Desconocer opciones innovadoras que involucren al estudiante directamente en el proceso enseñanza-aprendizaje es seguir apegado a modelos que ya la ciencia y la tecnología avasallaron ha tiempos
Muy distante me encuentro de las posiciones del profesor uruguayo Leonardo Haberkorn cuando en diciembre del año 2015 renunció a su cátedra en el programa de Comunicaciones de la Universidad ORT de Montevideo, argumentando que se “cansó de pelear contra los celulares, contra WhatsApp y Facebook. Me ganaron. Me rindo. Tiro la toalla”.
Por el contrario, me siento más cercano a las posiciones del también periodista y profesor de la misma profesión, Juan Ramiro Fernández, quien, refiriéndose a Haberkorn, le dice: “No te enojes, pero la culpa era toda tuya. En mi carrera tuve la oportunidad de ver cómo industrias enteras desaparecían por la llegada de las nuevas tecnologías. Esto no es ni bueno ni malo, algunas cosas murieron y otras aparecieron para reemplazarlas. Pero temo que el exprofesor Leonardo Haberkorn es parte del grupo de gente que se resiste a estos cambios […] yo mismo hago un post en twitter al comienzo o al final de una charla […] El concepto de periodismo ciudadano, que los chicos tengan en sus bolsillos herramientas periodísticas más potentes que un estudio de televisión de hace veinte años, hace que dar clase hoy sea una de las oportunidades más maravillosas de la vida de un periodista y docente. Claro que hay que renunciar a la idea romántica del periodismo con máquina de escribir y a la idea de poder decir alguna vez: paren las rotativas”.
La anécdota de Haberkorn, que fue impactante y viral en las redes sociales y la respuesta de su colega Juan Ramiro Fernández es uno de los grandes dilemas que enfrenta la educación. Continuar exclusivamente con la clase magistral y desconocer opciones innovadoras que involucren al estudiante directamente en el proceso enseñanza-aprendizaje es seguir apegado a modelos que ya la ciencia y la tecnología avasallaron ha tiempos.
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Hablando cualquier día en clase sobre el derecho de asilo, quise ilustrar a mis alumnos con algunos ejemplos conocidos. Mientras hablaba sobre la figura jurídica del derecho internacional, les pedí que buscaran en internet, obvio, utilizando sus teléfonos celulares la biografía de Víctor Raúl Haya de la Torre, político peruano obligado por el Gobierno de Manuel Odría en 1949 a asilarse en la embajada colombiana en Lima; a otros de mis asistentes a clase le pedí que buscaran la historia del asilo concedido por Colombia a Pedro Carmona, efímero presidente venezolano en un golpe de Estado a Hugo Chávez. Otro grupo de estudiantes consultaron la historia de Alan García, otros la de Julián Assange y otros la de Edward Joseph Snowden. Al final cada grupo compartió con todos los asistentes las lecturas encontradas. Terrible si me hubiera puesto a confrontar a los alumnos por tener equipos modernos consigo. Lo correcto fue poner al servicio de la clase esas tecnologías. Lo cuento simplemente como anécdota, pero muchos son los usos que se pueden dar a estos equipos para beneficio de los alumnos, entre ellos este y el citado anteriormente por el profesor Juan Ramiro Fernández.
Lo dicho me induce a reflexionar acerca de la obligatoria necesidad que tiene el docente universitario de innovar dentro y fuera del aula de clases. Seguir aplicando metodologías antediluvianas es un error en tiempos modernos.
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Notícula 1. Este es un resumen de un artículo que publiqué en la Revista Discencia de la Universidad Autónoma Latinoamericana de Medellín –Unaula-
Notícula 2. Enorme tristeza me produce la muerte del amigo y periodista Jorge Carvalho. Paz en su tumba y resignación a sus familiares y amigos.