Expertos recomiendan que los padres y maestros incentiven en los niños y jóvenes una actitud de sana competencia, pues estos concursos les ayudan a mejorar su autoconocimiento y su autoestima.
Una luz blanca y brillante iluminó a Leonardo Goez, un joven estudiante de Derecho de la Universidad Eafit, quien en medio del escenario del Centro de Convenciones Aburrá Sur, en Itagüí, tomó el micrófono, respiró hondo e inició su discurso sobre el papel de las redes sociales en la educación de los niños y adolescentes.
Su voz llenó el recinto repleto de estudiantes de quinto a once grado, y de universitarios que también se animaron a participar del 20 Concurso de Oratoria, auspiciado por la Personería Municipal de Itagüí.
“Desde noveno estoy presentándome en este Concurso y apenas me gradué del colegio, seguí presentándome porque para mi carrera es necesario tener una buena capacidad argumentativa”, comentó el joven estudiante, quien además señala que en este evento él creó y fortaleció su opinión.
Para el personero de Itagüí, Keny Willer Giraldo Serna, este concurso no es solo una oportunidad para que los niños y jóvenes demuestren su talento a la hora de hablar en público, sino que también un espacio para “estimular en los jóvenes su pensamiento crítico y que a partir de las ideas de otros puedan formar su propia opinión”.
Pero no solo los concursos de oratoria son importantes para el desarrollo de la personalidad y las competencias de los niños y jóvenes: certámenes de ciencias, escritura y artes también son vitales, pues les ayudan a reconocer sus competencias y a fortalecer su autoestima.
Según la psicóloga clínica María del Pilar Palacios, este tipo de iniciativas son positivas “pues son una manera amable para desarrollar las destrezas y aptitudes de los jóvenes”, pero enfatiza que este proceso no debe ser impuesto, sino que el estudiante debe acercarse por su propia voluntad y tener la iniciativa de “reconocer y desarrollar sus capacidades”.
Palacios también señala que el apoyo de los padres y los maestros es fundamental para “no dejar ahogar sus capacidades del joven sino que, al contrario, este se sienta autorizado para explorar y desarrollar sus talentos”.
A este respecto, el personero de Itagüí señala que una de las cosas más valiosas del Concurso es ver el acompañamiento de los padres y maestros, pues son estos quienes los orientan y los animan a no desfallecer cuando los resultados no son los que esperan. “Finalmente, lo más importante es pensar en los aportes que estos jóvenes pueden dar a la sociedad colombiana con su conocimiento y su futura vida profesional”, puntualizó Giraldo Serna.
Alejandro Jiménez Gallo, abogado de la Universidad de Medellín y director pedagógico de la Fundación Colombia Avanza, es una muestra de ello. En quinto grado, Alejandro descubrió que su poder estaba en su palabra, cuando un profesor lo invitó a participar en el Concurso de Oratoria.
Durante sus años de bachillerato y en la universidad, Alejandro continuó puliendo sus capacidades en la oratoria a través de la participación constante en certámenes y escenarios lo que, según el joven, le ayudó con su carrera. “Yo ahora con el derecho me gano la vida hablando, en lo que aprendí. Sigo trabajando con una palabra responsable e informada”, puntualiza.
Actualmente, Alejandro dicta los talleres de formación previos que reciben todos los participantes: durante las sesiones, el abogado les enseña a construir su propio estilo en el mundo de las palabras y que la disciplina es esencial para alimentar cualquier talento. Incluso él, que lleva más de diez años puliendo su arte de orador, no deja de aprender: “yo aprendo mucho con ellos, me hacen consciente de que todos los seres humanos nos construimos diariamente”.
Las competencias, además del desarrollo de las capacidades, suponen también un incentivo adicional: ganar. Es por esto que muchos niños y jóvenes, al enfrentarse al fracaso, pueden desarrollar un sentimiento negativo frente a este resultado haciendo que todo el proceso valioso de aprendizaje y preparación pierda valor.
Frente a esto, Daniela Correa, psicóloga de la Universidad Luis Amigó, señala que el acompañamiento de los padres y maestros es vital a la hora de enseñarles a los jóvenes que el fracaso es solo uno de los resultados posibles dentro de un proceso que es más amplio y que desarrolla, ente otras cosas, la autoestima, el autococepto y la autoeficacia.
“A los muchachos hay que enseñarles que el concepto de fracaso no es inmóvil, sino que es solo una etapa dentro del aprendizaje, pues así ellos podrán usarlo como un trampolín”, subraya la experta. Sin embargo, esto no significa que los jóvenes no deban orientar sus capacidades a obtener resultados, sino que debe primar “la importancia de la participación y el esfuerzo que eso conlleva”.
Así, para Correa es vital que los padres se sienten a conversar con sus hijos y que no solo premien los logros, sino que también reconozcan los esfuerzos de cada proyecto emprendido.