El trasegar de los humanos por el planeta, está lleno de vicisitudes. El camino no es precisamente un sendero de rosas, pero muchas de las veces, los humanos nos las sabemos complicar, pues luego de dar algunos pasos hacia adelante, salimos con las sorpresas de desandar los pasos y perder así el tiempo y la experiencia invertidos y adquiridos, en el entendido que cada cual, ve la realidad y se aproxima a ella, de acuerdo con sus intereses. Por lo tanto, los comentarios y reflexiones que vamos a plantear son obviamente, subjetivos.Después de varios decenios de ser declarada como Museo y además Patrimonio de la Humanidad, y después de haber sido aceptadas estas condiciones por todas las religiones interesadas, el controvertido gobierno turco de Erdogan, declara que Santa Sofía (Aya Sofya) en Estambul, vuelve a ser mezquita después de 86 años, volviendo a alborotar el avispero de los fanáticos de todas las religiones, fanatismo que siempre ha estado ahí y que no requiere sino de una buena excusa para explotar. La buena excusa está servida. ¡Amanecerá y veremos!En lo local, la nueva Constitución Política abrió la posibilidad de la dosis mínima de consumo de marihuana, el actual gobierno la frena a través del nuevo Código de Policía y hoy los altos tribunales vuelven a aceptarla. ¡Qué pérdida de tiempo y qué falta de sindéresis!Se anuncia por parte de EPM que su planta piloto Jepírachi en la Guajira, funcionará hasta el 2023, noticia, que nos deja apesadumbrados, ya que la energía eólica es una de las mejores alternativas para la producción de energía limpia. Razones técnicas y financieras debe tener EPM para tomar esta decisión que esperamos sea compensada con el montaje de un nuevo campo eólico ya no como piloto, si no como planta de producción de energía limpia en propiedad.Como periódicamente sucede, el actual contralor general de la Nación recorre el país “descubriendo” elefantes blancos, es decir, obras inconclusas que están ahí, a los ojos de todo el mundo, sin que hasta el presente se hayan tomado las medidas y las acciones necesarias para culminarlas, que sería lo obvio, o para tumbarlas.Debería existir un punto dentro de un Plan de Desarrollo serio, para destinar los recursos necesarios para que este tema sea resuelto y obviamente los responsables asuman las responsabilidades de todo orden que les competan. No es suficiente la alharaca mediática, si no se toman las decisiones apropiadas y oportunas dentro de la extemporaneidad.Un ir y venir de discursos se pronuncian por kilómetros, alrededor del problema de la deforestación y de los programas de reforestación. Lo cierto es que a la fecha no hay un control efectivo contra la deforestación generada por parte de cualquiera de los varios actores involucrados que la provocan, como tampoco un proyecto serio y continuado para recuperar y ampliar la extensión forestal en el país.Ojalá aprovechemos la nueva producción de nuestro grande Carlos Vives, CUMBIANA, para volver los ojos hacia la Ciénaga Grande de Santa Marta y hacer lo que haya que hacer para intervenir las infraestructuras viales mal diseñadas y volver a permitir mediante obras apropiadas, la circulación de las aguas del mar y del Magdalena para que renazcan los manglares y reviva ese maravilloso ecosistema destruido por imbéciles.Por último, ya aparecen las pilatunas legales para evitar o demorar la demolición del Edificio Aquarela construido cerca al Castillo de San Felipe en Cartagena, el cual no debió haber recibido nunca licencia de construcción, entregada en su momento por otros imbéciles. Ya la UNESCO dio como plazo hasta el 2021 para que la construcción sea demolida, o sino Cartagena y Colombia perderán la calidad de Patrimonio de la Humanidad que hoy posee el Castillo de San Felipe.Excelente el programa que ha emprendido la Alcaldía de Medellín para aprovechar estos nuevos días de cuarentena para intervenir zonas en estado de deterioro y recuperar el espacio público que se había perdido. Las acciones inicialmente emprendidas en los sectores de La Bayadera y el Sagrado Corazón o Barrio Triste, son ejemplarizantes y deben servir de estímulo y de ejemplo para intervenir otras zonas en franco deterioro. ¡BRAVO!Como una cosa es planear y otra planificar, y otra cosa es no planear y no planificar, es prudente que aquellas construcciones de vivienda subsidiada que se entregan en obra negra después de muchos trámites y una alta dosis de paciencia por parte de los beneficiados, -que en la mayoría de los casos se originan por una tragedia previa como un derrumbe, una inundación, un incendio, un temblor u otra calamidad-, sean dotados de los servicios públicos elementales, entre ellos, ya no como cosa marginal, sino estructural, la conexión a INTERNET. Pongo como ejemplo la urbanización La Cabañita en San Cristóbal, una Unidad de 9 bloques de 6 pisos ocupada recientemente por sus nuevos dueños, un poco más de 50 familias cuyos niños no tendrán como acceder a la educación virtual forzada, a la cual nos tiene sometida la bendita pandemia.NOTA 1: Mi completa solidaridad con el Señor Gobernador Aníbal Gaviria Correa y su distinguida familia.NOTA 2: Mis agradecimientos a la casa EL MUNDO por haberme permitido comunicarme con ustedes a través de las 900 columnas que ajustamos hoy y que coinciden con la suspensión de actividades para el Periódico y mil gracias a ustedes por tomarse el tiempo para leer esta Columna de Opinión.Es un golpe duro para el fortalecimiento democrático y para el ejercicio de la pluralidad y la tolerancia, pero esta es la realidad que nos corresponde enfrentar, en un país como el nuestro. Una última invitación, a que vayamos siempre, con prudente optimismo, ¡DE CARA AL PORVENIR!
Puede ser que algunos de los escritorios en los que nos sentábamos quienes trabajamos en el Periódico EL MUNDO hayan estado ahí desde siempre, desde que lo crearon, a finales de la década de 1970. Sí, caminar hoy por su sala de redacción es como si se apreciara una instalación de Doris Salcedo, la melancolía de esos muebles parece decir que se apaga un sueño que comenzó el 20 de abril de 1979, cuando empezó a circular en Antioquia un diario con ideas fundamentales, como la de la libertad. Esa libertad no podía escapar de la cultura. EL MUNDO fue pilar del inicio de proyectos culturales que transformarían la vida de la ciudad, del departamento y del país. Basta con entrar al Archivo, buscar los folios del Pequeño Teatro, el Matacandelas, el Taller de Artes, La Fanfarria y darse cuenta cómo el Periódico de logo rojo, liberal, entrevistó a miles de artistas, entonces emergentes, creyendo en que nuestra realidad podría existir un sector cultural que se hiciera preguntas importantes.Lea también: Un sector que sigue sacando el sombreroAna María Cano, quien después fundaría La Hoja de Medellín, fue la primera periodista cultural de EL MUNDO. Después la reemplazó Ana Piedad Jaramillo, directora de los Eventos del Libro y exdirectora del Museo de Antioquia y el Teatro Colón. Vino entonces el tiempo de Maryluz Vallejo, hoy doctora en Ciencias de la Información, profesora Titular de Tiempo Completo del Departamento de Comunicación y jurado del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar este 2020. Cuenta Carmen Vásquez, periodista de moda, que cuando Darío Arizmendi era el director de EL MUNDO le dio a cada una su “reino”, le dijo a la periodista cultural que ella se encargara de lo artístico, mientras a Vásquez la mandó a los cocteles, a buscar a la “gente linda”, le permitió tener la primera página exclusiva de moda en estas tierras, guiado en lo que hacía la Revista Hola en España, para que así estuviera clarísimo qué era cultura, qué era entretenimiento, qué era moda y qué era sociedad.Desde sus inicios, EL MUNDO dedicó páginas enteras a la agenda cultural, que eran las más difíciles de editar, porque tenían la agenda de cine, la de teatro, los conciertos, los recitales, las presentaciones de libros, todo, independiente de los artículos periodísticos de una y dos páginas que hacía la sección de cultura.Antes de que su experticia fuera el periodismo político y de opinión, Luz María Tobón, directora de EL MUNDO, fue periodista cultural. Todavía tiene en su oficina una foto de su entrevista a un joven Fernando Botero. Ella, de mamá artista, de familia siempre amante de la cultura, defendió el periodismo cultural hasta el cierre, influyendo, de alguna manera, en que siguiera con cada cambio de dirección. Con la llegada de don Guillermo Gaviria Echeverri, quien respetó lo que hacía el Periódico en este campo, se dio vía libre a que ese saber no se apagara.Nombres como el de Pilar Velilla, exdirectora del Jardín Botánico y el Museo de Antioquia; María del Rosario Escobar, exsecretaria de Cultura Ciudadana de Medellín y actual directora del Museo de Antioquia; la maestra Patricia Nieto, quien guía la Editorial Universidad de Antioquia y es docente de la Alma Mater; o el crítico de cine Pedro Adrián Zuluaga, escribieron una historia cada día, por varios años, en la redacción de EL MUNDO, cubriendo cultura.El Mundo Semanal, el Imaginario y Palabra&Obra fueron los tres suplementos culturales que dijeron cosas muy importantes a la ciudad, al país. Óscar Valencia, jefe de diseño de EL MUNDO, contaba que Imaginario fue osado, despertando muchas molestias en algunos “paisas de Medellín”, cuando su editora puso en la portada la foto de dos hombres homosexuales, desnudos, después de una Marcha del Orgullo. Sus contenidos hablaban de la cultura como lo que somos, reflexionaban sobre la ciudadanía cultural. Palabra&Obra, por su parte, buscaba hacer reportajes de largo aliento con personajes que se destacaban en el campo cultural, teniendo en su portada a importantes creadores como Débora Arango, Gilberto Martínez, Víctor Gaviria, Fernando Botero, Félix Ángel, Cristóbal Peláez, Beatriz González, Alberto Sierra, Antonio Caro, Dora Ramírez, Leonardo Padura, René Uribe Ferrer, entre muchos otros. Una vez, el artista Richard McGuire, reconocido por ilustrar publicaciones como The New Yorker, nos hizo el honor de hacernos una edición especial de Palabra&Obra. Publicamos un especial completo sobre la salvaguarda del patrimonio de Frida Kahlo y Diego Rivera, hecho en Ciudad de México, analizamos muchas veces lo que hacían en el Ministerio de Cultura, cubrimos la Bienal de Venecia, la Feria Internacional de Arte de Madrid (España), Artbo, el Salón Nacional de Artistas, el MDE, la Fiesta de las Artes Escénicas, el Festival de Tango, los diez años de la Fiesta del Libro con edición especial, siempre estuvimos ahí, en cada evento, en cada lanzamiento, en cada nacimiento.Y cometimos errores, muchos, porque EL MUNDO siempre fue una escuela de periodismo cultural. Cómo les parece que una vez, matamos a alguien que revivió. Olga Elena Mattei estuvo muerta durante unos minutos, nos llamaron directamente desde la clínica a contarnos tal suceso. Lloramos, planeamos un especial, llamamos a Héctor Abad Faciolince, él nos dio su declaración sobre la importancia de Mattei para la literatura nacional y corrió a publicar en su Twitter que había muerto.Hasta que, de esas cosas que pasan, los médicos la revivieron, la reanimaron y no se murió. Desde entonces, Faciolince ha sido muy lejano. Es que en el Código Caracol, María Lucía Fernández publicó lo que pasó, en la edición de las 7:00 de la noche: “la inmediatez de las redes sociales le jugó una mala pasada al escritor Héctor Abad Faciolince”. Casi nos ahorca, publicó en su cuenta en esa red: “serán imbéciles los de EL MUNDO”...Vale la pena decir que defendimos causas importantes. Hay que agradecerle a Irene Gaviria y Luz María Tobón que nos permitieron ser autónomos en el contenido cultural. Fuimos nosotros quienes cuestionamos el cambio de vestido que les hicieron a los Silleteros, desconociendo que eran un patrimonio, con lo que hubo polémica nacional, cuando Aníbal Gaviria era el alcalde. No nos censuraron.Fuimos nosotros quienes iniciamos a hablar de los “hipster”, cuando todavía esa manifestación cultural era bastante desconocida.Gritamos duro con investigaciones. Nosotros nos dimos cuenta de que las Bibliotecas Públicas de Medellín habían sido cerradas por el gobierno de Federico Gutiérrez, desconociendo su importancia en la transformación social, con la excusa de ahorrar recursos del presupuesto público. Vaya error de visión política, por eso insistimos con varios artículos en que los Parques Bibliotecas eran la opción que tenía un niño de cualquier comuna de no caer en las redes de tráfico, su puerta de escape muchas veces a la violencia física y sexual. Incomodamos a Sergio Fajardo sobre la responsabilidad en las fallas en la fachada de la Biblioteca España, tanto que salió en portada diciendo “voy a hablar de la Biblioteca España, cuando yo quiera”, los memes no se hicieron esperar en las redes sociales.Cuando iban a sacar al maestro Alberto Correa de la Filarmónica, nosotros lo contamos. Insistimos en que el presupuesto para cultura siempre debía subir en el gobierno nacional, el departamental y el local. Y, sobre todo, le dimos voz a un sector que no encontraba en otros medios un espacio que valorara sus obras, que escuchara sus demandas, que necesitaba, en pleno siglo XXI, más que nunca, una presencia en la agenda pública.EL MUNDO insistió en la importancia de la formación artística para la infancia. Con su proyecto Educar Mientras se Informa y su Concurso Personitas de Colores, invitó a que los niños pintaran sus sueños. Otra cosa que hizo fue premiar con el Mundo de Oro a quienes durante decenios trabajaron por el sector, entre los ganadores estuvieron Graciliano Arcila Vélez, la Emisora HJCK de Bogotá, Guillermo Abadía Morales, Fanny Mickey, la Orquesta Sinfónica de Antioquia, la Cámara de Comercio de Medellín, la Biblioteca Pública Pilotoy la Emisora Cultural de la Universidad de Antioquia, Débora Arango, la Biblioteca Central de la Universidad de Antioquia, Carlos Castro Saavedra, el Instituto de Integración Cultural Quirama, Luis Alberto Correa, Rafael Sáenz Moreno, el Museo de Arte Moderno de Medellín, Luis Alberto Álvarez y la maestra Cecilia Espinosa, su última galardonada.En los comités de redacción, muchas veces nos peleamos con quienes nos preguntaban “y ese, ¿a quién le ha ganado?”, poniendo en duda la idoneidad de los artistas emergentes, peleamos por ellos como el futuro del sector y del arte nacional. La cultura también era un tema para abrir el Periódico, nosotros le dimos la portada al Salón Nacional de Artistas, cuando volvió a Medellín, en su edición 43. Juliana Restrepo y Jaime Cerón, sus directores, llegaron con la edición impresa de EL MUNDO a la apertura de aquel certamen, que durante sus tres meses contó con un cubrimiento diario, detallado, sobre lo que intentaban decir los curadores, que propusieron como tema el oxímoron “Saber-desconocer”.Cuando la notoriedad no abarcaba la obra de Pablo Montoya, cuando parecía que a la crítica local y nacional le faltaba creen en tal talento, nosotros reseñamos su Tríptico de la infamia, sin necesitar que el Premio Rómulo Gallegos nos validara lo grande el autor, porque pudimos verlo.Le puede interesar: ¿Seguro les hace falta la crítica?Que sea el momento para decirles gracias a los cientos de artistas, gestores, investigadores, profesores, curadores, comunicadores y colegas que nos buscaron para pedirnos una opinión, para ofrecernos sus contenidos, así como para criticarnos. Aprendimos juntos, crecimos juntos, hicimos historia juntos.EL MUNDO fue y será la casa de la cultura de Medellín, como quedará para la historia en su archivo, porque aquí pasaron hitos como que Gabriel García Márquez quisiera que la redacción del medio que soñó fundar se pareciera a la del diario liberal de Medellín, donde estuvo dando talleres y compartiendo con los periodistas.Gracias, EL MUNDO, gracias porque nos dejaste soñar que esa utopía que adoptamos, la de cambiar el mundo haciendo periodismo cultural, podía ser posible.
Con todo respeto, no comparto el criterio de quienes han venido criticando a la Corte Constitucional por haber declarado la inexequibilidad del Decreto Legislativo 580 de 2020, por el cual se dictaban medidas en materia de los servicios públicos de acueducto, alcantarillado y aseo, por el motivo que condujo a la adopción del fallo y que también expuso la Secretaria Jurídica de la Presidencia de la República: aunque, según el comunicado de la Corte, se dictó y promulgó en desarrollo del Estado de Emergencia Económica, Social y Ecológica, se expidió dentro del término de vigencia del estado de excepción y se encuentra brevemente motivado y lleva la firma del Presidente de la República, no fue suscrito por todos los ministros del despacho. Faltaron las firmas de los ministros de Salud –lo cual llama la atención en cuanto la emergencia fue provocada por la pandemia- y de Ciencia y Tecnología.Lea también: Cumplir la ConstituciónComo señala la providencia,” el mandato constitucional referente a que los ministros suscriban los decretos legislativos que se expiden en virtud del estado de emergencia económica, social y ecológica constituye una condición indispensable de validez de dichas normas, en la medida en que con este se garantiza, el principio democrático, durante el estado de excepción, pues se contrarresta el déficit de deliberación y se limita la facultad discrecional del presidente”.La exigencia constitucional de que estos decretos, además de las firmas del presidente, lleven las de los ministros –todos- no corresponde simplemente a un requisito de forma y sin mayor trascendencia. Por una parte, cuando hablamos de los estados de excepción –entre ellos el de emergencia- aludimos al ejercicio de una potestad extraordinaria del Ejecutivo, que normalmente no tiene a cargo la función de expedir las leyes –atribución que, por cláusula general de competencia, corresponde al Congreso-. Por otro lado, la Constitución es clara cuando expresa (art. 115) que las firmas de los ministros en los decretos los comprometen y por medio de ellas asumen una responsabilidad por las medidas y decisiones que adopta el Gobierno Nacional. Y, además, las normas superiores relativas a los estados de excepción exigen expresamente “las firmas de todos los ministros” y subrayan su responsabilidad. El 215, para el caso del Estado de Emergencia Económica, Social, Ecológica o por calamidad pública, estatuye: “El Presidente de la República y los ministros serán responsables cuando declaren el Estado de Emergencia sin haberse presentado alguna de las circunstancias previstas en el inciso primero, y lo serán también por cualquier abuso cometido en el ejercicio de las facultades que la Constitución otorga al Gobierno durante la emergencia”.Le puede interesar: Sobre las sesiones virtualesDe manera que no estamos ante un mero formalismo. Ni se puede sindicar a la Corte Constitucional de haber sacrificado el fondo de la medida en aras de la forma, o de no haber hecho prevalecer el derecho sustancial, como lo exige el artículo 228 de la Carta. Ella tiene a cargo la guarda de la integridad y supremacía de la Constitución, que exigió, en estados de excepción, las firmas “de todos” los ministros, no de algunos.Y el vicio no era subsanable, toda vez que al momento del fallo el decreto ya había sido promulgado y había entrado a producir efectos. En estas materias no se puede improvisar.
Duele la desaparición de EL MUNDO, después de más de 40 años de actividad ininterrumpida, con periodismo de calidad informativa y pluralidad de opinión. Desde hace dos años, cuando la publicación impresa diaria le dio paso a una semanal, el diario quedó herido de muerte porque había perdido su esencia. La desaparición de los periódicos impresos es una de las consecuencias nefastas de llamada revolución digital; nefasta porque los ha destruido sin sustituirlos por nada mejor.Lea también: Harry Sasson, la renta del suelo y las sopas MaggiLa prensa impresa, que resistió los embates de la radio y la televisión, agoniza en todos los países. Se cuentan por centenas los diarios desaparecidos y los que subsisten lo hacen en formatos cada vez más escuálidos y pobres en contenido. Sin la palabra impresa, la fuerza de la vieja sentencia, “lo escrito, escrito está”, se desvanece y con ella las exigencias del rigor informativo y de la clara separación entre la opinión y la noticia.Estas dos fueron las características señeras de EL MUNDO que nunca ocultó su carácter de diario liberal militante, pero abierto siempre a una amplia diversidad de opiniones, tanto en la época de Don Guillermo Gaviria, como en los últimos años bajo la orientación de su hija Irene y de mi querida amiga Luz María Tobón.El de Don Guillermo fue un liberalismo doctrinario, más bien clásico, cuya orientación intervencionista no lo apartó nunca de la defensa de la iniciativa privada como fundamento de la actividad económica en una sociedad verdaderamente libre. Por supuesto que, como periodista, fue también un liberal en el sentido partidista, aunque, el gran hacedor de empresas que fue, seguramente se habría sentido contrariado por la orientación anti-empresarial que aqueja a sectores amplios del que fue siempre su partido.Quizás a causa de la bancarrota ideológica del Partido Liberal, el liberalismo de EL MUNDO de los últimos años perdió su matiz partidista y se hizo más conceptual y de principios, buscando irradiar los valores de la democracia liberal y la iniciativa privada con responsabilidad social a las gentes de todos los partidos y la sociedad entera.Esa defensa de la democracia liberal se expresó en sus cuestionamientos al proceso de paz por su indiferencia frente a las víctimas de la Farc y las grandes concesiones hechas a lo que no era más que organización criminal que no representaba a nadie, como quedó en evidencia con las paupérrimas votaciones recibidas en las dos elecciones en las que ha participado.Su reconocimiento de la iniciativa privada como fundamento de la actividad económica y de la creación de riqueza, se manifestó recientemente en su insistente reclamo de la reactivación de la economía acompañada de la flexibilización de la contratación laboral.Pero quizás la más firme posición de EL MUNDO en los últimos años fue su incansable y persistente reclamo al gobierno a cumplir su misión fundamental de proteger la vida de los ciudadanos. No importa lo que el gobierno haga en cualquier ámbito, si no protege la vida de las personas está incumpliendo gravemente su obligación constitucional y lo que es en definitiva su razón de ser.Muchos años atrás, cuando, por incompatibilidad con mi actividad profesional, decliné la invitación que me hiciera a escribir en el periódico que acababa de adquirir, Don Guillermo, insistente, me dijo que escribir en EL MUNDO sería un honor.Le puede interesar: Una propuesta ilegal, inconveniente y peligrosa, pero imparableHace algunos años, por invitación de Luz María Tobón, EL MUNDO acogió generosamente mis artículos. Me sentí cómodo y complacido de hacer parte de tan noble empresa periodística y muy honrado, como había anticipado Don Guillermo.
Hoy he recibido la noticia: EL MUNDO, después de una tarea periodística de 41 años, ha decidido cerrar su fase de periodismo impreso. El entorno es cambiante, la evolución de hechos, tecnologías, épocas, conduce a decisiones y nuevas direcciones en los caminos que nos presentan horizontes distintos y nos hacen dejar atrás paisajes familiares a los cuales habíamos tomado un cariño como el del poeta cartagenero a los zapatos viejos. Algo diferente se abre en las perspectivas del futuro inmediato. Mis mejores deseos para FundaMundo, para la querida y admirada familia Gaviria Correa, y para la buena ventura de sus proyectos y su liderazgo, siempre inspirados en el bien para la comunidad y para Antioquia. Algunos de estos cambios son dolorosos, como lo es, en lo personal, este: se trata de una pérdida para el periodismo escrito en la región, y en Colombia. Pero EL MUNDO cierra este ciclo, como lo manifiesta su directora Luz María Tobón Vallejo, con la satisfacción del deber cumplido.Lea también: Alatriste: la punta de su espadaTermina para Antioquia una tribuna de decencia, de buen periodismo, de compromiso con la verdad. Se culmina la etapa de un esfuerzo colosal en pro de los intereses sanos de nuestro departamento, pionero para Colombia en tantos aspectos de progreso, de desarrollo, de apertura al futuro. EL MUNDO ha cumplido y constituye un gran honor ser parte, modesta y pequeña, de esta locomotora de la honradez y de la opinión crítica y creadora.Después de escribir la columna “Vestigium” durante veinte años -un total de 492 columnas, de periodicidad quincenal, casi ininterrumpidamente- vienen a mi teclado unas palabras que no puedo evitar, pues las asocio necesariamente a esta tribuna periodística: agradecimiento, aprendizaje, disciplina, creatividad.Cada uno de mis textos fue acogido respetuosamente por parte de los editores y de la dirección en estos años. Nunca he recibido la más mínima interferencia respecto a los temas y enfoques para los cuales con total libertad se me ha cedido el espacio. Siempre he sentido la presencia viva y efectiva de un genuino respeto por el diálogo inteligente, por el ir y venir de ideas ordenadas y rigurosas, expresadas dentro del marco de la consideración hacia la verdad y hacia el lector como un interlocutor merecedor de un trato digno y humanizante. Por parte de la dirección del periódico siempre recibí palabras de aliento, de buen criterio, de magnífica atmósfera de ejercicio de la inteligencia.Escribir Vestigium, con la variedad de tonalidades presentes en el entorno de las realidades contemporáneas, fue un hábito de disciplina, de investigación, de contrastes, de búsqueda de fuentes verificables. Una tarea constante de enriquecimiento y educación personal que tuvo que pasar por el tamiz del lector crítico y exigente, a quien también debo expresar agradecimiento. Mi padre, Hernán Gómez Atehortúa, fue el mejor lector, crítico y corrector que tuve. También asumí una tarea constante de aprendizaje en cuestiones de estilo y de forma periodística. No puedo olvidar las didácticas exposiciones de Arturo Giraldo Sánchez.Un “Vestigium” es la señal, la huella, la marca que deja el pie de un viajero sobre el camino. Hay algo relacionado con la memoria, con el registro de los datos de alguien que ha pasado por un lugar y ha dejado su impronta. Es el indicio de que por allí ha estado un “homo viator”: un viajero, frágil, perecedero, fugaz. Es también el rastro de un caminante que se esfuerza por perfeccionarse en una tarea que se ha impuesto. También el investigador es un sujeto que anda tras las huellas; la realidad -variada y múltiple- ofrece ante sus ojos algunas facetas, y es su tarea, la del investigador, hallar la parte de verdad que está inscrita en esas huellas. Para mí ha sido culminación de un rasgo esencial de mi vida: la búsqueda de explicaciones a las cosas que pasan, y de las cuales apenas tengo un entendimiento parcial en un entorno de asombro constante, infinito, inacabable. Mis columnas fueron posibles por aquella conversación inicial con Luz María Tobón Vallejo, cuando acogió, con tolerancia y generosidad, mis imperfectos intentos de practicar el arte de la columna.Le puede interesar: Incertidumbres y certezasTodos somos viajeros. También las instituciones dejan su huella: EL MUNDO deja un vestigio, una huella de decencia, de amistad, de buena escuela periodística: mi abrazo y mi voz de agradecimiento.
Los contemporáneos heredamos la civilización democrática moderna construida a lo largo de varios siglos por mujeres y hombres que entregaron hasta sus vidas para alcanzar la libertad, reconociéndola como el estado de cosas en el que las sociedades garantizarían las condiciones morales, jurídicas, institucionales y materiales para que el individuo-ciudadano se formara en capacidades para discernir eligiendo actuar para dar felicidad a su vida y a las de sus congéneres. En esa formación de la sociedad abierta, como la llamó Karl Popper, filósofos y activistas diseñaron los caminos de la libertad, enmarcándolos en fronteras que les dan sentido y su incomparable valor: la responsabilidad, con la que el sujeto asume las consecuencias de sus decisiones, y los derechos humanos, que enmarcan el respeto por los otros.Le puede interesar: Vida y presencia de Guillermo Gaviria EcheverriLa libertad como valor último de la vida y la sociedad necesita de instituciones sociales que la promuevan, defiendan y garanticen en igualdad de condiciones para todos los miembros de la sociedad. Una institución esencial para la civilización democrática y la garantía de las libertades es la de los medios informativos, responsables de ofrecer información confirmada mediante métodos exigentes de acceso y comprobación de los hechos, así como de mantener espacios para la presentación de opiniones plurales, a través de las cuales los ciudadanos conozcan y confronten ideas diversas. Esas calidades de los medios informativos no son reemplazables por otros canales de expresión, como las redes sociales, ni por los hoy promovidos influenciadores, que no se someten a las exigencias de la actividad periodística, así estos nuevos escenarios tengan amplia aceptación o incluso se les declare, erróneamente, como modernas ágoras.Vea: Desinformar y manipular en tiempos de covid-19Quienes recibimos gratuitamente las conquistas de la libertad no tenemos cabal conciencia de los esfuerzos y sacrificios para alcanzarlas; y a veces tampoco comprendemos qué significa ser libres. Fruto de ello, es la sacralización de una libertad que es más bien libertinaje, y que va en contra de la vida de las sociedades e, ingenuamente, termina propiciando abusos y engaños como los que se van revelando dramáticamente por la pandemia de covid-19 y su acelerada expansión, favorecida por la libertad de movilización e intercambios comerciales; dos de los más notables productos de la globalización de los mercados.Lea también: El caso Assange y los valores democráticosEn efecto, paralelo a la aparente plena liberalización del mundo que ocurriría con la liberalización de los mercados se han venido consolidando formas de autoritarismos estatales y privados, que se ejercen con la aparente complacencia de la ciudadanía. Tal aprobación, sin embargo, se hace dudosa, como se demostró en los abusos de Cambridge Analytica, con la manipulación de las voluntades producto del abuso del big-data y sus seductores discursos asociados a la seguridad, generalmente, o, como viene sucediendo en el marco de la pandemia, de la protección de la vida. Las manipulaciones producto de invasión a la privacidad, tolerada, repetimos, por los individuos, van así poco a poco haciendo parecer impráctico el ejercicio de la libertad. Lo invitamos a leer: Lecciones del escándalo de Cambridge AnalyticaA consecuencia de ese cerco a la democracia, asistimos a un dramático retroceso de los valores e instituciones de la civilización democrática. El derrumbe, acelerado por los efectos catastróficos de la pandemia, ha afectado a las instituciones políticas, al Estado y al sistema de medios de comunicación. Esta destrucción de bienes comunes va a exigir reflexiones y ojalá replanteamientos que posibiliten resignificar los principios y valores de la civilización democrática y repensar las instituciones sociales, para que ellas velen por la libertad, la solidaridad y el cuidado de la vida de los hombres y el planeta. Aunque en las incertidumbres, temores, egoísmos y desaciertos de este presente pandémico, el horizonte no parece esperanzador, nosotros mantenemos la confianza en el ser humano y su capacidad de discernir.Lea también: FundaMundo anuncia la suspensión parcial de actividades de El MundoCon estas reflexiones concluimos 41 años de historia del periódico EL MUNDO y su portal www.elmundo.com, en sus facetas de aporte de ciudadanía crítica, garantía del derecho a la información y garantía de la libre expresión de columnistas, colaboradores y ciudadanos. En la hora de hacer efectivo el cierre parcial de actividades, FundaMundo tiene enorme gratitud con directivos, periodistas, colaboradores, empleados, lectores, anunciantes que por cuatro décadas nos acompañaron a realizar estos ideales democráticos, que siguen vigentes. Esta Fundación seguirá trabajando desde estrategias edu-comunicativas para aportar a la formación de ciudadanos críticos que forjen una sociedad libre, participante y comprometida con el cuidado de la vida y la realización de la equidad.
Había una vez una ciudad, en la imaginación, donde quienes hacían arte, arte en todas sus manifestaciones, decían: “no hay críticos”, “hace falta crítica”, muy de dientes para afuera. Quizás, en esa ciudad, un “Macondo” como el de don Gabriel García Márquez, pero con escapularios y carrieles, sentían nostalgia por una crítica que, desde los años sesenta, tomó fuerza por una señora argentina que salía en televisión nacional, quien iba por todo el reino diciendo “qué sirve y qué no sirve”, siendo una especie de “última palabra”.Era una nostalgia fugaz, que duraba hasta que la señora crítica, ya en pleno siglo XXI y con otras maneras, ejercida por otros, les tocaba los talones y los hacía sonrojarse. Vaya que les molestaba su visita.En esa ciudad, hacer crítica era muy difícil porque, cuando la crítica beneficiaba a un museo, una galería, un artista, un grupo de artes escénicas, un músico o un escritor, había abrazos y besos. Las palmadas en la espalda y la sonrisa prolongada se repetían. “Me encantó tu artículo”, “esta nota estuvo maravillosa”, “que bien escrito”, “estas haciendo un trabajo increíble”, eran los comentarios que recibían los dos o tres “osados” que se atrevían a escribir, si los comentarios eran buenos.Ah, pero si hacían lo contrario, si la exposición no les parecía, si a la obra le faltaba coreografía, si el músico tenía letras pobres, en esa ciudad había una indignación colectiva, una orden de linchamiento, un deseo de acallar sus reflexiones, que llegaba a las reuniones sociales con otras frases: “es que ella es muy difícil”, “que texto tan desafortunado”, “que falta de generosidad”, “no nos quiere”, “no quiere al museo”, “no sirve sino para criticar”, y, entonces, se juntaban dos y tres señoras amigas a señalar a quien había tenido la “osadía” de desobedecer. El nombre de aquel autor o autora lo sacaban de las bases de datos y ya no le llegaban invitaciones para los eventos que ellas manejaban, e iban diciendo a quien pudiesen, que había que “evitarlo”. Diría el maestro Fernando González, el pensador de Otraparte, que en esa ciudad era imposible “vivir a la enemiga”.En la mitad, porque siempre hay agua tibia, también hacían parte de esa ciudad quienes “tiraban la piedra y escondían la mano”. Personas que no salían a defender al crítico, que afirmaban con la cabeza a quienes eran sus detractores, mientras a ella o él le decían, en privado, para que nadie se enterara, que “muy bien”, que siguiera así, “eso es lo que hace falta aquí, a ver si dejamos de ser tan montañeros”. Una especie de mercenarios de papel, con ganas de quedar bien con todo el mundo, incendiarios a través del otro.La crítica es un ejercicio que, en el periodismo, se ubica en el género de opinión, siendo una de las grandes medidoras de lo que llaman algunos la “libertad de expresión”, y sirviendo, en el caso del periodismo cultural, para la profesionalización del sector, porque la crítica permite que los creadores puedan detenerse a pensar, usaremos la palabra de moda, puedan “reinventarse” y entregar al público mejores obras.Lea también: Un sector que sigue sacando el sombreroDetengámonos un poco en la inmersión a la ciudad aquella, para decir que el público siempre será “el patrón”, el que tiene la última palabra, quizás por encima del crítico, quien, a su vez, no puede tener patrones, ni amigos, ni “gente que lo quiera”, porque su posición es la de la objetividad, desde su subjetividad. El crítico es autónomo en precisar que una obra carece de elementos o desborda los esquemas. Puede decir, bajo su responsabilidad, por eso firma y casi siempre da la cara a la hora de juzgar, lo que piensa que debe decir, sin importar a qué señor o señora le pueda molestar.Su rol en ese “ecosistema” del arte y la cultura es el de generar reflexiones, el de abrir debates, así algunos asuman sus posturas como algo “personal”, casi siempre porque los afecta. Señoras y señores de esa ciudad imaginaria, están equivocados cuando creen que les están ofendiendo, que les están atacando, la crítica es un ejercicio profesional, que no está pensando si la señora que dirige la entidad cultural es “linda”, “querida”, “importante”, sino que está revisando su trabajo, poco le interesa si es “regia” o “amiga de todo el mundo”.Entonces, es una lástima que la figura de la crítica o el crítico sea de “odios” y “amores”, porque esas reacciones parecen demostrar que, en el imaginario colectivo del terruño aquel, quedó marcada la idea de “conmigo o contra mí”, sí, la misma de “plata o plomo”, porque la vanidad y el ego de algunos son el verdadero problema del ejercicio crítico en esa latitud desconocida a la que viajamos.Decía recientemente la gestora cultural Margarita Garrido, cuando hablábamos de la ética en la cultura, que la dificultad de los roles en este sector, en gran parte, tiene que ver con que algunos creen que existe una “élite” de la cultura, un grupo de gente “importante” que “lidera” un sector. Algo así como los “Char” de la cultura, quienes se atreven a tomar una posición de “intocables”, lo cual, enfatizaba una gestora de la trayectoria y el respeto que tiene Margarita, solo termina por hacerle daño al sector.Por eso vale la pena preguntarse, ¿están seguros de que en esa ciudad imaginaria les hace falta la crítica?, porque, si la idea es jugar a un “sector cultural” del siglo XVIII, en el que reinan los “mandacallar”; la idea de democracia que defiende la libertad de expresión no puede existir.Esa frase histórica de Voltaire: 'Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo', es apenas el antídoto que los críticos deberían recibir del público, de sus colegas, de sus amigos y de sus opositores, en una sociedad que ha superado la idea de tener una libreta para apuntar enemigos, de carros bomba y corrupción. Si esa ciudad imaginaria no quiere “pasar la página”, como decía el señor crespo que fue su alcalde alguna vez, entonces que no exista la crítica, no la pidan, no la lamenten, y así este cuento siempre tendrá su final feliz. Un abrazo a David Valdés, de la Revista Rolling Stone. Hasta la próxima semana, amigos.
En contra:1. El comunismo ha sido de las peores pesadillas de la humanidad en dolor humano.2. Los dos más grandes líderes comunistas de la historia han sido al mismo tiempo los mayores genocidas. Entre Mao y Stalin mataron por gusto sádico, ambición y supuesta venganza a un número de personas inocentes superior a la población actual de Colombia.3. La mayor parte de los comunistas que aceptan la democracia en el fondo de sus corazones sueñan de todos modos con reemplazarla algún día por un sistema comunista.4. En general los comunistas son tan enfáticos en su convicción que con la mayoría resulta imposible hacer un diálogo que no parezca un ataque contra una religión.5. En medio de los auténticamente idealistas hay un buen número de personas con ideas comunistas que las han usado y las siguen usando exclusivamente para obtener beneficios para ellos mismos y para personas que piensan como ellos.Lea también: El fin de la historiaA favor:1. Si no es por la izquierda comunista la democracia no se hubiera transformado y seguiría siendo casi una injusticia institucionalizada como en sus comienzos lo era.2. Ha habido líderes de ideas comunistas que gobernaron bien democracias, y muchos de quienes han sido alguna vez comunistas luego se vuelven excelentes gestores de la democracia.3. La idea básica del pensamiento de izquierda de que no es justo que una minoría tenga beneficios excesivos por la penuria de la mayoría es perfectamente legítima.4. Por más que Cuba sea una pesadilla cotidiana para sus habitantes por culpa de Castro, especialmente por haber puesto misiles nucleares, hay menos crimen que en casi cualquier otro lugar del mundo.5. Mal que bien, sigue siendo cierto que la democracia capitalista que los comunistas tanto critican tiene serios problemas de corrupción e injusta redistribución.
La frase era de Mae West (eso le habían dicho) y todos los días se la repitió como una oración. “Las mujeres viejas vamos a todas partes”, se dijo subiendo las escaleras de su casa, mirando por la ventana, dándole de comer a los canarios que tenía en el patio de atrás, que eran tres y uno de ellos muy gordo; viendo la luna cuando se dejaba mirar y hasta cuando se pintaba las uñas. Le gustaba el color rojo vivo. También musitaba la frase al terminar de leer un libro o al apagar la radio después de una canción. Siempre apagaba el aparato cuando alguien estaba cantando y así la música y el canto le quedaba por un momento en la cabeza. Sonreía cerrando los ojos, que seguían siendo color almendra y redondos. A veces las arrugas se los rodeaban y le daban aspecto de nuez. Dos nueces, una a cada lado de la nariz un poco curva.Lea también: Un día de trabajoRebeca Abulafia, que por años siguió viviendo con su marido, aunque vivir, como nos contó, era ya una historia pasada, hacía tortas de miel y pasteles hojaldrados por pedido, arreglaba porcelanas quebradas (tenía herramientas de orfebrería, pinceles finos y pinturas italianas) y acompañaba al centro de la ciudad a toda amiga que se lo pidiera. La ciudad la atraía y buscaba cualquier excusa para salir del apartamento: necesitaba la gente, el ruido, una que otra emoción, ver cómo donde antes había algo, ahora se veía otra cosa.En los años que tenía, que eran los de la sequedad, Rebeca no había perdido el porte ni la risa. Conservaba unos buenos dientes. Y si bien el rouge le duraba poco en los labios, igual que el toque naranja suave que se aplicaba en las mejillas, la risa le compensaba estas faltas. Y a su marido, un buen vecino ya, le sonreía. Lo vio regarse por encima del sillón desde donde miraba el televisor. Por los días de esa expansión, el hombre había dejado de rezar (ya no creo en D’s, para que lo sepas, le dijo en 1999), se había olvidado de toda ingeniería (había ejercido la ingeniería civil) y los libros de su biblioteca ya no se movieron más. Cada tanto, la mujer los limpiaba para que el polvo no se tomara el lugar. Así que siguió atenta a que su marido no desapareciera. Lo oyó toser, moverse en el sillón, maldecir, pedir algo de comer o solicitar una bufanda. En días y noches, Rebeca llegó a la certidumbre que ya no era comida ni ropa limpia lo que ponía al alcance de su marido, sino ofrendas a un Buda. La mujer le había escrito a su hija: tu padre se infla como un globo, una tarde estallará o saldrá volando. Pero no te preocupes, ya sé qué hacer en este caso. La hija le respondió hablándole de una nueva casa, de un reconocimiento importante a su esposo (era médico) y de otro embarazo que había llegado a nada, a un aborto minúsculo (decía en un renglón de letra pequeña). Que el padre explotara o saliera volando, pareció importarle poco.Con la frase, las mujeres viejas vamos a todas partes, Rebeca, cuando no tenía nada qué hacer (pasaba cuando llovía mucho), se dio también a tejer. Y fue por los días del rouge que desaparecía en la boca (debe tener los labios secos, se dijo) cuando los pedidos de pasteles y tortas fueron disminuyendo, al igual que las porcelanas que se quebraban. Así que se miró las manos y se dijo: a tejer. Comenzó con unas carpetas, pasó luego a los calcetines. Hizo quipot (sombreritos para el rezo), tejió un par de bufandas en las que abundaban las lámparas de siete brazos y habló de sus tejidos en la sinagoga, en la parte donde se hacían las mujeres, sacando del bolso unas muestras. Las quipot gustaron mucho. Un sábado, en el rezo de la mañana, vio que algunos hombres las estaban usando. Se sintió muy bien. Ese día, leyendo las oraciones del sidur (libro de rezos), intercaló: las mujeres viejas vamos a todas partes, y lo dijo en voz alta. La mujer que estaba su lado, la esposa de nuestro panadero, la miró extrañada. ¿Qué dices?, le preguntó. Lo que hay que decir a esta edad, le respondió Rebeca. Sigue rezando.Tortas, pasteles, tejidos, una que otra reparación, caminatas acompañando a sus amigas a comprar o esperarlas mientras hacían una fila en el banco, lo que le servía a su marido y ponía encima de la mesita al lado del sillón, la comida que les daba a los canarios, lo que miraba por la ventana, el rouge que se le caía de los labios, todo esto comenzó a anotarlo, Rebeca Abulafia, en una libreta. Y a esas notas le agregó entradas a lugares equivocados, cines en los que la película la durmió, restaurantes pequeños en los que alguien le guiñó un ojo, calles interminables bajo el sol, taxistas que nunca le hablaron y la miraron por el retrovisor, no fuera y ella sacara una pistola y se las pusiera en la nuca (esto que anotó la hizo sonreír, no tenía cara para hacer esto). La libreta era pequeña y gorda, las páginas tenían renglones y su letra era como una marcha de hormigas. Y algunas de las notas las hizo con letras hebreas. Si alguien va a leer esto, que lo lea en todas las direcciones, se dijo. También añadió algunos dibujos, lo que la llevó a la infancia. Los barquitos abundaban a lo largo de esas notas, al igual que trenes que echaban humo.Las mujeres viejas vamos a todas partes, no estaba mal la frase de Mae West, la de la cintura de avispa y muchos hombres detrás. La del cine en blanco y negro y un pianista que ambientaba la escena. Pobre Mae, suspiró Rebeca en medio de un juego de cartas. Y las otras que jugaban con ella, preguntaron: ¿quién es Mae? ¿Un perrito? Rebeca, ya sin rouge en los labios, les sonrió.-Es una mujer vieja- les dijo.-¡Ah!- dijeron las otras y volvieron a sus cartas. Rebeca pensó que con rabia o susto, pues escupieron sobre las manos para que no las tocara el mal de ojo. Por los días de Rebeca Abulafia (que fueron muchos y variados), muchas de esas mujeres habían atravesado el mar con maletas grandes en las que se escondieron algunos demonios y duendes de la vieja tierra. Y a esos había que escupirlos e incluso machacarlos, si aparecían en la tabla de la cocina o en alguna conversación. Claro que en ocasiones aparecían en las camas, pero las jugadoras de cartas se hacían las dormidas.La ciudad con sus calles arboladas, avenidas cargadas de vehículos, semáforos cambiantes, buses repletos, taxis amarillos, gente con sombrero y sin él; con avisos y vitrinas donde se exhibían desde ollas a pequeños santos de yeso, aceras donde algunos trataban de vender algo medio escondido, mujeres de caderas amplias y tacones, edificios con porteros mirando el teléfono o leyendo el periódico, fue el escenario vivido de Rebeca Abulafia, sin contar resolanas, lluvias largas y cortas, y predicadores de la Biblia en algún parque. Y cuando llegaba a su casa, descansaba. Aunque hubo una ocasión en que llegó, calentó agua y luego puso sus pies adentro de la palangana, tomó una navaja de filo delgado y, frente a su marido, se rebanó un callo. El hombre la miró con cansancio: un día de estos caerá uno de tus dedos a mi lado y yo vomitaré.-Te hará bien-, dijo Rebeca.Pero lo del dedo no pasó y ella siguió caminando, subiendo y bajando escaleras, y en ocasiones saltando en la acera como si jugara a la rayuela. Unas veces la miraban y otras no. Una vecina le preguntó:-¿No estás muy vieja para eso?- Rebeca le dijo que no. El rouge de los labios solo le cubría el labio inferior, lo que le dio el aspecto de alguien que hubiera perdido los dientes de adelante. Pero cuando sonrió se le vieron completos, aunque un poco amarillos. Ella se los cuidaba mordiendo raíces secas de limoncillo. Ese día de la vecina, se preguntó si valía la pena seguir tejiendo, pero llegó a la conclusión de que cada tanto no vendría mal juntar una hebra de lana con otra. No le dijo nada a la vecina, que parecía clavada a la puerta del edificio. La tarde ya estaba cayendo y esa mujer era un reguero de luces y sombras.Rebeca Abulafia caminó y caminó (aunque cuando le dolían las piernas se calmaba el dolor con anti-inflamatorios), a veces con una caja de tortas y pasteles, en otras con un paquete que contenía hilos y agujas, las más yendo y viniendo como un pájaro. Y mientras lo hacía y los relojes marcaban las horas, enterró al marido (en la sinagoga, rezando el kadisch, sus amigas le pidieron que llorara), tejió más calcetines y bufandas y al final, después de escribirse muchas veces con su hija y anotar cosas en la libreta, hizo las maletas, cerró la casa y tomó el tren de la tarde, un día asoleado. ¿A dónde se fue? No lo sabemos. Quienes hablaron con su hija no recibieron ninguna respuesta convincente. O sí, que andaba por alguna ciudad, parando en las esquinas a tejer y a pintarse los labios. Y que en la espalda lucía un cartel: las mujeres viejas vamos a todas partes.Lea también: En viaje-Claro que esto no es fácil de creer- dijeron los judíos del edificio cercano al apartamento donde vivía Rebeca. A uno de ellos, a don Abraham Selig que sabía de herramientas y tenía una ferretería, Rebeca Abulafia le había dejado la llave de la puerta, pidiéndole que, si entraba, no destapara nada. Y fue don Abraham el que acotó:-No se dice creer sino aceptar, admitir, certificar. Uno cree en cualquier cosa-. Se oyó el canto de los canarios cuando lo dijo, lo que fue raro, pues Rebeca Abulafia se había ido con ellos. Cuando salió con las maletas y la jaula en la mano, se la veía muy graciosa. La vecina esa de cuando la vio jugando a la rayuela, dijo: ni tanto.
FICHA TÉCNICATítulo original: Den Skyldige Año: 2018 Duración: 85 minutos País: Dinamarca Dirección: Gustav Möller Guion: Emil Nygaard Albertsen, Gustav Möller Música: Carl Coleman, Caspar Hesselager Fotografía: Jasper Spanning Reparto: Jakob Cedergren, Jessica Dinnage, Omar Shargawi, Johan Olsen, Maria Gersby, Jakob Ulrik Lohmann, Laura Bro Productora: Nordisk Film Género: ThrillerLa ópera prima del director danés Gustav Möller ha recibido los mejores comentarios de la crítica internacional. El drama The Guilty es sorprendente por las limitaciones de locaciones y actores que tiene 85 minutos de duración y tiene prácticamente un solo actor cuyo accionar se desarrolla en un espacio limitado, la estación de policía, donde lo más importante es lo que se escucha detrás del comunicador.Lea también: Bacurau, la cinta brasileña surrealista que llama la atenciónThe Guilty es la historia de Asger Holm (Jakob Cedergren), un ex oficial de policía que ha sido suspendido de sus funciones y relegado a ser un operador del servicio de emergencias mientras se investiga una de sus actuaciones en su labor por corrupción. Durante su rutinario turno de noche, recibe la extraña llamada de una mujer aterrada y se da cuenta de que la mujer al otro lado del teléfono ha sido secuestrada. Pero él no puede moverse de esa mesa, desde allí tendrá que ayudarla.Él no puede moverse de esa mesa, desde allí tendrá que ayudarla.En primer lugar, The Guilty, tuvo importantes reconocimientos de la crítica internacional en 2018, como: el Premio del Público - Drama Festival de Sundance, Mejor Guion en el Festival de Valladolid, Mejor película extranjera en National Board of Review (NBR). Los reconocimientos ayudan a fortalecer una cinta que está bien estructurada a partir de un guion sólido, cuyo eje es la tensión que va creciendo a medida que avanza la película, gracias especialmente al trabajo de sonido y a la impecable interpretación del actor Jacob Cedergren, quien está frente al intercomunicador.Para el director Gustav Möller, el sonido tenía que cumplir un rol fundamental en la cinta, porque para él, el espectador era pieza clave para entender lo que pasaba en la película, donde la mayoría de sus escenas se desarrolla en una pequeña estación de policía. Entonces, con el sonido lo que se buscaba era recrear las imágenes de lo que se escuchaba en el filmeAsí lo manifestó en una entrevista para el portal el asombrario.com: 'No siempre se está hablando en la película, incluso diría que se habla poco. Sin embargo, todos los sonidos que se oyen a través del teléfono, las sirenas del coche de policía, los limpiaparabrisas barriendo la lluvia, Rashid abriendo la puerta, sus pasos en la casa vacía, todo esto crea imágenes. Trabajamos mucho el sonido ambiente de la película. Basta con oír el motor de un coche para imaginárselo. Una puerta que se abre crea una casa. Dibujamos las imágenes con sonidos'.Además, la sólida actuación de Jacob Cedergren es fundamental para potenciar el filme. La forma como encara las situaciones, a pesar de la adversidad, lo llevan hasta los límites y entiende que la única posibilidad de salvar a Iben (la mujer que dice ser secuestrada) es a través del celular. El personaje es intenso física y mentalmente, él va exteriorizando de manera progresiva la ira de un personaje que hace todo lo posible para pasar desapercibido. En The Guilty, un cuestionado policía intenta hacer el bien.Le puede interesar: Young Ahmed es la búsqueda de la fe radicalizada en el IslamComo lo manifiesta Möller en la entrevista: 'Su trabajo le obliga a estar en un único entorno, como lo está el público mientras ve la película, nada más'. Y es allí, en qué radica el éxito de un filme que tuvo muchas limitaciones en la producción por el poco presupuesto, '...las limitaciones nos obligan a aportar nuevas ideas, a probar con cosas nuevas'. Asimismo, el director utilizó en su forma narrativa algunos elementos de dos de sus cineastas favoritos: Sidney Lumet y Martin Scorsese para aumentar la tensión en la escena. Así lo afirmó en la misma entrevista:Desde luego. “Hace que aparezcan sentimientos transversales y dejen entrar el caos. Por ejemplo, la película Tarde de perros (1975), de Sidney Lumet, con Al Pacino. Me gusta el ambiente estresante que afecta a la interpretación. Leí varias entrevistas, me fijé en cómo la rodaron con largas tomas y varias cámaras. Hice lo mismo con The Guilty. Al usar tres cámaras y hacer tomas muy largas, tengo suficiente imagen para montar en tiempo real, no hace falta repetir tomas. El momento es único”.Parece que sus referencias han sido Lumet, Scorsese, el cine de los 70…“Sí. Lumet y Scorsese son dos de mis cineastas favoritos. Son de la gran época del suspense. Creo firmemente que el cine debe ser entretenido, pero que también debe conmover, debe ser complicado, debe hablar del ser humano, de la política, como hacían entonces. Lo que más me gusta de una película es que presente un reto y que me entretenga a la vez. Lo paso realmente bien cuando la tensión me obliga a inclinarme hacia delante en mi butaca, entonces descubro más cosas”.BSO RECOMENDADA‘Highlander’ Compositor: Michael Kamen y QueenEn 1986 llegó a la pantalla ‘Highlander’, una historia que cautivó a millones de seguidores en todo el mundo. El director Russell Mulcahy plasmó una idea que permitió desarrollarla en cinco películas más y una serie de televisión y se convirtió en una película de culto.El score de 'Highlander' fue escrito por el compositor Michael Kamen (1948 -2003), quien trabajó estrechamente con Brian May, de Queen, en la creación de la partitura; Kamen escribió la mayoría del material orquestal mientras que May escribió el tema de amor de la película, 'Who wants to live forever', y algunas canciones adicionales para la banda sonora de la película, incluyendo 'A Kind of Magic' y 'Princes of the Universe'.Y la banda sonora extendida como celebración de los 25 años de esta película ya se puede escuchar en www.bandassonoras.coFacebook: Bandas Sonoras
FICHA TÉCNICAAño: 2019 Duración: 132 minutos País: Brasil Dirección y guion: Kleber Mendonça Filho, Juliano Dornelles Música: Mateus Alves, Tomaz Alves de Souza Fotografía: Pedro Sotero Reparto: Udo Kier, Sonia Braga, Jonny Mars, Chris Doubek, Karine Teles, Alli Willow, Brian Townes, Antonio Saboia, Barbara Colen, Thomas Aquino Productora: Coproducción Brasil-Francia Género: Acción. Thriller. Western | Realismo mágicoBacurau es un pueblo imaginario al nordeste de Brasil que sus directores Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles han creado para entregar la última producción de ese país. Una historia apasionante que nos recuerda al estilo de Sergio Leone con sus películas del oeste de los años sesenta. Bacurau es un western demente y sicodélico que llama visualmente la atención por su historia salida de una idea descabellada y sangrienta.Lea también: Adam la ópera prima de Maryam Touzani es sencilla y mágicaLa cinta avanza hacia el enfrentamiento entre los residentes de una aldea matriarcal y un grupo de visitantes norteamericanos adinerados, liderados por Udo Kier, que han acordado cazarlos por deporte. Lo que no esperaban ellos, en esa tierra olvidada, era que sus habitantes con la ayuda de una droga psicotrópica defendieran sus vidas.Los directores comenzaron a idear la película en 2009 y se demoraron diez años en volverla realidad. Las dificultades que tuvieron para conseguir los recursos y hacer todo el proceso de promoción y distribución fue complicado en su país. Y eso, que Bacurau obtuvo el reconocimiento de la crítica internacional y de las organizaciones de festivales, pero no fueron suficientes para tener apoyo del gobierno brasileño y la negación de los permisos por parte de Ministerio de Cultura para filmar en su país.A pesar de ello, la cinta obtuvo el Premio del Jurado (ex-aequo) en el Festival de Cannes, al igual que la Mejor dirección. Además, obtuvo el Premio de la Crítica y Jurado Joven del Sitges Film Festival y Mejor música original en el Festival de La Habana.Además, el reconocimiento de tres premios más en el ABC Cinematography Award, Mejor película extranjera en el Key West Film Festival, tres más en Lima Latin American Film Festival hacen parte de la cadena de estímulos que ellos han conseguido sin el apoyo del gobierno de su país. Otro aspecto para destacar, es que, en su país, demostró que fue un éxito en la taquilla, recaudando $2.6 millones de dólares y superando a cinta como Knives Out Bohemian Rhapsody.¿Qué es Bacurau? una historia fascinante por la forma en que se construyen sus personajes a través de un hilo argumental que mueve al espectador. Dos personajes, ambos femeninos sostienen gran parte de la película, pero hacen papeles secundarios: Teresa (Barbara Colen), la profesora que llega a su pueblo natal para asistir al entierro de su abuela de 94 años y Dominga (Sonia Braga), la médica local que es alcohólica, pero que defiende con coraje la vida de sus vecinos.También, hay que sumar otro tanto de personajes creados para el filme: un trovador, una dulce prostituta, su proxeneta pelirroja, un gángster reformado que no puede entender cuál debería ser su nombre civil, y un DJ que proyecta videos de YouTube en una pantalla móvil en el centro de la ciudad y lanza alertas de noticias en vivo a través de su sistema de altavoces para que todo Bacurau las escuche, un alcalde corrupto que busca comprar con sus votos a la población enviándoles alimentos vencidos y libros de segunda para la incipiente biblioteca.Es una cinta que recoge a través de su historia el inicio de una defensa de la comunidad por sus tierrasY por supuesto, Bacurau, el pueblo, es atípico por lo pequeño de su población que tiene: biblioteca, museo, iglesia, farmacia, emisora ambulante, prostitutas, escuelita, parque y una banda de forajidos buscado por la justicia.Bacurau es un pueblito olvidado en la extensa geografía brasileña, pero sus habitantes están orgullosos de lo que tienen, ya que las raíces siguen intactas. Hay una escena, donde el maestro de la localidad muestra a sus alumnos donde está ubicado el pueblo de manera digital y no aparece registrado. Y así es el comienzo del asedio de ese grupo de soldados americanos liderados por un cínico Udo Kier que quieren borrar a Bacurau sin que su población y el mundo se enteren de los propósitos que tienen.Bacurau se convierte en un pueblo más olvidado, con un alcalde corrupto que ha cerrado la presa de agua para suministrarle el precioso líquido a sus habitantes, el carro tanque con agua que lo lleva el baleado y se pierde algo del mismo. El aislamiento de las comunicaciones, el bloqueo de las señales de celular, el dron en forma de platillo volador que vigila los accesos al pueblo, el cerramiento de sus vías son el comienzo de una cinta que recoge a través de su historia el inicio de una defensa de la comunidad por sus tierras y habitantes, con una Sonia Braga brillante que llena la pantalla con la actuación.Le puede interesar: Les Misérables: La fascinante historia de Ladj LyFinalmente, Bacurau es una cinta surrealista que entra al género de acción en un formato de pantalla ancha, al estilo western italiano de los años 60, que desemboca con escenas violentas y el anhelo de una comunidad que quiere sobrevivir. Un filme que cuestiona los principios estéticos y morales de una población y la fantasía por lo cruel en algunas escenas que tocan el alma de los espectadores.BSO RECOMENDADA‘The Bodyguard’Compositor: Alan SilvestriCon 44 millones de copias vendidas ‘The Bodyguard’ encabeza el listado de los soundtrack más vendidos en la historia. La canción más popular de este álbum de 1992 fue «I Will Always Love You», interpretada por la fallecida Whitney Houston. Escucha nuevamente su música en www.bandassonoras.coFacebook: Bandas Sonoras