Martín Lutero sin quererlo convirtió a Europa en un continente de guerras por prolongado tiempo hasta la paz de Westfalia en 1648. Varios autores dicen que la Guerra Fría fue prácticamente una nueva guerra religiosa más que dogmática, y como todos saben esta acabó en 1991. Pero ahora en pleno siglo XXI se ha desatado dentro de las democracias una nueva guerra de religiones. En la nuestra quien defienda a la izquierda en cualquier lugar del espectro o a uno de los líderes alineados en este grupo, que muchas veces son de centro, son vistos por la derecha como se veía a los herejes en las guerras religiosas entre protestantes y contra reformistas de antes de esa fecha (una de las cuales duró 80 años). Pero quien se atreva a insinuar que por motivos prácticos votó por Duque en la segunda vuelta o que debe respetarse como presidente, es visto por los simpatizantes del otro candidato que no ganó o de la enorme corriente progresista que por fin hay en el Congreso y en Colombia, como algo así como un Hitler criollo, peligrosísimo, decimonónico y mil epítetos más. Esto no tiene sentido luego de un acuerdo de paz por complicado que este haya sido y siga siendo su implementación. Alguien tiene que hacer algo, pero quien intente pedir moderación será clasificado de mamerto trasnochado o facho encubierto. Es una tragedia moral y esperemos que no conduzca a tragedias reales, más allá de lo que ya están pasando que no son pocas. Lo mismo sucede con España, donde hace poco dije a una vieja conocida cercana que no me gustaba el olor de la mariguana y me acusó ante 25 personas de ser militante de Vox, el partido ultraconservador de España, y cuando hablé con los que votan al Partido Popular usaron un lenguaje como de la guerra civil del 36 para referirse a unos profesores universitarios que montaron un partido democrático, errático o no. Igual pasa en Estados Unidos, donde o se está con Trump o contra él y nada que hacer con fórmulas intermedias, pues también cualquier cosa que se diga es vista según me han dicho como una afrenta de batalla en uno y otro sentido.

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Esto solo por poner tres países cercanos a nosotros. Pero esto se está dando en muchas democracias europeas, africanas, asiáticas y latinoamericanas, si se analizan una por una. Sea por las redes o por cansancio democrático, se ha perdido la razón, como en las guerras nacionalistas, pero más aún el sentido común, como en las guerras religiosas entre protestantes y católicos.

¿En qué momento nos enloquecimos? No está claro. ¿Esto va a acabar con las democracias? Nadie lo sabe. ¿Quién podrá frenarlo? Más misterio aún. ¿Hasta dónde va a llegar la exacerbación? Nadie puede saberlo. Pero lo cierto es que estas confrontaciones son 10 por ciento de argumentos y el resto de emociones, y son una bomba de tiempo a las democracias y a la paz mundial eventualmente, tan difícilmente lograda a pesar de las conocidas excepciones.

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Yo solo veo soluciones individuales. Empiece por usted. No ponga cara de loco cuando le mencionen a Santrich, no de golpes en la mesa cada vez que ve a Trump, aprenda a decir Uribe en lugar de JUribe y Petro en lugar de Petrro. Cuide lo que escribe, piense antes de hablar, escuche a los del otro lado, y sobre todo cambie de tema. Sí, cambie de tema cuando aparezcan estas cuestiones, vaya y vote tranquilo, prohíba hablar de política en casa como se prohibía de religión en Europa en las mencionadas épocas, sálgase de WhatsApp incendiarios de uno y otro lado. Y, sobre todo, para empezar, perdóname a mí por haberle llamado la atención sobre estos excesos en los que casi seguro usted ha caído y absténgase de hacer un comentario desobligante contra esta columna o su autor por ese motivo, verbal o mentalmente. Ese sería un bonito primer paso, y así como los alcohólicos anónimos pueden decir cada día: por lo menos hoy no me disgusté con nadie porque no piensa como yo políticamente.

Comentarios:

Edgar
2019-07-25 14:46:35

El ejercicio de callar es importantísimo, por lo menos en este momento. Y , ojo", aunque quede en el ambiente la sensación de que se pierde una batalla, pero es mejor eso que perder un amigo que cree, casi a ciegas, lo opuesto a lo que nosotros "vemos" con suprema claridad.

augusto
2019-07-25 11:00:33

El peor enemigo de la humanidad se llama ignorancia, ignorancia que ignora que es ignorante pero que presume que todo lo sabe; una muestra de ello es está: La Real Academia Española define ignorar="1.No saber algo o no tener noticia de ello. 2. tr. No hacer caso de algo o de alguien, o tratarlos como si no merecieran atención” Analizando, se comprende que para No hacer caso de algo o de alguien, o tratarlos como si no merecieran atención, es porque se sabe algo o se tiene noticiaa de algo, así que la definición 2 deja ssin piso la definición 1, es decir laa RAE, ignora que es ignorante, pero presume que todo lo sabe.

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