Una oportunidad para todos

Autor: Vanina Henríquez de Villegas
7 abril de 2020 - 12:02 AM

Las ciudades no las construyen los contratistas y sus ladrillos, ni los gobernantes, las edificamos todos con nuestra cultura, con nuestro respeto de las diferencias y la opinión de los otros, con nuestra sensibilidad y trato hacia los demás

Sabaneta, Antioquia

Hoy salí a caminar por el barrio donde vivo. Eran las 5:30 pm, esa hora extraña cuando el sol ya se va y a lo lejos aparece una tímida luna en medio del silencio. Silencio, calles semivacías, los múltiples negocios con sus rejas abajo. Los habituales jóvenes agachados en sus celulares en las aceras a la entrada de las barberías ya no están, algunos bafles con vallenatos en cafetines se han ido, ayer se veían botellas de cerveza y de aguardiente en las mesas al aire libre. El panorama típico de Entreamigos ha cambiado, el barrio ya no parece un rincón de Sabaneta.

Regreso a casa con algunos víveres en la mano, despacio, contando mis pasos en medio de la cuarentena y me pregunto, qué será del futuro, no qué pasará en mi futuro, sino qué ocurrirá el día de mañana en esta bella pequeña ciudad que tantos y tanto amamos. En una esquina debajo de un balcón antiguo me paro, reflexiono sobre el pasado también. Será que siempre estamos impreparados ante las contingencias, me pregunto. Veo los árboles, siento el aire un poco más fresco, creo que la contaminación de los carros ha dejado de llenar de humo nuestros cuerpos, hasta las basuras en las esquinas son más pocas y los pájaros ante la quietud de los hombres, cantan más relajados entre los árboles. Pero en los rostros de las pocas personas con quienes hablo se notan, ansiedad, incertidumbre, dudas y preocupación.

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Sabaneta es una esquina de paz en el Valle de Aburrá. Hace unos pocos meses, su plaza principal colmada de árboles y dominada por una antigua y concurrida iglesia, se llenaba de gente de todo tipo celebrando los colores, las luces y las comidas callejeras típicas de la navidad, toda una fiesta en familia, risas, bulla, niños de aquí para allá, selfies, paz total. Pero esta pequeña ciudad también tiene compromisos y tareas pendientes hacia el futuro. Este remezón por el acecho de la pandemia quizá nos pase factura por lo que hemos dejado de hacer. Tener un poco más de tiempo para compartir en familia, respetar un poco más a las aves, los gatos y los perros, tener conciencia del aire que respiramos, ser más cuidadosos con el manejo de basuras, que en última instancia irá a nuestras colinas o a nuestras aguas.

El coronavirus es tan poderoso que no afectará nuestros pulmones únicamente, quizá cambie algunos de nuestros modelos de consumo, nos convierta en hombres más respetuosos de todos y de todo. Las ciudades no las construyen los contratistas y sus ladrillos, ni los gobernantes, las edificamos todos con nuestra cultura, con nuestro respeto de las diferencias y la opinión de los otros, con nuestra sensibilidad y trato hacia los demás. Cuando salimos al parque y vemos los ancianos con su andar lento buscar sombra y les brindamos una mano, cuando protegemos los niños, estamos siendo unos ciudadanos ejemplares Sabaneteños. Y mañana, sentiremos que esa calle donde tiramos la basura con desdén es la calle de todos, y que es rico limpiarla y que nos da un orgullo tremendo cuidar las fachadas y mirarnos en un espejo y sentir que nos ha fortalecido el espíritu, que nos ha convertido en ciudadanos más conscientes, es una pandemia extraña.

El covid-19 no es un enemigo para los planes de la administración de Sabaneta, es una oportunidad para todos. Es hora de desprendernos del narcisismo urbano propio de nuestra época, lo público es lo nuestro. Cuando el nuevo plan de gobierno incluye dar una mirada a las necesidades de las veredas, eso nos compromete a todos. La salud de las montañas, un transporte sostenible y amigable con el ambiente, mejores y más limpias fuentes de agua, son nuestras riquezas más valiosas.  De nada servirá al futuro de la gente, si el agua de las quebradas corre podrida, si las montañas están llenas de edificios gigantescos, si no hay árboles que se puedan mecer entre el viento y si no podemos caminar entre los rincones tan hermosos de esta bella ciudad sin usar un tapabocas por la contaminación.

Hoy la dura realidad de la cuarentena nos toca a todos por igual. Sigo por las aceras recién estrenadas, nada mal. Nadie se cruza conmigo. Llego a casa con algo de inspiración por la soledad y el silencio. La pandemia nos envía mensajes poderosos. Desde lejos llegan anuncios de hecatombes. Creo que, por el contrario, las dificultades sacan lo mejor de la gente, aquí en Sabaneta no será la excepción.

*En colaboración con Héctor Mario Villegas Rodríguez

 

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