Hay que hacer un debate nacional sin radicalismos ecologistas, que es el otro extremo, y en el que todos podamos opinar.
A principios del siglo pasado la población colombiana era 70% rural hoy es más del 70% urbana. En términos reales para las personas de ciertos recursos las ciudades son un paraíso, y eso va descendiendo a medida que lo hacen los salarios. Sin embargo hoy en día, en el caso de Bogotá y Medellín, parece que los ciudadanos de todas las clases sociales se están ahogando y se sienten un poco estafados por la modernidad. Como la opción de volver al campo se volvió una cuestión nuevamente de clase alta, en el fondo los que van a tener mayores problemas van a terminar siendo como siempre los de menos recursos.
En el caso de Medellín prácticamente se está hablando de una diáspora hacia el oriente antioqueño para solucionar esta cuestión. La pregunta que siempre nos hacemos es si los políticos pueden hacer milagros o no, y sobre esto hay muchas discusiones en las redes sociales. Según un famoso amigo urbanista, la política sí puede hacer algo y tiene que invertir. Según los amigos ambientalistas prácticamente no hay otra cosa que hacer que cambiar radicalmente de vida.
En el curso sobre el “nuevo orden global” que dicto de la Universidad Nacional de Bogotá, analizamos siempre los problemas del siglo XXI y hacemos debate en torno a ellos. Este año por primera vez tendremos que asumir el debate de qué vamos hacer con las ciudades, en el caso de Colombia, por no asumir el problema mundial que se sale de nuestras posibilidades.
Me gustaría dar una respuesta en esta columna pero no la tengo, soy un ciudadano más asustado con lo que está pasando. Lo que sí sé es que el debate realmente no se ha llevado a cabo seriamente. Tengo amigos que defienden el transporte eléctrico pero porque ellos tienen buses eléctricos. Tengo amigos que acusan al alcalde de turno porque no es de su filiación. ¿Les debo creer a ellos?
Hay que hacer un debate nacional sin radicalismos ecologistas, que es el otro extremo, y en el que todos podamos opinar. El problema es que con las elecciones regionales cualquier cosa que se diga va a ser propaganda política pura. ¡Qué vaina!