Viviendo y aprendiendo

Autor: Manuel Manrique Castro
6 mayo de 2020 - 12:00 AM

Los aparatos educativos necesitan salir de su rigidez habitual y flexibilizarse para acoger toda suerte de iniciativas provenientes de la sociedad civil.

Medellín

Aunque, obviamente, las mentes y las energías están concentradas en la pandemia, la salud y la sobrevivencia, no se puede perder de vista que la gran reserva estratégica de la humanidad está en la educación. Entre muchas razones, porque en ella se asienta nuestra capacidad de respuesta ante retos de la dimensión del coronavirus o el cambio climático.  Y no es sólo que la educación nos interesa por su sentido instrumental, sino porque la reconocemos como derecho humano fundamental y herramienta privilegiada del desarrollo sustentable. Si hasta ahora había dudas o indolencias múltiples al respecto, el covid-19 se ha encargado de ratificar la crucial importancia de tales objetivos, reiterándonos la urgencia de optar por ella sin dilaciones.

Pocas veces como ahora, la educación ha estado tan en el ojo del huracán. Sin aviso anticipado ni plan b a la mano, el sistema educativo, en todos sus niveles, tuvo que detenerse repentinamente. Sin embargo, tal frenazo sólo anticipa y hace urgente el cambio que la lentitud estatal se ha encargado de postergar por mucho tiempo.  Más aún, por tratarse de un sacudón global simultaneo, todos los países -de acuerdo con las propias circunstancias- están obligados a buscar soluciones que, a la par de su ensayo y desarrollo, podrán compartirse con los demás. Una ventaja impensable en cualquier otro momento.

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Eso sí, será necesaria una actitud más abierta y solidaria que la observada a raíz de la multiplicación del coronavirus, cuando cada nación prefirió mirar para adentro e incluso competir deslealmente con tal de mejorar su realidad hospitalaria. 

Estamos en medio del dilema de cómo manejar una virtualidad insuficiente y con ángulos desconocidos, de maestros que sin respiro deben ponerse a tono con la tecnología para responder a las exigencias de la realidad virtual, de alumnos obligados a niveles de concentración no siempre fáciles dentro de sus hogares, de limitaciones con respecto a la pertinencia de los contenidos suministrados por autoridades educativas.

Cuando pase la emergencia, dentro de semanas o meses, aún no lo sabemos, ya no será posible volver al esquema de antes y la pregunta del tipo de educación para el futuro, considerando los retos colocados por el coronavirus en la agenda educativa, será aún más acuciante.

Han quedado en evidencia modificaciones necesarias como la señalada por Ken Robinson: se debe “cultivar el talento y comprender que este se expresa de manera diferente en cada individuo”. Una educación consciente de que el mundo futuro de nuestros actuales alumnos será muy diferente, difícil de imaginar e impredecible. Un esfuerzo, como sostiene el objetivo de Desarrollo Sostenible número 4, destinado a garantizar “educación de calidad inclusiva y equitativa y promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos”

En medio de este desafiante escenario, plagado de cambios de toda índole, los aparatos educativos necesitan salir de su rigidez habitual y flexibilizarse para acoger toda suerte de iniciativas provenientes de una sociedad civil que, a lo largo de los últimos años, ha ganado en conocimiento y experiencia pero que enfrenta constante dificultad para poner sus iniciativas sobre la mesa estatal y ser empáticamente acogida por ministerios o secretarías territoriales de Educación, poseídas aún por mal entendimiento de la democracia o rezagos de autoritarismo que ya no tienen cabida.

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Como uno de tantos ejemplos, vale la pena rescatar la experiencia positiva del colegio alemán de Medellín que a raíz del covid-19 hizo suyo el reto de desarrollar un modelo educativo virtual destinado a sus estudiantes, aunque pensando al mismo tiempo en las escuelas y colegios públicos con quienes, desde el principio, estuvo dispuesto a compartir sus flamantes recursos digitales.  Con ese espíritu, desde el 20 de abril pasado puso a disposición de 57 instituciones del valle de Aburrá su nueva plataforma de Campus Virtuales, donde hay contenidos de matemáticas, ciencias naturales, sociales, informática, español, inglés, alemán, artes y música entre otros; una tarea colectiva de todos los integrantes del colegio alemán, puesta a disposición de cualquier otra entidad educativa que la quiera aprovechar.  Anke Käding, rectora del colegio, invita a aunar “esfuerzos para contribuir a la sociedad a partir de lo que somos”.  Sin grandes demoras burocráticas ni cortapisas administrativas, aunque sí con envidiable agilidad, pone a disposición de las instituciones que lo requieran, este valioso y oportuno material. Siendo virtual, otros países podrán beneficiarse de sus contenidos.  Ejemplo no sólo de espíritu solidario, competencia profesional y desprendimiento, sino también ejemplo para el poder público llamado a ser distinto de aquí en adelante.

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