José Antonio Zea es una de las 265 personas que habitan en los hogares de paso de la ciudad y fue premiado recientemente como ganador del concurso de cuento de la Secretaría de Inclusión Social.
Sus brazos tienen una curvatura como un arco inclinado hacia adentro del cuerpo, al igual que sus manos, las cuales le cuesta expandir para saludar porque sus dedos están rígidos, de todas formas saluda sin ningún misterio. Mueve las manos todo el tiempo, y mientras habla y cuenta su historia, todos sus ademanes le ayudan a dar a entender su mensaje, parece más elocuente, y un tanto más fuerte; nadie creería que José Antonio Zea haya vivido durante más de diez años en las calles de Medellín.
Medellín es la casa de cerca de cuatro mil habitantes en situación de calle, sitio, al que según él, llegó porque tocó fondo, y “es muy difícil salir de ahí cuando consumes drogas”.
A Zea le gusta leer y ver programas de investigación y ciencia, lleva más de dos años en el Albergue de Recuperación de Buenos Aires, al cual llegó después de sufrir un accidente que lo dejó cuadripléjico. En medio de su proceso de recuperación encontró en la escritura una forma para estar tranquilo e imaginar otros mundos posibles.
“Cuando llegué aquí me tenían que ayudar a levantar de la cama, me bañaban, me vestían, me cambiaban el pañal, dependía completamente de los demás; luego empecé a mover muy poco las extremidades y logré volver a caminar después de un año”, relata Zea.
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La idea de habitar en otro planeta a veces se apodera de él, tanto que crea mundos y universos paralelos. Recientemente fue premiado como ganador del concurso de cuento de la Secretaría de Inclusión Social de Medellín, en el que participó con el cuento Mundos unidos.
“Mi cuento trata sobre una historia que ocurre con unos planetas en el espacio, uno que está compuesto por flora y fauna y el otro donde sólo hay minerales, entonces una fuerza externa les desestabiliza su atmósfera y les ocasiona la muerte”, cuenta Zea.
La voz se le quiebra cuando menciona que inicialmente empezó a escribir el cuento sobre el tema de las drogas y las adicciones, y sus ojos se nublan al decir que es mejor no hablar de la historia de su vida, aunque varios compañeros del albergue le hayan dicho que la contara, porque afirma que el pasado es doloroso y quería que su cuento fuera diferente y creativo.
Zea tiene claro todo lo que aprendió de lo que vivió en la calle, pero prefiere no recordar lo amargo que fue perder su familia, su trabajo y por un momento hasta su vida.
“Yo sabía que esas cosas las iban a contar todos mis compañeros del albergue para participar en el concurso, entonces pensé en todos los programas que me gusta ver del universo y lo mucho que he aprendido de eso, me senté a escribir y nacieron galaxias, nebulosas y tormentas de meteoritos”, dice.
“Quería hablar de lo desconocido, lo novedoso, del afán del hombre de buscar vida en otra parte, mientras acaba con la de este planeta y la propia suya”.
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Cuenta que desde pequeño leía los periódicos de su papá, “porque cuando uno lee aprende a hablar”. “Me gusta tener un buen léxico para expresarme y escribir, aunque escribo unos garabatos porque no tengo estabilidad en las manos, en el albergue me ayudaron a transcribir mi cuento”, dice.
Comenta que aunque no pudo leer su texto frente al público en la premiación, porque sus ojos también sufrieron con el accidente, ese reconocimiento es una motivación para recuperarse con la lectura, dejar volar su imaginación, controlar las adicciones, y salir del albergue.
“Duré más de siete años sin ver a mi familia, el año pasado fue el primer diciembre que pasé con ellos después de todo esto; a veces me da remordimiento, sobre todo por haberme ido de mi casa cuando mi hija era muy pequeña, pero admiro que aun así, ella me trate con cariño”, dice Zea.
Mientras busca dónde apoyarse para bajar un escalón y recibir el sol, el hombre afirma que a sus 54 años tiene claro que no volverá a ser el mismo, pero positivamente siente que está en la última etapa de su recuperación, y que logrará ser un nuevo planeta, como citando el final de su cuento:
“Fue así como el paso de un cometa gigante atravesó varias constelaciones cercanas, generando la liberación de astros que entraron en aquel vacío, produciendo corrientes de energía que permitieron la reagrupación de la nebulosa, lo que alimentó la atmósfera de Bionetario y Fetrópolis. El espacio sideral entró en calma, los planetas se alinearon y Galxotrón tomó más fuerzas atrayendo más planetas, lunas y estrellas, conformando un espacio luminoso y reluciente. ¡Somos planetas y constelaciones, que necesitamos de oportunidades!”.