El urbanismo de hoy es diferente al de ayer. La estructura urbana necesita urbanidad para poder existir.
Las buenas formas, el comportamiento en sociedad, las llamadas competencias culturales, son hoy mas necesarias que nunca para poder construir ciudadanía. En el año 2015 se lanza en Colombia el programa Ser pilo paga por parte del Ministerio de Educación Nacional, con el único fin de darle oportunidades a los jóvenes del país que querían ingresar a la universidad y no tenían recursos económicos para hacerlo. Al 2016 la deserción superaba el 50% de los admitidos y el argumento más fuerte para explicar esta cifra fue que la dificultad para relacionarse de estos estudiantes de los primeros niveles socioeconómicos los marginaba del sistema, en parte por que los universitarios con mejores condiciones, simplemente tenían suficientes competencias sociales, eran seguros de sí mismos y altamente competitivos. Un tema de urbanidad elemental les había truncado sus sueños de ser profesionales o en el mejor de los casos, se los había aplazado.
La urbanidad y el civismo nos remitían a la precisión en el comportamiento para no agredir de ninguna manera al otro, una práctica que se ha venido perdiendo bajo el presupuesto de autonomía, donde cada quien hace lo que le parece, y el otro simplemente debe tolerarlo o de lo contrario es un cavernícola. Con ese antecedente aplicar una carta urbana en las ciudades es difícil, y aún más sabiendo que la intolerancia es una de las razones de las muertes violentas en el mundo.
Lo descrito en los párrafos anteriores para decir que el urbanismo que tenemos hoy, no sirve. Planear las ciudades sin contemplar los sentires humanos; las intrigas, las pasiones, los desengaños, en fin, todo lo que implica relacionarse, no tiene asiento en esta época. Hay que articular la Urbanidad y el Urbanismo. El Urbanismo de hoy es diferente al de ayer. La estructura urbana necesita urbanidad para poder existir. Nos estamos enfocando en construir nuevas reglas para acomodarnos a los tiempos de hoy, pero no es posible, por que estamos al frente de un nuevo juego, nunca van a coincidir las mismas reglas. Hay que construir las nuevas reglas, coherentes al nuevo juego, para esto es necesario saber de derechos, no de leyes. Hay cientos de leyes en juego, vigentes y derogadas, que aún operan sin distinción, concurriendo, entregando y quitando derechos.
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El derecho fundamental a la ciudad es la gran apuesta de este siglo, con inmensos retos como la regulación de los títulos de propiedad, la inversión en la construcción de la ciudad de cara a resolver lo mínimo elemental, y la constitución de un derecho real a la ciudad que garantice un conjunto de condiciones para el desarrollo de una vida feliz y próspera. Todo esto se conocido hoy como el urbanismo jurídico, donde se planean las ciudades desde el reconocimiento, hasta la reparación y restitución del otro. Unos nuevos derechos fundamentales, más profundos que la forma, más aterrizados y más apropiados.
Lo esbozado en esta columna, lo expusimos en el encuentro Urban Thinkers Campus que acertadamente desarrolló la ONU Hábitat en la Universidad Pontificia Bolivariana, para pensar la manera práctica de aplicar la nueva agenda urbana construida en el encuentro de Hábitat III en Quito hace un año, para reconocer la ciudad que NO queremos ser y trabajar en la que soñamos.
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