No existe duda de que la nueva forma de hacer política, basada en redes sociales, complica el panorama para las encuestadoras.
Ha llamado muchísima atención, el hecho de que las encuestadoras ajusten seis descaches al hilo, en las elecciones para alcaldía de Medellín. Mejor aún, la media docena de burgomaestres en seguidilla han llegado de segundos en las encuestas y han terminado de primeros, en las famosas encuestas de “carne y hueso”. En el 2001, Luis Pérez derrotó a Sergio Naranjo; en el 2004, Sergio Fajardo derrotó a Sergio Naranjo; en el 2007, Alonso Salazar derrotó a Luis Pérez; en el 2011, Aníbal Gaviria derrotó a Luis Pérez; en el 2015, Federico Gutiérrez derrotó a Juan Carlos Vélez y en el 2019, Daniel Quintero derrotó a Alfredo Ramos. Todos los derrotados, “sacaban pecho” en la era de las encuestas y después se fueron a rumiar su dolor.
Este año, el yerro encuestador no solo se dio en Medellín. En Bogotá, Cali y Bucaramanga, ni hablar. ¿Qué pasa con las encuestas? ¿Hay qué reglamentarlas? ¿Hay encuestas pagadas para distorsionar los resultados? ¿Existen demasiadas firmas encuestadoras? ¿Las muestras son suficientes? ¿El margen de error es muy amplio? Todas estas inquietudes, emergen desde varios frentes de opinión. Y, con absoluta seguridad, muchas más. Lo cierto del caso, es que hasta ahora las únicas razones que se han dado, apuntan a que las encuestas son la “foto del momento” y eso no se niega, pero algo más viene pasando.
Lea también: Consejo Nacional Electorero
Lo primero que debe abordarse, es que es diferente una encuesta a un sondeo de opinión. Mientras las encuestas son herramientas de investigación para recolectar datos de un grupo de personas, a través de un cuestionario que es aplicado a un número reducido de población (muestra), el sondeo de opinión es una medición estadística a partir de encuestas destinadas a conocer la opinión pública. Cuando yo hago las primeras muestras (muchos meses antes de una elección), en mi sentir, se hace más un sondeo que una encuesta. Y aquí se confunde a la masa, con los resultados que se divulgan.
Existe una figura, sí, bastante perniciosa que se denomina “sondeos de empuje”, que son pagados por campañas políticas y, por ende, parcializados y manipulados e incluso, ambientados desde preguntas con respuestas inducidas. Y también, vienen apareciendo las “encuestas notariadas”, que se hacen uno o días antes de elecciones ante notarios públicos, pero que no se dan a conocer ante la opinión pública. Una encuestadora asegura (y reivindica) que acertó en Bogotá, con Claudia López.
No existe duda de que la nueva forma de hacer política, basada en redes sociales, complica el panorama para las encuestadoras. También hay grado de dificultad en el hecho de que cuando se encueste, se mencione que se va a votar en blanco o que se está indeciso, y no pocos cambien de decisión ese domingo, en el cubículo. En tela de juicio, se ponen: (i) el número de encuestados, (ii) el margen de error, (iii) encuestar gente que no va a votar; (iv) indagar personas que votan en otro municipio, (v) supervisión deficiente de la encuesta, (vi) mal análisis de los datos recolectados, (vii) gente que rehúsa responder, (viii) mala estratificación de la muestra, (ix) si lo ideal es encuestar cara a cara, por teléfono o por internet.
Le puede interesar: El de Fico
Hechos, como el cambio de opinión a la hora de votar, o salir a una hora que no le dé para ejercer el voto (casi sobre las 4 p.m.) o desistir de votar porque va a caer un aguacero, y muchas otras explicaciones, juegan en favor de las firmas encuestadoras. Se asegura que para que haya un margen de error del 1%, se requieren unas 10.000 muestras y nadie las hace. Típicamente, se trabaja sobre unas 800, 1.000 o 1.500. Y existen, en nuestro medio, muchas encuestadoras que termina enloqueciendo la opinión pública: Yanhaas, Invamer, Guarumo-Analítica, Datexco, Centro Nacional de Consultoría y Gauss de Colombia.
En conclusión, no es fácil estar en el pellejo de las encuestadoras, pero sí se requiere regulación sobre la materia. Entiendo que un congresista antioqueño, va a presentar un proyecto de ley al respecto. Estas últimas elecciones, prendieron las alarmas y las nuevas formas de hacer política, les dieron complejidad a los datos. Y otra cosa más: por favor, dejen de hacer encuestas ocho meses antes de unas elecciones… No tiene sentido eso, son meros sondeos de opinión disfrazados de encuestas.