En Jericó la oposición al desarrollo de algunas economías, bajo el relacionamiento de circunstancias sociales, lo que ha camuflado en el fondo es una resistencia al mejoramiento de la capacidad adquisitiva de la población.
Autor: Daniel Mejía Palacio
Desde niño solía ir de pesca al río Cauca, donde siempre me fue habitual ver a los barequeros extrayendo oro de las riberas. Así mismo, a través del tiempo me fue común ver la llegada de visitantes a Jericó. No por ello, el turismo y/o la minería representan actividades tradicionales en el municipio, las tradiciones son costumbres o prácticas que se comunican, transmiten, arraigan y mantienen de generación en generación, tal caso es él de la Fabricación de Carrieles o el Festival de la Cometa, entre otras.
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El turismo, como actividad económica importante, sólo empezó a desarrollarse a partir de la canonización de la Madre Laura en 2012, varios años después del inicio del proyecto Quebradona. A raíz de ello, hoy en día es frecuente oír hablar de la “vocación turística” del municipio, lo que me lleva a plantear si ¿pudiera ser entonces válido hablar de “vocación minera” en Jericó? La vocación es entendida como la inclinación o interés que se tiene para adoptar una determinada forma de vida o un determinado trabajo.
Mas allá de eso, y con mayor fuerza en los últimos años, nos han querido vender la idea de que el turismo es la alternativa para la negación de la agroindustria, la reforestación comercial y la minería, lo que pone de facto una incompatibilidad de estas actividades en el territorio. Entre otras, el turismo ha sido planteado como “la salvación” a condiciones sociales adversas adjudicadas sin fundamento a actividades como la minería, tal es el caso de la prostitución, donde hemos obviado que los prostíbulos más grandes del país - Medellín y Cartagena - son dinamizados no por la minería sino precisamente por el turismo. ¿De qué nos estamos salvando entonces?
La mayoría de las condiciones sociales adversas que se argumentan para el rechazo de proyectos como Quebradona, no tienen en sí una relación directa con la actividad económica, sino con la capacidad adquisitiva y la dinámica propia de los territorios. En ese sentido, en Jericó la oposición al desarrollo de algunas economías, bajo el relacionamiento de circunstancias sociales, lo que ha camuflado en el fondo es una resistencia al mejoramiento de la capacidad adquisitiva de la población, en el falso prisma de que la solución para no beber es no tener dinero.
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Con esto, en ningún momento pretendo elevar una voz de protesta hacia el turismo, por el contrario, es una actividad importante y necesaria que los jericoanos debemos fortalecer. El punto, se trata más bien de reflexionar si lo que nos han querido vender como incompatible ¿es en realidad complementario?, máxime cuando la experiencia reciente en casos como la avenida torrencial en La Comba o el actual covid-19, nos han demostrado cuan frágil es la economía de Jericó basada exclusivamente en el turismo, que a la postre, es usado como argumento para el rechazo de dinámicas productivas que podrían garantizar en mejor medida la estabilidad económica del municipio y sus habitantes.