Todo indica, en mi opinión, que se está dando un vuelco en el gobierno chavista, forzado por las circunstancias adversas y por el repudio que él genera en el mundo
Venezuela en las últimas semanas viene registrando un hecho, aparentemente inocuo pero trascendente y prometedor si se sostuviere. Por su naturaleza y proyección, a nadie que esté bien atento a lo que allí pasa se le oculta. En efecto, la prensa y algunos observadores, dados a identificar y valorar este tipo de fenómenos, dan cuenta de cierta “dolarización”, por así llamarla, que viene experimentando la economía venezolana de un tiempo para acá. Dolarización que, como es de suponer, tiende a propagarse. La moneda norteamericana de forma paulatina pero imparable, según parece, de hecho está suplantando al raquítico y moribundo bolívar tanto en las grandes transacciones como en las compras al menudeo de víveres en el mercado callejero.
Se han incrementado las importaciones. Hay ahora más comida para adquirir a precios relativamente estables, gracias a que se tasan en moneda dura. El consumo, pues, paso a paso va en aumento, lo cual es perceptible. Y muy significativo además porque revela y genera cierto despegue o reanimación de una economía que hasta ayer venía estancada, como lo testimoniaban las estanterías de los supermercados, vacías en cuanto a productos de primera necesidad se refiere.
Sabemos que para medir el nivel de bienestar o malestar de una comunidad dada basta con asomarse a las tiendas de barrio donde, por el semblante de quienes allí mercan o merodean, puede deducirse la tranquilidad o el desasosiego que acompaña a los parroquianos.
Resultado, todavía parcial pero notorio de lo anterior, es el hecho de que en dicho país ya no solo comen los paniaguados del régimen que portan la libreta de racionamiento con que se paga su lealtad y servidumbre, sino que también empiezan a consumir gentes de toda condición social y ubicación política, según parece. Podría explicarse ello porque Venezuela acaso venga adoptando, hasta donde es factible, un modelo económico algo emparentado con el de China, donde hoy campea la libre empresa con todas sus ventajas y potencialidades al lado de una satrapía de corte marxista, omnipotente y cerrada. Ese viraje, fuerza es admitirlo, Venezuela puede permitírselo, en buena medida gracias a que tiene menos habitantes, o sea menos bocas para alimentar y menos enfermos que atender, debido al éxodo masivo de cinco millones de habitantes que el gobierno provocó, a ciencia y paciencia de lo que hacía, imitando a la Cuba de los años sesenta.
El adoptar el dólar, la moneda emblemática del odiado imperialismo yanqui, al lado de un bolívar fantasmagórico que nadie toma en serio, supone un retroceso en la postura de un mandatario lleno de soberbia. Lo cual demuestra que en política no hay principios sino intereses. Todo indica, en mi opinión, que se está dando un vuelco en el gobierno chavista, forzado por las circunstancias adversas y por el repudio que él genera en el mundo. Ojalá que el viraje se cristalice, o mejor dicho que el que ya comenzó con un manejo más elástico de la economía se profundice y se extienda al plano político. Hay indicios que así lo sugieren, como, por ejemplo, la intempestiva propuesta de Maduro a Colombia de restablecer relaciones diplomáticas (empezando por las consulares) y de reactivar el comercio. O el interés que ahora muestra Estados Unidos en que se llegue a un acuerdo con Maduro con vistas a restablecer la concordia en lo básico a partir de unas elecciones libres. A lo que, según parece, se aviene la oposición. Amanecerá y veremos. Todo esto tiene facetas que interesan vitalmente a Colombia, como lo comentaremos en próxima ocasión.