El confinamiento obligado por el Coronavirus destruye la libertad y la amistad, valores supremos de nuestra humanidad.
Supervivencia, sacrificio del placer y pérdida del sentido de la buena vida. Así es el mundo que en la pospandemia vaticina el filósofo coreano Byung-Chul Han, profesor de la Universidad de Berlín: “Sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como si estuviéramos en un estado de guerra permanente”. El Coronavirus puede originar regímenes de vigilancia y cuarentenas biopolíticas sin libertad, donde (como me anota mi hijo Daniel) “(..) gobiernos autoritarios pueden hackear a todo ciudadano y procesar datas con el apoyo de herramientas computacionales, para vigilar y reprimir a quienes consideren opositores ( ..)”. Una vida dominada por la histeria y el miedo colectivo, donde el que triunfa es el que le tiene menos miedo a la muerte, el dominio del amo sobre el esclavo, como lo enseña Friedrich Hegel en “La dialéctica del amo y del esclavo”, una de las páginas más brillantes de “La Fenomenología del Espíritu”.
Según Hegel el origen de la historia es el origen de las relaciones humanas donde se enfrentan dos conciencias, la lucha dialéctica por el reconocimiento, donde cada uno desea que el otro lo reconozca como superior. La conciencia humana es deseo, desear el deseo del otro. Yo deseo que el otro se me someta y que me reconozca como superior y el otro, a su vez, quiere lo mismo, una lucha donde alguien tiene que triunfar, y triunfa el que menos miedo le tenga a la muerte. Esto lo saben los gobiernos, sobre todo los totalitarios, y en ello le ayudan algunos medios de comunicación, todos los días atemorizándonos con el conteo de las muertes por la pandemia como si estas fueran las únicas víctimas que suceden, pero nunca hacen el ejercicio de contar las más numerosas muertes por hambre.
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"La muerte no es democrática", advierte Han en una reciente entrevista (https://www.pagina12.com.ar/266458-byung-chul-han-y-el-coronavirus-la-muerte-no-es-democratica). El covid-19 ha evidenciado las desigualdades sociales, está mostrando que la vulnerabilidad y morbilidad humanas no son democráticas, sino que dependen del estatus social. La peste nunca ha sido democrática y la actual pandemia ha puesto de relieve los problemas sociales en cada país. El covid-19 ha costado muchas vidas en Estados Unidos, Europa y Latinoamérica: En Estados Unidos están muriendo sobre todo afroamericanos e hispanos, en Francia las muertes se concentran en la población inmigrante pobre y lo mismo pasa en los barrios populares de Bogotá, Cali y Cartagena. Con el covid-19 enferman y mueren principalmente los trabajadores que habitan en las zonas periféricas de las grandes ciudades, que sobreviven en la informalidad laboral que los obliga a salir al “rebusque” diario. El teletrabajo es una alternativa para muy pocos y los ricos, por su parte, se mudan a sus casas de campo y se movilizan en transporte privado.
El Coronavirus desnuda la sociedad en que vivimos, una sociedad de supervivencia que se basa en última instancia en el miedo a la muerte, donde para sobrevivir será necesario desplegar donde todas nuestras fuerzas vitales. En una sociedad de la supervivencia se pierde todo sentido de la vida buena, del cuidado de si, de la cultura, del arte y del mismo placer. Para sobrevivir sacrificamos los derechos fundamentales, la sociabilidad, el sentimiento de comunidad y la cercanía al otro. Cuando la vida se reduce a la mera supervivencia, más miedo se tiene a la muerte y mayor es el riesgo de caer en la esclavitud, que nos muestra Hegel.
La pandemia está mostrando nuestra ceguera fundamental, que nos impide ver el inestable piso donde estamos parados y la inminencia de la caída. El escritor alemán Arthur Schnitzler compara la Humanidad con una enfermedad. Nos comportamos con los ecosistemas como bacterias o virus que se multiplican sin piedad y finalmente destruyen al propio huésped. Schnitzler cree que los humanos en nuestro entorno somos sólo capaces de reconocer rangos inferiores, mientras que frente a rangos superiores somos tan ciegos como las bacterias.
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En su último libro “La desaparición de los rituales”, Han afirma que la hipercomunicación digital nos permite estar cada vez más interconectados, pero esto no trae consigo más vinculación ni más cercanía con el otro. A pesar de la hipercomunicación, en nuestra sociedad la soledad y el aislamiento aumentan, una comunicación sin comunidad, donde hemos llegado a creer que el origen de todo placer es un deseo satisfecho que sólo la sociedad de consumo puede llenar. Hemos olvidado que la comunidad es fuente de felicidad. Freiheit, la palabra alemana para “libertad”, significa en su origen “estar con amigos”. “Libertad” y “amigo” tienen una etimología común. La libertad es la manifestación de una relación plena. Por tanto, deberíamos redefinir la libertad a partir de la comunidad.
El confinamiento obligado por el Coronavirus destruye la libertad y la amistad, valores supremos de nuestra humanidad. Esta es la amenaza que hoy debemos afrontar en todas las latitudes del planeta.