¿Dónde estaban?

Autor: Álvaro González Uribe
1 abril de 2017 - 12:09 AM

Varios valientes perdieron la vida, perdieron a sus familiares, perdieron sus bienes

Apoyo las voces de indignación con que el alcalde de Medellín rechaza a quienes vienen a la ciudad a recordarle al mundo la espantosa época en que reinaba Pablo Escobar. Algunos lo hacen para inflar su fama artística con irreverencias o excentricidades tontas, conociendo o ignorando el significado social de sus actos. Otros son mercachifles del turismo que acuden a lo que sea para vender.
Pienso como muchos que no se puede negar nuestro pasado y que este debe permanecer en la memoria para que no se vuelva a repetir. Pero nadie puede negar que los medellinenses hemos luchado con éxito por cambiar, no sólo el rostro, sino las entrañas de una ciudad que hoy es otra luego de inmensos esfuerzos. No se trata de borrar o desconocer esas épocas oscuras, sino de mostrar que hoy Medellín no es la ciudad arrodillada ni el trono de Pablo Escobar ni del narcotráfico, pese a los males que como toda ciudad tiene y que intentamos corregir.
Por mucho que vengan cantantes a hacer el ridículo y a ponernos en vitrina ante sus fans, y por dinero que algunos despistados turistas dejen a la ciudad para conocer los rescoldos de sangre y dolor de Escobar, jamás ello equivaldrá a lo que nos está dejando el turismo sano, la ciudad de congresos, cultura, arte, negocios y servicios y, en especial, la Medellín que miles en el mundo quieren conocer como modelo de ciudad milagro que supo renacer y transformarse; que pasó del miedo a la esperanza.
Sin embargo, cuando suceden hoy estos estrambóticos y deplorables hechos, es inevitable no recordar la actitud de gran parte de la dirigencia política y empresarial de la época en que Pablo Escobar era el rey.
Si la lucha contra Pablo Escobar (vivo…) no se le hubiera dejado solo a unos pocos policías, jueces y periodistas, y a un grupo político incipiente y soñador (el Nuevo Liberalismo de Antioquia), el Patrón del mal no hubiera adquirido tan inconmensurable poder, y hoy no estaríamos en la labor constante de limpiar la cara de Medellín ante el mundo, pero, en especial, llorando tantas muertes y destrucción material, espiritual e institucional que este asesino orate ocasionó frente a la mirada muda, temerosa o hasta cómplice no solo de gran parte de Medellín sino de Colombia y del mundo.
Surgió esa figura poderosa y malvada en medio de nuestra sociedad, vivió, actuó, negoció, se pavoneó, asesinó, compró, gozó de lisonjas, destruyó y corrompió, y hoy, 23 años después, tenemos que luchar contra su fantasma.
Y sí, tenemos que luchar contra su fantasma (y el de sus cómplices) que sigue merodeando, no solo por los sitios que hizo famosos y que hoy adoran varios famosos, sino que recorre también nuestra sociedad -a toda Colombia- en forma de cultura mafiosa. Tenemos que luchar contra esa, su peor herencia del mal y la de sus similares, no solo por lo grotesca -que es lo de menos en el caso-, sino porque es otra madre de la trampa, la corrupción y el crimen.
Pero insisto, ¿dónde estaban cuando Pablo Escobar vivo ejercía su poderío en Medellín? ¿Dónde estaban quienes teniendo forma de influir permitieron su encumbramiento? ¿Dónde estaban quienes hoy se duelen del fantasma de Pablo Escobar como foco de narcoturismo y de admiración y payasadas de artistas? Por supuesto, no me refiero a los más jóvenes que por aquella época no tenían edad ni poder para dar esa lucha. Me refiero a muchos que pudiendo actuar se hicieron los de la vista gorda, que fueron temerosos frente al reto social, que se lucraron de las migajas mafiosas o que fueron cómplices escondidos de Escobar.
Con esta columna no estoy cobrando nada, no tiene sentido. Solo intento dejar el mensaje de que tampoco se puede volver a repetir esta otra parte de la historia. Muchos perdimos esa lucha infructuosa. En especial, varios valientes perdieron la vida, perdieron a sus familiares, perdieron sus bienes. Otros sufrimos males menores, pero todos perdimos. Perdimos quienes dimos la lucha y perdió toda la sociedad y sus instituciones. Ganó una tumba en Colombia, miles de tumbas y, hoy, un fantasma…
A propósito, ¿ha visto usted ventas de camisetas con la imagen de Luis Carlos Galán, Lara Bonilla o Guillermo Cano?
 

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Comentarios:

Jaime Numael
Jaime Numael
2017-04-01 16:40:59
Excelente columna, yo diría que muchos si estában en oposición de influir en favor de la ley y el orden social, pero como todo en esta vida, sacarle provecho a las oportunidades del momento sin importar las consecuencias en el futuro.

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