Venezuela, un mercado que se avecina

Autor: Jorge Alberto Velásquez Peláez
15 mayo de 2019 - 09:02 PM

Hay que tratar con cariño al ave fénix de las relaciones binacionales, y nadie mejor para hacerlo de nuestro lado que la señora vicepresidente, que mejor que nadie conoce su historia y evolución.

Medellín

Jorge Alberto Velásquez Peláez

En la pasada década de los noventa, cuando en el país existía “promoción de exportaciones”, el gobierno colombiano se comprometió con la conquista del mercado venezolano para los productos nacionales, tarea nada fácil por la xenofobia entonces existente en contra nuestra en el hermano país, bien alimentada a diario por algunos de los más importantes medios, como Radio Caracas Televisión, RCTV, -con Marcel Granier a la cabeza-, el grupo Capriles, propietario del periódico El Mundo, y numerosos periodistas entre los cuales sobresalía por su profundo odio hacia Colombia y su gente, José Vicente Rangel, figura política del gobierno de Chávez. Pero gracias a tres grandes embajadores, Noemi Sanín, Rodrigo Pardo, y Guillermo Alberto González, a la oficina de Proexport -que tuve la fortuna de dirigir en esa época y durante casi diez años- y a los empresarios, particularmente paisas, Venezuela se convirtió en principal destino de nuestras manufacturas, y sin duda, en el mercado “posible” para las pymes nacionales. Y no solo con exportaciones tuvimos muy buenos resultados, pues además adquirimos empresas, invertimos en nuevas compañías productivas, y desarrollamos propios canales de comercialización y de distribución. También en los campos cultural, artístico, y turístico, nos integramos exitosamente con los venezolanos.

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Pero bien sabemos que ese mercado se perdió. El año anterior vendimos 354 millones de dólares, apenas 6% del valor de los despachos del año 2008, que sumaron 6.100 millones; no obstante, me detengo aquí para advertir sobre esta cifra récord: por lo menos la mitad correspondió a exportaciones ficticias, de confecciones, de carne, de calzado, y de legumbres, simuladas en su gran mayoría, y sobrefacturadas otras, para especular con el diferencial de tasas de cambio entonces existente en el vecino país; 3.500 millones de dólares pudo ser el valor más real. Aclarado lo anterior, digamos que estamos cerca del final del régimen dictatorial y mafioso del hermano país, y que muy seguramente, una vez que ello suceda, y se restablezcan el orden, la confianza, el trabajo, y la inversión, y millones de venezolanos regresen a su patria para recuperarla y reconstruirla, podremos ver el renacer del comercio binacional, y muy especialmente el revivir de las ventas en un mercado que, en condiciones normales, debe superar los 40.000 millones de dólares anuales en importaciones totales; buena parte de esas futuras compras debería originarse en Colombia, considerando nuestra oferta exportable disponible y competitiva en precios y calidad, y el seguro reconocimiento del pueblo venezolano al acompañamiento y solidaridad que recibieron de los colombianos durante la crisis causada por el chavismo y sus sucesores.

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Venezuela es hoy una gran alacena vacía, es una gran bodega desocupada, es un país de compradores que se vieron obligados a dejar de comprar. Es el mercado que estará próximamente abierto para máquinas y aparatos mecánicos, maquinaria eléctrica, productos farmacéuticos, productos químicos, automóviles y autopartes, productos de fundición, cereales, aceites, y manufacturas plásticas, todos ellos renglones de enormes posibilidades para las medianas y grandes empresas colombianas. Retornarán allí las oportunidades nunca bien aprovechadas para leche y derivados lácteos, jugos y conservas alimenticias, y regresarán las opciones comerciales para los exportadores de cuero y sus manufacturas, de confecciones, y de la industria alimenticia en general. Los jóvenes emprendedores de ambos países se cruzarán en la frontera haciendo sus negocios, y los empresarios venezolanos, grandes y pequeños, sobrevivientes o resucitados, sonreirán de nuevo por su llegada al mundo de la globalización, que prácticamente no han podido conocer. Ojalá lleguen las inversiones binacionales, ojalá perduren los buenos sentimientos de hermanos, ahora tal vez como empresarios unidos y asociados. Hay que tratar con cariño al ave fénix de las relaciones binacionales, y nadie mejor para hacerlo de nuestro lado que la señora vicepresidente, que mejor que nadie conoce su historia y evolución. Contribuyo con una sugerencia, y tiene que ver con la solicitud que debe hacerse al nuevo gobierno venezolano de eliminar la practica nociva de regímenes de control de cambios, que sólo generan distorsiones en el mercado y crean ventajas o desventajas artificiales al comercio, y si acaso se insistiera en ello, solicitud de que se impidan asignaciones discrecionales de divisas para el pago de las importaciones de productos colombianos. Sólo así se recuperará la confianza de los exportadores, sólo así se garantizaría un nuevo éxito comercial en la nueva Venezuela.

 

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