Sin un proyecto de nación que sea respaldado por un adecuado sistema de educación integral, pues estaremos supeditados al caudillismo.
Un pueblo con falta de educación como el nuestro no puede ser visto como un conjunto de ciudadanos participantes de la vida democrática, aun cuando en efecto lo sean.
Una cosa sería el nivel de alfabetización alcanzada y otra muy distinta el haber alcanzado un alto nivel de conciencia geográfica e histórica y ni qué decir de una adecuada cultura cívica y política, a partir de adecuados procesos educativos y formativos.
Ante los acontecimientos que hemos vivido en las últimas semanas, pues lo que hemos visto por parte de los marchantes y del gobierno, es un simple reflejo de lo enunciado anteriormente.
Los marchantes sin estar guiados por un verdadero líder, pues protestan por todo y no proponen nada en concreto. El gobierno, como cualquier gobierno en cualquier época, tratará de defender y de explicar lo inexplicable y de hacer propuestas improvisadas para tratar de sofocar el reclamo, pues si algo llena de pánico a quienes defienden el establecimiento, es ver multitudes de personas reunidas en las calles en su contra.
Ahora bien, sin tratar de justificar lo que sucede, la realidad sí requiere una mirada crítica y propositiva. Las estadísticas cuando muestran cosas malas se vuelven o son consideradas como subversivas, y algunos con posturas particulares y legítimas tratarán de descalificar los métodos de cálculo y de trabajo del esfuerzo estadístico.
Dice el Banco Mundial en su informe sobre Taking on inequality del 2016 que Colombia ocupa el cuarto lugar entre los diez países más desiguales del mundo (de acuerdo con el índice GINI), superada solo por Sudáfrica, Haití y Honduras.
En otro informe del mismo Banco Mundial al estudiar el porcentaje de los ingresos totales que obtiene el 20% más rico de la población de un país, concluye que, en América Latina, Colombia ocupa el segundo lugar en desigualdad después de Brasil.
Para rematar el diagnóstico, la OCDE, organización compuesta por las potencias democráticas del planeta, acaba de publicar un estudio comparativo sobre la movilidad social entre sus países miembros, el cual incluye a Colombia por estar a punto de integrarse a ese organismo. La metodología consiste en calcular cuántas generaciones se requieren para para que una persona que nace pobre llegue a la clase media. Colombia ocupó el último lugar pues se necesitan 11 generaciones. Le siguen Sudáfrica y Brasil que necesitan 9 generaciones. China India y Hungría requieren 7 generaciones. Francia, Alemania, Chile y Argentina requieren 6 generaciones. Y Estados Unidos y Reino Unido requieren 5 generaciones. Dinamarca ocupa el primer lugar pues requiere solo 2 generaciones para dar ese salto.
En lo local, y en números gruesos, las cifras oficiales hablan de 50 millones de habitantes, con 21 millones en la pobreza, 8 millones por debajo de la línea de pobreza y cerca de 6 millones de desplazados.
Como dice el refrán “cada quién opina del baile de acuerdo como le fue en él”. Usualmente solo a quienes les va bien en las encuestas, hablan bien de ellas y las defienden mientras que a quienes les va mal, pues reaccionan descalificándolas y tratándolas de asociar a los intereses de sus contradictores. ¡Cada quién!
Razón tiene entonces un estudio de hace algunos decenios que concluía que en Colombia la movilidad social solo se logra a través de 3 caminos: El primero, la política. El segundo la farándula en cualquiera de sus expresiones y el tercero, la ilegalidad. De ser así, pues estamos fritos.
Lo que sí es cierto es que en 200 años de vida republicana no hemos podido construir un verdadero proyecto de Nación, no hemos podido fundar e implementar un Estado sólido y no hemos podido potenciar gobiernos de peso ante el opacamiento creciente o la desaparición de verdaderos partidos políticos, sin cuya existencia la Democracia se queda sin soporte.
Sin un proyecto de nación que sea respaldado por un adecuado sistema de educación integral, pues estaremos supeditados al caudillismo periódico, como lo hemos observado de Bolívar hasta el presente, donde de cuando en vez aparecen unos mal llamados o autoproclamados líderes que tratan de manera mesiánica de sacarnos del atolladero, sin qué hasta la fecha, como es apenas obvio, esto haya sido posible.
La tarea es ardua y requerimos de cabeza fría, compromiso e inteligencia para poder pensar en construir un país, sino soñado, al menos vivible en medio de la existencia de equidad y de justicia social.
NOTA: De ñapa nos queda que recientemente hemos sido declarados como el país más corrupto del mundo.
Pero además, y de acuerdo con las mediciones, Estados Unidos ya no nos considera como un país en vías de desarrollo, lo que nos obliga a actuar en consecuencia, pues se terminaron las ayudas, los tratamientos preferenciales y por qué no los subsidios.
NOTA: Si así está de fuerte el verano, ¿Se imaginan el invierno que nos espera?