Bajo el liderazgo de una adolescente sueca de 16 años el mundo se movilizó por un mejor futuro.
Greta Thunberg desde hace un poco más de un año inició una protesta simbólica contra el cambio climático (en adelante desastre climático), asistiendo todos los viernes a la entrada del Parlamento Sueco. Greta sólo contempla volver los viernes a su escuela una vez que Suecia cumpla el Acuerdo de Paris sobre el desastre climático.
La acción simbólica de Greta ha servido de inspiración a millones de jóvenes que han tomado acciones similares en más de 270 ciudades alrededor del mundo. Una prueba de esta toma de conciencia, a escala planetaria, se pudo apreciar el viernes pasado cuando escolares, profesores y padres de familia se movilizaron en diferentes ciudades del mundo. Para ilustrar la dimensión del movimiento planetario se puede decir que las ciudades que participaron van desde New York hasta Nueva Delhi, pasando por ciudades europeas, africanas y árabes, con consignas a favor de la toma de medidas que detengan la catástrofe climática.
El mundo tiene que tomar en serio el mensaje de Greta Thunberg y no esperar a que la clase política, los empresarios y los dueños del capital tomen conciencia con relación al daño irreparable que se le está haciendo al planeta, ocasionado por el uso sin control de los combustibles fósiles, el uso desmedido del plástico, las prácticas de extracción de recursos naturales y el agotamiento de las fuentes hídricas, entre otros. Este uso sin control ha tenido un crecimiento exponencial en las últimas décadas sin una perspectiva que permita apreciar una reducción del impacto sobre el medio ambiente a mediano tiempo.
Por pequeño que sea la contribución de los ciudadanos a la disminución de las prácticas que degradan el medio ambiente, éstas son bienvenidas. Como ciudadanos podemos comprometernos con el cambio en nuestros hábitos de consumo, con prácticas más amables con el medio ambiente como reciclar, disminuir el uso del plástico, usar el transporte público que se alimente a gas o con electricidad, entre otros. Las instituciones podrían desarrollar políticas y prácticas que aminoren el impacto climático, reduciendo el uso del papel, invirtiendo en productos que tenga mejor eficiencia en términos energéticos (alumbrado, maquinaria); trabajar en campañas que reduzcan el uso del plástico, el icopor e incentivar prácticas de separación de los desechos orgánicos e inorgánicos.
Tenemos una oportunidad en la elección de los próximos alcaldes y gobernadores para comprometerlos con la ciudadanía y con la puesta en práctica de políticas y acciones que contribuyan a disminuir los factores que contaminan el medio ambiente e impulsen medidas coercitivas (mediante legislación, estímulos y cargas impositivas) para que los empresarios y consumidores adopten nuevas formas de producción y de consumo, respectivamente; es preciso estimular el uso de tecnologías limpias y fuentes energéticas que contaminen menos.
Por otra parte, lo que se ha visto en el ámbito mundial, con el movimiento de los jóvenes liderados por Greta, representa una esperanza y permite suponer que este movimiento seguirá creciendo a nivel mundial y que pronto llegará a Colombia. Los colegios tienen en sus manos un enorme potencial para trabajar, dirigido a la formación de las próximas generaciones de jóvenes que deberán involucrarse de manera más comprometida con la causa de la disminución de los factores que están produciendo el desastre climático.