Solo queda una opción: son los ciudadanos, especialmente los que protestan, los llamados a dar las claves. Pero no me refiero a dictar políticas públicas, sino a diseñar una fórmula que en el futuro sirva para que el gobernante de turno tenga estabilidad.
Cuando algo sale mal, pensamos que hay unos responsables. En varias protestas en América Latina y Europa quedó claro que efectivamente algo salió mal respecto a la democracia. Lo que no sabemos es quiénes son los culpables y, sobre todo, quienes son los llamados a buscar la solución.
El gran problema ahí es que todo el mundo se siente víctima y no responsable de su solución, si es que la tiene. Yo como politólogo siento que soy parte del problema y de la solución. Parte del problema porque es como un plomero que dejó muy bien montado un edificio que hace aguas por todas partes, y no sirve de excusa decir que uno era solamente teórico del asunto y que los que pusieron las cañerías fueron otros. Mejor dicho si uno lleva 35 años dedicado a la estabilidad democrática, educando a los jóvenes en ese tema y asesorando a los gobiernos, no veo cómo pueda estar como si la cosa no tuviera nada que ver conmigo. Hay quienes dicen que es una especie de maldición griega en la cual nunca resulta posible el objetivo final y que por eso uno debe relajarse cual Prometeo resignado. Personalmente creo que los que estudiamos estas cuestiones las enfocamos mal, y aunque hay algunos que dicen que habían previsto todo esto no he encontrado los textos donde lo dijeron. La dificultad es que no me siento en capacidad de saber por dónde empezar. Yo sólo sé analizar teorías y mirar tendencias para de ahí concluir soluciones, Y transmitir algunos conceptos a los ciudadanos que están ocupados en otras cosas y no pueden estar pensando en la gobernabilidad, o sugerir caminos a los gobernantes. Pero, quiero ser sincero, no sé qué decir a los ciudadanos y tampoco a los gobiernos hoy. Yo veo que todo el mundo tiene las soluciones y las expresa a través de sus columnas y de Twitter, pero si miramos bien esas propuestas veremos que la mayoría son ingenuas, muchas cargadas ideológicamente desde partidos que no han obtenido el poder, y otras desde ópticas erradas respecto del punto de vista de las posibilidades reales. Quizá yo estoy equivocado y los politólogos no seamos los llamados a pensar estas cuestiones en las actuales circunstancias. Por supuesto que son los gobiernos, pues para eso se le paga a un político en ejercicio, pero ellos se ven igualmente desconcertados, y muchos se sumaron a las protestas como diciendo que no tienen nada que ver, incluyendo a los que han gobernado. Entonces solo queda una opción: son los ciudadanos, especialmente los que protestan, los llamados a dar las claves. Pero no me refiero a dictar políticas públicas, sino a diseñar una fórmula que en el futuro sirva para que el gobernante de turno tenga estabilidad en su cargo y sus decisiones sean respetadas mientras estén dentro de la legalidad. Por supuesto hay todo un arsenal de ideas especialmente los de la famosa democracia participativa, muchas de las cuales ya se han puesto en práctica. Pero esto no es suficiente, así como en la Revolución Francesa se tuvo que inventar un modelo después de eliminar la monarquía, y ese era la delegación del poder con mandato, en principio imperativo pero después libre, también habrá que idear una nueva fórmula por parte de los ciudadanos. Yo no quisiera que sea el método de asambleas y de aclamaciones, si no el de un tipo de representación controlada, pero insisto en que los politólogos ya tuvimos la oportunidad de opinar y tal vez que ahora es momento de hacer un paso al lado y que la sociedad busque su propia fórmula de manera espontánea. No estoy diciendo exactamente ahí les dejo su casa pintada, sino más bien avísenos cuando nos necesiten para articular lo que se decida.