Introducción del ingeniero Darío Valencia a la biografía de Walter Isaacson sobre da Vinci, publicada en 2018.
Un patrimonio mayor de la humanidad lo constituyen once códices repartidos en cuadernos que alcanzan más de 7.200 páginas, todo ello con la autoría de Leonardo da Vinci. Es posible que solo se conserve una cuarta parte de lo que en realidad existió. En forma con frecuencia abigarrada, las páginas incluyen dibujos y textos con ideas que todavía causan asombro, descripciones sobre lo realizado o en marcha, pautas de trabajo personal, observación de los gestos y las emociones de las personas, apuntes de la vida cotidiana… Los textos están escritos con la mano izquierda, de derecha a izquierda, en lengua vulgar y no en latín como era usual, y en forma especular, o sea, que cada página puede leerse al ver su imagen en un espejo. El examen de muchos de esos cuadernos fueron la base para que Walter Isaacson escribiera en inglés una gran biografía de Leonardo, de la cual fue publicada en 2018 una versión al español. El autor era ya bien conocido por una extraordinaria biografía de Einstein, en la cual sortea con éxito una aproximación a los trabajos de uno de los científicos más importantes de la historia.
Es asombroso el trabajo interdisciplinario de Leonardo, una preparación que en buena medida adquirió en la corte del duque Ludovico Sforza, en Milán, donde pudo encontrarse con artistas, músicos, poetas, ingenieros, políticos, arquitectos y mecánicos. Aunque en una solicitud de empleo al duque se presentó como ingeniero, civil y militar, para lo cual no tenía experiencia, solo al final escribió que también era artista que podía pintar como el mejor. No sorprende porque se supo en su tiempo que no era muy amigo de tomar el pincel, a pesar de que había progresado mucho en sus anteriores años formativos en Florencia, cuando trabajó en el taller de Andrea del Verrocchio. Finalmente, se dedicó al entretenimiento de la corte y a los espectáculos públicos mediante impresionantes montajes teatrales que incluían escenografía, música, vestuario, decorados, mecanismos escénicos, autómatas y artilugios, todo lo cual le interesaba. Se critica su dedicación a lo anterior, pero es bien posible que esa experiencia le ayudase en su posterior diseño de muchos ingenios.
Las técnicas impresionantes del pintor
El libro de Isaacson avanza en forma cronológica con la descripción de aspectos biográficos y el análisis de obras de Leonardo. Conocemos pinturas y dibujos del gran renacentista, pero pocas veces aprendemos a apreciar, como en este caso, su impresionante técnica de las veladuras, el esfumado y el claro oscuro, la elaboración y significado de los detalles, el conocimiento anatómico de los gestos y la psicología de los retratados, la dinámica del movimiento y la exactitud geológica y botánica de los paisajes de fondo. A lo dicho deben añadirse sus estudios sobre la óptica, las sombras, la perspectiva, el color y la luz, todo ello plasmado en cuadros de tanta trascendencia histórica como La última cena.
Diseccionó muchos cadáveres para dibujar en forma exquisita músculos, huesos, tendones y nervios, hasta cuando la descomposición de los cuerpos le impedía seguir trabajando. Estudió tan a fondo los músculos que controlan el movimiento de los labios, que se ha llegado a afirmar que ello le permitió crear la enigmática sonrisa de la Mona Lisa que ha cautivado al mundo. Quien haya estado en el Museo del Louvre, podrá observar el auténtico tumulto que se forma ante dicho cuadro, no obstante que al salir de la sala correspondiente el espectador encontrará nada menos que la Virgen de las rocas, con no tanto favorecimiento del público.
La Virgen de las rocas. San Juan Bautista, con una cruz como premonición de la crucifixión, se inclina ante el niño Jesús, y este le imparte una bendición.
Pasión por las máquinas
Leonardo desarrolló una fascinación por las máquinas que transmitieran el movimiento o que aprovecharan la energía para convertirla en un movimiento útil, para lo cual introdujo la novedad de no solo presentar la máquina en su integridad, sino efectuar su despiece y dibujar secciones de la misma. De mucho interés fueron sus estudios sobre el vuelo de las aves y las obras hidráulicas, siempre con base en dibujos más que en prototipos. Se ocupó de máquinas de guerra y fortalezas, proyectó la desviación del río Arno y diseñó ciudades ideales. Pero nada de lo anterior fue llevado a la práctica y menos a la imprenta que ya existía. Por ejemplo, un libro sobre las máquinas, la certera discusión sobre los movimientos del agua, así como su aprovechamiento, y los dibujos anatómicos, publicado en su tiempo, habría adelantado el progreso de ciencia, la tecnología y la medicina en años o en siglos.
Llaman la atención dos obras apenas iniciadas y no completadas: la estatua ecuestre del padre del duque Ludovico, de siete metros de altura, y el enorme mural para la batalla de Anghiari. Pero su sino fue el resultado de una curiosidad insaciable, que saltaba de una idea a otra, sin aceptar o completar encargos. Con razón, a pesar de ser autodidacta, Leonardo se consideraba no solo artista sino científico e ingeniero que debía perseguir sus propios intereses y no las demandas de la época.
Como este artículo está destinado a la sección Ciencia del periódico EL MUNDO, conviene destacar algunos valiosos descubrimientos de Leonardo en el campo científico, un maravilloso ejemplo de su estupenda visión anticipatoria.
Leonardo y la naturaleza
El ciclo hidrológico. Observemos este increíble texto procedente de uno de los cuadernos: “El origen del mar se opone al de la sangre, porque el mar recibe dentro de sí a todos los ríos, que son producidos por entero por el vapor de agua que asciende por el aire.” Agregó que la cantidad de agua en la Tierra permanece constante, solo que “circula y da vueltas de forma continua.”
El río y sus riberas. Con su poder de observación y medición, Leonardo estableció correctamente que es máxima la velocidad del agua en el centro del río y que es menor la del agua cercana a las riberas, ya que ésta se encuentra afectada por la fricción en las orillas. Explicó la erosión originada por la corriente de agua que arrastra tierra de las orillas. Comprobó que los estratos de rocas a uno y otro lado del río son semejantes, lo cual permite deducir la importancia del río en la creación del valle correspondiente.
El color del cielo. Algunos niños preguntan por qué el cielo es azul, pero los adultos con frecuencia ignoramos la pregunta, a pesar de que grandes científicos se han ocupado del asunto. Hoy se sabe que el azul se debe a la llamada dispersión Rayleigh, pero Leonardo proporcionó una explicación en la dirección correcta: “El aire adquiere el azul por los corpúsculos de la humedad, que captan los rayos de luz del sol.” Esos corpúsculos eran para él minúsculos e imperceptibles átomos originados en “la cálida humedad evaporada”.
Fósiles en las montañas. Leonardo se preguntaba cómo los fósiles de animales marinos habían ido a parar en varios estratos de las montañas. Descartó un origen único para esos fósiles, en particular el diluvio universal, y señaló que en efecto cada estrato con fósiles estuvo alguna vez en un fondo marino que emergió para formar parte de la montaña. Se interesó en particular en los Alpes, y un video reciente sobre esta cadena de montañas le rinde un merecido homenaje por esa visión extraordinariamente científica y precursora (https://www.youtube.com/watch?v=mJnf3eN5D-U).
En sus últimos años en Francia, Leonardo dibujó varias veces imágenes del diluvio. Su interés por los flujos de agua y viento con remolinos, vórtices y en espiral, culminó con imágenes como la aquí presentada. Cabe interpretarla como expresión de la fuerza de la naturaleza.
El anatomista
Descubrimiento de la arteriosclerosis. En sus muchas disecciones de cadáveres, en particular la de un anciano que había muerto a los cien años y la de un niño, descubrió que con la edad las arterias se endurecían y ensanchaban debido a la acumulación de sustancias parecidas a placas, y cómo las de un niño eran flexibles y sin obstrucciones “contrario a todo lo que encontré en el anciano”. Un distinguido cardiólogo e historiador de la medicina consideró que era la primera descripción de la arteriosclerosis como un proceso en función del tiempo.
La válvula aórtica. En sus estudios sobre el agua, Leonardo se interesó mucho por los vórtices y los remolinos, así como los flujos en espiral. Sus continuas analogías, en este caso entre los movimientos de la sangre y del agua, lo llevaron a un sensacional descubrimiento, reivindicado 500 años después. Con sus detallados estudios relacionados con el corazón pudo determinar que el flujo de sangre que el corazón impulsa hacia arriba, en la raíz de la aorta, no se devuelve en razón de una válvula que se cierra cuando la sangre trata de devolverse, tal como se creyó durante mucho tiempo. Observó que el flujo en espiral de la sangre, cuando atraviesa una parte de la aorta llamada senos de Valsaba, crea turbulencias y remolinos que sirven para cerrar dicha válvula. Un crucial experimento de 2014 en Oxford, que pudo estudiar la circulación de la sangre en un ser humano vivo, demostró que Leonardo tenía razón y concluyeron: “Confirmamos en un ser humano in vivo que la predicción de Leonardo sobre los vórtices de flujo sistólico era acertada y que proporcionó una representación asombrosamente exacta de estos vórtices en proporción con la raíz aorta”.
El supuesto autorretrato de Leonardo, llamado de Turín.
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Ciencia y arte
Este artículo es apenas una aproximación mínima a un personaje muy complejo. El interés primordial del texto es incitar a los lectores a acercarse a su vida y obra. Un estudio a fondo exigiría una aproximación casi enciclopédica que condujese a resaltar que estamos ante una de las mentes más brillantes de la historia y frente al ser humano que mejor encarnó, en forma natural y convincente, la estrecha relación entre ciencia y arte, no tan favorecida después del Renacimiento y solo revivida en el siglo XIX por Alexander von Humboldt.