Eso del “mejor posible” está, pues, en duda y, al contrario, fue el “más rápido posible” porque de lo contrario se embolataría el Nobel de Paz… objetivo que siempre estuvo en la mira.

El tigre no es como lo pintan, dicen por ahí. El tal acuerdo de paz tampoco es como nos lo dibujó Santos, pese a toda la parafernalia que montó alrededor de los actos de firma, sin contar con que la voluntad de los colombianos mayoritariamente fue la de rechazo a dicho pacto y, pese a eso, pasó por encima de esa voluntad popular. Alguien, tarde o temprano, ha de pagar por los platos rotos y si a enmiendas vamos, terminará aquello como una colcha de retazos, al vaivén de las “interpretaciones” que a ese galimatías se den.

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El rescate del galeón San José es otra historia llena de vericuetos, al menos para el público, y por ello son las sospechas y conjeturas sobre el contrato para hacer esa tarea. Si el pálido y arrodillado minDefensa no se dio cuenta de que alimentar las tropas era negocio objeto de escandalosos sobrecostos, ¿quién sabrá cuál sería el oculto beneficiario del pretendido tesoro en el fondo del mar? Al estilo de muchísimos contratos, en este medio corrupto en el que nada el país, bastará esperar unos años para saber cuánto se repartirá, y a quiénes, por parte del contratista que vaya a ser encargado de ese rescate del San José.

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El matemático Fajardo no supo calcular el peso del lastre que lo llevó a no pasar a segunda vuelta. Un profesor que ya sabe lo que es perder con una nota de 2,9.

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Pone a pensar eso de que a Petro le fue bien en departamentos como Cauca, Nariño, Putumayo y Chocó, en donde la coca y derivados están causando estragos, aparte de la minería ilegal. ¿Será que “Guacho” y las llamadas disidencias son petristas?

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Los resultados de De la Calle (menos de 400.000 votos) serían reflejo del “respaldo” que tiene entre los colombianos su “mejor acuerdo posible” con la Farc.