El papa Francisco ha ofrecido su oración por los desesperados, por el abandono al que los somete la “cultura del descarte”, por los conflictos interminables y por las crisis que parecen insolubles.
En el mensaje pascual “a la ciudad y el mundo”, que toca a creyentes y ciudadanos, el papa Francisco volcó su mirada compasiva sobre los desesperados del presente y reclamó a los responsables políticos y militares de las decisiones y acciones que minan la dignidad de los niños, los ancianos, los refugiados, las víctimas, y que imponen a los pueblos los sufrimientos de los conflictos y las tiranías. A todos ellos les recordó que la Resurrección de Cristo es la esperanza de que “la muerte, la soledad y el miedo ya no son la última palabra” y la demostración plena del amor, llamándolos a seguir esa nueva realidad.
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En conexión con su mensaje de respeto a la vida y la creación, y de rechazo al consumismo, en la encíclica Laudato Si, Francisco abraza a los niños, que por la guerra y las hambrunas “crecen sin esperanza, carentes de educación y de asistencia sanitaria”. Junto a ellos propone acoger a los ancianos a quienes describe como víctimas de la “cultura del descarte” que es objeto de sus críticas. También a los refugiados que no encuentran un lugar, que son también los venezolanos expulsados de su tierra. Su voz reclama dignidad para los seres humanos.
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Tras los días santos, en que la Iglesia Católica hizo hincapié en la reconciliación, el papa Francisco puso en el centro de su mensaje el llamado, particularizado, a los responsables de los peores conflictos de la actualidad. Fue así como oró por una solución en Siria, “cuya población está extenuada por una guerra que no parece tener fin”; acciones en Tierra Santa, Yemen y Oriente Próximo, “para que el diálogo y el respeto mutuo prevalezcan”, y cambios en Congo y Sudán del Sur, para que el Resucitado “abra los corazones al diálogo y a la comprensión mutua”. El papa pidió también por las conversaciones en la península coreana, para que “promuevan la armonía y la pacificación de la región” y llamó a que en Ucrania “se faciliten las iniciativas humanitarias que necesita la población”.
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En esta oportunidad, el Papa incluyó entre las peores situaciones del mundo actual, la que enfrenta el pueblo venezolano, a quien, con los obispos del país, llamó como especie de “extranjero en su tierra”. Para ese pueblo y país, el papa pidió “por la fuerza de la resurrección del Señor Jesús, encuentre la vía justa, pacífica y humana para salir cuanto antes de la crisis política y humanitaria que lo oprime”. Aunque a lo largo de los meses ha estado cerca de Venezuela, este reconocimiento de la gravedad de la situación y reclamo por un cambio que signifique salir de la crisis demuestra la creciente importancia que da a esa grave realidad.
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La esperanza que en este mensaje ha entregado el Pontífice es espiritual, porque parte de la vida que nace en la Resurrección, pero también es político porque se realiza en los cambios que deben propiciar personas, gobiernos y culturas.