Lo que le recuerda Mukwege a la JEP, a jueces y magistrados, a nuestros folclóricos políticos, es que la ley es universal y que este no es un juicio político sino un juicio moral para impedir que el mal siga triunfando.
Paul Ricoeur el excelso pensador cristiano dice que del lado de la memoria tenemos la lealtad y del lado de la Historia tenemos la verdad o por lo menos la búsqueda de la verdad. Nos hemos ido acostumbrando sin embargo a que los victimarios soliciten “que no desaparezca la memoria” Y se levantan Museos de la Memoria como recuerda Tony Jud manipulados en su contenido por curadores que no vienen de la investigación histórica sino de una idea maniquea e ideologizada de memoria. Y aquí viene lo importante. ¿Quién recuerda? ¿Cuál es la voz que describe la infamia del atropello? ¿Por qué las excluyen y no dejan hablar directamente a las víctimas? Si quien escucha estas terribles confesiones ante las cuales, debe suponerse que deberá mantener la necesaria piedad y comprensión, es un manipulador, la verdad desaparecerá para siempre. Cualquiera sabe que un documento de voz grabada puede manipularse al antojo, que sobre una matanza cuyos responsables están debidamente identificados, con total cinismo puede agregarse la versión de que “también otros grupos político de derecha” hizo la misma matanza. En Wikipedia lo he podido comprobar personalmente. Es, repito, la guerra de relatos que los victimarios tratan de ganar caricaturizando el concepto de memoria, de identidad, negándose a asumir la responsabilidad ante unos hechos terribles que tarde o temprano, sin embargo, terminarán por descubrirlos. Y ¿Los desaparecidos? La práctica de la desaparición respondió a un entramado diabólico de distintas técnicas tal como sucedió en la Unión Soviética donde un famoso artista cambiaba en una foto de carné el rostro de un ciudadano asesinado por la policía secreta para colocar los de un desconocido. A esta tarea se le llama obliteración. ¿No es también ésta la función de la fosa común? Porque el terror continúa y a las comunidades agredidas se las sigue chantajeando para que en el momento preciso den una versión acomodada de los hechos tal como sucedió en los famosos tribunales populares “socialistas”. Lean a Hertha Müller e intenten pensar que ante las terribles ofensas a una mujer que ella describe magistralmente, los victimarios no existen ni existieron. Y que olvidar esas ofensas es ya la paz. Un sobreviviente de las horribles carnicerías del Congo, Danis Mukwege invitado por Santos, por las Farc, seguramente con el premeditado fin de que hiciera el elogio de la paz santista, les estalló en la mano, mostrándoles lo que un verdadero ser humano piensa y reflexiona ante las víctimas –con las cuales no se le permitió hablar- y ante una farsa de juicio del cual están ausentes los verdaderos criterios morales sin los cuales crímenes y atropellos se reducen a una enumeración de cifras, de hipócritas meas culpas. Mukwege el gran médico, premio Nobel, atiende a las mujeres violadas durante el conflicto y les ayuda a enfrentar las horribles secuelas psicológicas que comportan vejámenes y ultrajes de guerrilleros señalando la urgencia de atenderlas rápidamente. En esto fue claro sobre las fechorías de las Farc. “Estos son crímenes contra la humanidad, son imprescriptibles y cualquiera que los haya cometido debe responder. No quiero entrometerme en la vida colombiana, pero hay que actuar sean senadores o no” Si los victimarios no han pedido perdón no puede haber reconciliación, ha remarcado. ¿Qué hacían entonces los intelectuales, los supuestos “portadores del pensamiento crítico”, las defensoras del feminismo que ahora por pura negligencia terminarán involucrados en este atropello? Lo que le recuerda Mukwege a la JEP, a jueces y magistrados, a nuestros folclóricos políticos, es que la ley es universal y que este no es un juicio político sino un juicio moral para impedir que el mal siga triunfando.