William Ospina, novelista, poeta y ensayista de altísimos méritos

Autor: Lucila González de Chaves
15 septiembre de 2019 - 06:51 PM

Lo caracterizan la propiedad y la  capacidad para inyectar a la poesía, reflexión y filosofía; al ensayo, lirismo; a la novela, historia; a la historia, novela.

Medellín

1. ¿Qué lo caracteriza?

En la segunda mitad del siglo XX y en este principio del XXI, uno de los más destacados escritores colombianos es el tolimense William Ospina (1954).

Es brillante en la novela, en el ensayo, en la poesía. Lo caracterizan la propiedad y la capacidad para inyectar a la poesía, reflexión y filosofía; al ensayo, lirismo; a la novela, historia; a la historia, novela. Es deslumbrante su lenguaje por la expresividad, la amplitud de fraseo y ese secreto encanto de la armonía en las palabras.

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2. Su producción novelística

Guayacanal

Es su última novela, la que bien podría llamarse Los pasos del recuerdo o El camino del regreso.

Presenta el espacio y el tiempo de su niñez, de una manera exquisita: amor por sus antepasados, nostalgia de lugares, evocación de personajes cosidos a su propia vida. Es la amada y respetable historia de bisabuelos y abuelos valerosos, avasallando montañas y breñales, abriendo trochas y claros en los montes y laderas, explorando cañadas y atravesando hondonadas, en cuyo fondo rugen los ríos, examinando desfiladeros para fijar al borde de alguno de ellos sus casas, pocas primero; muchas después, hasta convertirse en un poblado, al que llamaron Guarumo, y, que, pasados los años, su cura párroco, viajero por Europa, de regreso, le pondría el nombre de Padua; el pueblo que vio nacer al autor Ospina en 1954. Las extensas tierras colonizadas por sus bisabuelos se llamaron “Guayacanal”, tierras fructíferas, de campesinos generosos y honrados, que luego serían acosados, robados, asesinados o echados por la guerrilla, en la década del cincuenta.

El autor, en compañía de la familia que ha formado, emprende el camino del regreso para paladear el agridulce sabor de las cosas idas, las veneradas imágenes evocadas veraz y nítidamente, fijadas para siempre en las hermosas y emotivas fotografías que acompañan el libro; el autor nos ubica con precisión en cada época, en cada lugar, para sentir, desde las entrañas que es nuestra propia historia, la que estamos leyendo.

Dos adolescentes que acaban de casarse, Benedicto y Rafaela, los bisabuelos del autor, salen de Sonsón a abrirse paso en la vida con solo un corazón fuerte y las ansias de triunfar: recorren, sin cansancio y con empuje, las tierras ariscas, los amenazadores pasos por las montañas de Antioquia, Caldas y el Tolima. En las hondonadas y en los montes del Tolima hay mucha tierra virgen: todo es selva, monte, desfiladeros, cañadas profundas que cubre la neblina…; en alguno de esos sitios desafiantes y escabrosos, rudimentariamente, construyen su casa.

Entre los hechos dramáticos, cito este: Santiago de 23 años, ha sido mortalmente herido a machete; los peones lo cargan en parihuela durante largas siete horas buscando, ellos y los amigos y vecinos en comitiva, un pequeño pueblo en donde puedan atender al herido, pero…. Santiago sigue desangrándose, y un hilo rojo va marcando el camino que lo lleva hacia la muerte….

Y, el poeta que hay en William Ospina, hace presencia en la novela; de ello dan cuenta las páginas 164 y 165; en ellas, vamos siguiendo el rumbo de una pequeña nube que nace en la profundidad de un cañón tolimense; va creciendo y ronda por montes y breñales; cambia de forma y de colores, y se desata, al fin, al atardecer, en un tormenta aterradora.

La conquista de América

En la trilogía sobre la conquista de América, (“Ursúa”; “EL país de la canela”; “La serpiente sin ojos”) es inigualable la maestría del autor en la descripción: la fauna y la flora; la crueldad de los españoles con los indios y entre los mismos españoles; las rencillas; las envidias. Y, al lado de todo esto, la indomable voluntad del español por encontrar más oro en todas las regiones conquistadas; su alelamiento frente a los tesoros en posesión de los indios, a los que se los fueron arrebatando con odio y crueldad y, peor aún, a costa de la propia vida:

Ursúa

Es su primera novela (año 2005). Advierte que lo que cuenta son historias reales: las aventuras de los conquistadores, entre ellos Diego de Almagro y Fray Gaspar de Carvajal. Además, la angustia del cacique TIsquesusa escondiendo el tesoro de la inatajable ambición de Quesada.

Doscientos cuarenta españoles remontaron los nevados, llevando consigo cuatro mil indios, dos mil llamas cargadas de herramientas, dos mil perros de presa y dos mil cerdos: van en busca del “oro en astillas”; en esta expedición, el más sangriento de los conquistadores es Pedro de Ursúa. El autor narra la historia desde que Ursúa fue amamantado por una cerda; luego, cuando abandonó la isla de las salamandras para ir a saquear aldeas de niebla, hasta el momento de crueldad (y alivio para los indios) en que la cabeza triste y desfigurada del tirano se ennegreció en la jaula.

Ursúa no había cumplido diecisiete años cuando se embarcó. La regencia que alcanzó era un favor del emperador, pero a Ursúa lo llenaban de miedo la lejanía agobiante de España y los desmesurados peligros….

Lo que sigue es una imparable crueldad y los despiadados tormentos para los indios.

El país de la canela

El país de la canela William Ospina

Ospina ganó el Premio Rómulo Gallegos en 2009 por su novela El País de la canela.

El tema es, de nuevo, la historia de la barbarie conquistadora. Ahí están los conquistadores: Pizarro, Cabeza de Vaca, Enciso, Ojeda, Pedro Arias de Ávila, Balboa quien “entendía mejor a los hombres y sabía conquistar sin destruir; el más hábil negociador con los indios”. Fue él quien “comprendió que las aventuras del futuro estaban en ese mar occidental” (el Pacífico).

Todos están buscando esa riqueza extraña, que tiene la corteza roja, la “que altera las bebidas…; la canela que es oro, pero astillado en aroma…. En el Cuzco, Gonzalo Pizarro oyó por primera vez hablar del País de la Canela: arboledas rojas de árboles leñosos y perfumados, un país entero con toda la canela del mundo”. (pp. 53, 54).

 

La serpiente sin ojos

Con la noticia del mar apenas descubierto, la Corona española se animó a fletar una expedición de conquista; obispos predicaron en España que un mundo lleno de riquezas estaba esperando en las Indias…. Dos mil doscientos hombres se embarcaron…”. (p. 21).

Ahí están, otra vez, como personajes crueles y ambiciosos, entre otros, Gonzalo Fernández de Oviedo que “todo lo veía y todo lo nombraba”, Pedro Arias de Ávila, el jefe de la expedición, “el hombre que sabía que era muy difícil encontrar por los caminos un ataúd de su talla y viajaba siempre con su propio féretro de lujo, en el que cada noche dormía para irse acostumbrando a la muerte”, (p. 22).

Por el color, su enormidad y la fuerza de su caudal, fueron reconociendo el río… el Marañón; pero, estaban afanosos por llegar al país de las Amazonas…; una expedición cada vez más confusa y desorientada, en la que Lope de Aguirre creaba las mayores discordias. Alguno de los expedicionarios, dice al fin de la novela: “En Barquisimeto, cuando mataron de pronto a Lope de Aguirre, y su cabeza fue exhibida en una jaula… fue cuando comprendí la razón de ser del viaje, la enseñanza que tenía guardada en sus escamas la serpiente sin ojos, como llamaban al río, las gentes de la selva”. (p. 288).

3. La destreza ensayística del autor

¡Tan maestro en la novela como en sus ensayos!

P’a que se acabe la vaina

El brillante tolimense, con lupa y bisturí, analiza a Colombia, como si ella fuera un enorme texto de estudio sobre diversos aspectos: política, religión, gobierno, cultura, economía, riqueza del suelo y del subsuelo, el hombre nativo; y, empieza a examinar parte por parte este, que la historia siempre nos ha mostrado como: ¨Nuestro lindo país colombiano¨.

El ensayo citado es la otra cara de la historia patria; la que no nos enseñaron en el colegio. Historia escrita con dolor y con verdad.

Hace algún tiempo, en su entrevista con Yeison Camilo García, el autor afirmó : “Es necesario que la sociedad rompa con el discurso perverso y mezquino de la política, y descubra dónde están las grandes ideas, sueños y puertas abiertas, para que las nuevas generaciones dialoguen con el mundo y participen en los grandes debates de esta época”.

William Ospina escritor

Sus obras han sido elogiadas por figuras tan célebres como Vargas Llosa y García Márquez.

¿Dónde está la franja amarilla?

En este análisis formula los graves problemas que tiene Colombia y que nadie se ha esforzado por resolver; y hasta los empeoran.

Pero… ¿qué, de la franja roja?, ¿y qué de la azul?

Estos profundos y permanentes dolores de la patria, esbozados en este corto libro, están sabiamente analizados en el ensayo: P’a que se acabe la vaina.

En busca de Bolívar

Es al mismo tiempo biografía y ensayo. William Ospina nos presenta, en un muy exclusivo estilo, su visión personal de Simón Bolívar, el hombre que convirtió sus sueños en valerosas acciones; el ejecutor de una gesta libertaria, tal vez, sin precedentes; el héroe que, al final de su vida, fue el hombre más solo, más vituperado, más enfermo, más desamparado…. Solo la muerte consiguió dar vuelta a la página y convertirlo en un símbolo para la historia americana.

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Otros ensayos suyos son: Es tarde para el hombre; Esos extraños prófugos de occidente; América mestiza; El dibujo secreto de América latina.

En este último, hemos leído el, tal vez, más brillante, preciso y agudo análisis de la novela de García Márquez: Cien años de soledad.

4. Su iluminada palabra poética

Esa palabra musical, esas frases sonoras, bellas y profundamente concebidas al mismo tiempo, están por todos los rincones de sus obras.

“En la punta de la flecha

 ya está, invisible, el corazón del pájaro.

En la hoja del remo

ya está, invisible, el agua.

En torno del hocico del venado

ya tiemblan, invisibles,

las ondas del estanque.

En mis labios ya están,

invisibles, tus labios”

(El amor de los hijos del Águila)

 

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Comentarios:

Edgar
Edgar
2019-09-16 07:48:48
Quedo con el magnífico sabor de saber, un poco más, acerca de William Ospina, a quien poco he leído, pero a quien leeré con más entusiasmo. Gracias Doña Lucila!

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