Declarar prematuramente que la pandemia está bajo control con un argumento económico, sería dejar morir a los indefensos y desvalidos como simple excusa para reactivar la economía
La razón finalmente se impuso sobre algunos gobernantes que tercamente se negaban a tomar medidas restrictivas al tránsito libre y al contacto social. Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, de manera insensata y poniendo en riesgo a sus ciudadanos le pidió hace unos días a sus conciudadanos salir a “las fondas y restaurantes”, además de aparecer en varios eventos masivos en un abierto desafío a las recomendaciones de los expertos. Por su parte, el presidente de Brasil Jair Bolsonaro culpa a la prensa de sensacionalismo y mientras las fronteras del mundo occidental poco a poco se cerraban, el mandatario se abrazaba con sus partidarios en concentraciones públicas.
En los últimos días se ha planteado la discusión en algunos sectores del gobierno norteamericano de reabrir las actividades sociales y económicas de manera que se mitiguen los daños al aparato productivo, sin un análisis profundo de sus consecuencias y desoyendo las recomendaciones del equipo de asesores que se muestran contrarios.
En un sentido similar, otro grupo de desalmados con un interés exclusivamente utilitarista proponen darle prioridad en los hospitales a los más jóvenes sacrificando la vida de los enfermos mayores, teniendo en cuenta que estos últimos ya no son productivos. La antítesis al sentido de la solidaridad que nos llama a cuidar de los débiles y vulnerables en igualdad de condiciones.
Según ellos, la estrategia de contener la pandemia permitiéndole al virus seguir su curso, con la esperanza de lo que algún experto denomina “inmunidad masiva”, termine haciendo un efecto positivo es un enfoque darwinista, es decir, que en este escenario solo los más fuertes van a sobrevivir. Declarar prematuramente que la pandemia está bajo control con un argumento económico, sería dejar morir a los indefensos y desvalidos como simple excusa para reactivar la economía y el mercado bursátil.
Apresurar a que los muchachos regresen a las aulas de clase y el aparato productivo como pretende Trump, seria arriesgar no solo a la gente sino a la economía como tal. Una y otra vez los trabajadores de la salud, los más damnificados en esta coyuntura, claman por una disminución en el numero de pacientes y en la carga para los hospitales. Una sociedad enferma no garantiza la recuperación.
Posiblemente cuando sea el momento de reactivar las fabricas se necesiten menos trabajadores por turno. También que, aprovechando esta experiencia, las oficinas cambien el modelo de trabajo a uno donde haya menos aglomeración y contacto. Abrir las tiendas con restricción de horarios y nuevas prácticas para disminuir el contacto social. Que la apertura de los restaurantes sea gradual y además con otra logística y distribución de los locales. Lo mismo para los eventos culturales y deportivos para que en principio se hagan sin publico o en vivo a través de las redes. Quizás ello sea pensar con el deseo pues la rentabilidad es lo que importa.
Está claro que esta era requiere de una economía donde la gente disponga de un acceso universal a la salud. Pago completo a los trabajadores que por razón de esta enfermedad deben ausentarse de sus empleos y darle un soporte financiero a todos aquellos que han perdido el trabajo. Muchos gobiernos han comenzado tímidamente a implementar programas de asistencia para los trabajadores informales, los adultos mayores y las familias más pobres. No hacerlo es condenarlos a la inanición.
Bill Gates proféticamente advirtió lo que estamos viviendo por la falta de políticas gubernamentales para enfrentar una pandemia de esta magnitud y ha advertido el peligro de abrir la economía precipitadamente afirmando: “es muy duro decirle a la gente. Oiga, sigan yendo a los restaurantes, vayan y compren casas e ignoren la pila de cuerpos que hay en las esquinas”.