Ante la pérdida de sectores clave, como la educación, los medios y la justicia, no se observa nada diferente de la resignación
Una de las frases más citadas, no sólo en Colombia, es la definición de la guerra como la continuación de la política, por otros medios, el único renglón conocido de Vom Kriege (De la Guerra) fuera de las academias militares. Esta obra recoge la mayor parte de las lecciones dictadas por su autor en la Academia Militar Prusiana de Berlín, de la que fue director los últimos 13 años de su vida (1780-1831).
El libro de Clausewitz es bien pesado, pero se inicia con una frase feliz, menos citada que la otra: La guerra es un comercio cuya moneda es la sangre, que él personalmente vio correr a raudales durante las guerras napoleónicas, en las que alcanzó el grado de mayor general.
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El año que siguió a su muerte, la amorosa viuda publicó una reducidísima edición de los apuntes del estratega. El libraco pasó desapercibido, pero a finales del siglo xix tuvo un lector, que lo encontró en una biblioteca pública en Suiza, V.I. Lenin, quien lo asimiló profundamente. La influencia del gran pensador militar sobre el gran revolucionario no se encuentra, obviamente, en la tediosa pero impecable aproximación técnica de Karl Von Clausewitz a los detalles de las campañas y batallas de Napoleón, sino en la importancia que en el pensamiento de Lenin tienen la noción de Estado Mayor, la coordinación de todas las fuerzas disponibles y la minuciosa planeación de todas las operaciones, para lograr el fin buscado.
Esa inesperada lectura hizo que el desconocido libro del prusiano influyese en la historia universal como coadyuvante de la más terrible revolución. No es de extrañar que a partir de entonces esa obra fuese reconocida como una gran contribución a la teoría militar.
Volviendo al libro, apenas quiero referirme 1. Al presupuesto de que la guerra es “limitada, impredecible y dañina”. 2. Al hecho de que forma parte de la política normal y pragmática[1]. 3. Que para obtener una victoria completa hay que disponer razonablemente de todos los recursos convenientes. 4. A la absoluta supeditación de las fuerzas armadas al poder civil (o al partido, en el esquema leninista)
Durante los lamentables años del proceso de paz de Belisario Betancur encontré a Von Clausewitz, cuyo pensamiento tiene ahora mayor vigencia, porque, si bien el enemigo es el mismo ahora está mejor preparado. Su secreto y autoritario Estado Mayor ha adquirido en estos 30 años inmensa experiencia; sus recursos económicos se han incrementado exponencialmente; la infiltración en todos los órganos del Estado es determinante; en la batalla de la información ellos van mucho más adelante; Fuerzas Armadas e Iglesia han sido neutralizadas; la estructura constitucional y administrativa del Estado obedece a una supraconstitución pactada con la subversión…
En Colombia se sigue paso a paso un plan preparatorio de la revolución, muy bien concebido y fríamente ejecutado. En cambio, las fuerzas democráticas no están coordinadas. La reacción frente a los golpes audaces de la izquierda es débil e intermitente. Ante la pérdida de sectores clave, como la educación, los medios y la justicia, no se observa nada diferente de la resignación. Con vagos progresismo y relativismo se enfrentan las fuerzas bien disciplinadas del socialismo del siglo xxi. Se cree que JEP, Comisión de la Verdad y reforma agraria improductiva pueden integrarse dentro del estado (bien resquebrajado) de derecho.
El Estado Mayor de la subversión trabaja tiempo completo e incesantemente coordinando todas las formas de lucha, desde una actividad política aparentemente legítima, hasta disidencias, combos y paros, sin descuidar los frentes mediático, educativo e ideológico, empezando por la propaganda negra, la calumnia y la desinformación, y usando la justicia como arma política. Este comando superior y clandestino de la revolución obtiene recursos económicos siempre crecientes, como creciente es el narcotráfico que lo sustenta, mientras los partidos democráticos son prácticamente indigentes…
Ahora bien, si las fuerzas que propenden por el orden democrático y civilizado no son capaces, con suma urgencia, de organizar su verdadera defensa, tener su propio Estado Mayor para definir la estrategia, pero actuando también eficazmente en el corto plazo, los prospectos de Colombia, de cara al horizonte 2022, no son los mejores.
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Hace años, don Hernán Echavarría Olózaga comprometía a la “clase dirigente” en la defensa del orden constitucional y del modelo económico de libre empresa y responsabilidad social. ¡Cuánta falta hacen hoy ciudadanos de ese talante, porque sin dirigentes conscientes de este predicamento, la clase empresarial no puede ser nunca clase dirigente!
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Primera tarea, a mi juicio, para el excelente ministro de Relaciones Exteriores: Quitarle el estatus diplomático a centenares de agentes cubanos y expulsarlos. Aquí nada se les ha perdido…