Es mejor que pensemos una buena reforma con calma
Normalmente en Colombia a las leyes se les crean unos micos o sea cosas que se inventan de un momento a otro y no tienen mucho asidero y pueden beneficiar a quienes se las inventan o a sus amigos. También pasa esto con las reformas constitucionales.
En general, una reforma política desde la Constitución del 91 la propone el presidente o el mismo Congreso y se decide en dos legislaturas y ocho debates, aunque existen otras formas de hacer cambios constitucionales.
La actual reforma la presentó el presidente Duque y ya va para el segundo debate. En principio lo que propuso este gobierno no era absurdo, y tenía más o menos consenso. Además, en general no trataba de hacer grandes cambios estructurales, lo cual está bien si no ha habido debates nacionales previos.
La razón por la que considero que debe hundirse es porque se está convirtiendo en una sopa de micos y orangutanes, es decir se le está metiendo cambios estructurales que no han sido debatidos en el país, y eso no está bien en una reforma política.
Por supuesto es bueno que la reforma política que se haga en Colombia en un futuro sea audaz y modifique cuestiones fundamentales de nuestro sistema político. Pero para ello, y lo hemos repetido en el grupo de investigación de partidos de la Universidad Nacional y en el libro que recientemente publicaremos al respecto, se requiere de una gran deliberación previa. En ella deben participar no solamente los académicos sino también las organizaciones sociales, los propios partidos políticos y la ciudadanía en general.
Mientras tanto sólo conviene hacerle pequeños ajustes a las normas existentes y de pronto aprobar algunas cosas que ya han sido muy debatidas y sobre las que hay cierto consenso.
El primer debate nacional debe tratar sobre si es necesario hacer o no esos cambios estructurales. Y luego creo que se puede abrir la caja de pandora. Algunos dirán que para esto es necesario una Asamblea Nacional Constituyente. Yo creo que no necesariamente, si realmente la deliberación es pública, persistente, rigurosa y sin trampas.
Hoy mismo podemos sentarnos a hablar de cualquier tema. Nuestro grupo de investigación o cualquiera de los similares estaría en capacidad de convocar ese debate. Ahí sí se puede hablar de cosas tan complicadas como la unificación de las elecciones en un solo día, la extensión de los periodos de gobierno de los elegidos popularmente, y otras cuestiones que se están viniendo a sumarle a la reforma política inicial desencajando su original sentido. Ni siquiera vale la pena enumerarlas porque así como aparecen desaparecen y surgen otras, debate tras debate y apenas vamos en el segundo.
Hace muchos años Andrés Pastrana propuso una reforma política que paradójicamente recogía gran parte de las conclusiones que había obtenido la Comisión para la Reforma de los Partidos de Samper, las cuales no habían podido convertirse en norma constitucional por el contexto político por todos conocido. A esa reforma política se le fueron colgando una serie de adornitos y al principio la llamaban el árbol de navidad, para luego denominarla el Frankenstein, porque sus normas eran contradictorias y absurdas. Al final el gobierno debió hundirla él mismo, y como van las cosas, va a ser mejor que pase esto con la actual porque hay un riesgo de que lleguen a aprobarse barbaridades.
Digo barbaridades en el sentido de que no sean consensuadas nacionalmente. Pero en ese gran debate podemos incluir todas las anteriores propuestas, pero también el voto obligatorio, la creación de la corte electoral, y hasta si se quiere un sistema parlamentario. Si no logran depurarla va a seguir como está, es mejor que se retire y empiece el gran debate nacional que proponemos.