Retornamos con más experiencias, conocimientos y amigos. Con un título que nos acredita adultos, profesionales para hacer que las cosas sucedan de la mejor manera.
Todos hemos emprendido algún viaje en algún momento de la vida, pero muy pocos hemos logrado hacer el viaje de retorno. Cuentan los viajeros que quizá este es mucho más emocionante. Imaginen una familia que, sin importar donde, en que condiciones y de las formas que sea manda a uno de sus hijos a hacer un viaje hacia la universidad, que como lugar lo implica en el universo de los conocimientos, las experiencias y nuevas formas de vida que afectarán fuertemente su familia, su cultura, su personalidad. Sin embargo, aunque el viaje es emocionante, muchos se quedan solo en la ida, muchos factores dificultan el retorno y como lo dije antes, este es mucho mas emocionante. ¿Ahora que nos toca? Avanzar en el retorno de nuestra propia historia. Esa que empezamos a construir desde el mismo momento en que nos sentimos llamados a ser diferentes, ya que en un país como Colombia estudiar en una universidad marca la diferencia, vamos a retornar hacia el sentido más simple de nuestra humanidad, lo que somos, condicionados por el lugar donde venimos, la familia a la que pertenecemos, la realidad y el contexto donde crecimos. Retornamos, pero ya no de la misma manera como si estuviéramos desprovistos para el viaje. Retornamos con más experiencias, conocimientos y amigos. Con un título que nos acredita adultos, profesionales para hacer que las cosas sucedan de la mejor manera. Hay un poema muy antiguo y famoso, en el se ve como puede ser ese camino de vuelta. Ése que va de la universidad hacia sus propios lugares. Ya hicimos el camino de ida, ahora el camino de retorno debe tener unas características especiales:
“Cuando emprendas tu viaje a Ítaca pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias. No temas a los lestrigones ni a los cíclopes ni al colérico Poseidón, seres tales jamás hallarás en tu camino, si tu pensar es elevado, si selecta es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo. Ni a los lestrigones ni a los cíclopes ni al salvaje Poseidón encontrarás, si no los llevas dentro de tu alma, si no los yergue tu alma ante ti. Pide que el camino sea largo. Que muchas sean las mañanas de verano en que llegues - ¡con qué placer y alegría! - a puertos nunca vistos antes. Detente en los emporios de Fenicia y hazte con hermosas mercancías, nácar y coral, ámbar y ébano y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas. Ve a muchas ciudades egipcias a aprender, a aprender de sus sabios. Ten siempre a Ítaca en tu mente. Llegar allí es tu destino. Mas no apresures nunca el viaje. Mejor que dure muchos años y atracar, viejo ya, en la isla, enriquecido de cuanto ganaste en el camino sin aguantar a que Ítaca te enriquezca. Ítaca te brindó tan hermoso viaje. Sin ella no habrías emprendido el camino. Pero no tiene ya nada que darte. Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado. Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, entenderás ya qué significan las Ítacas”.
Le escribo a los jóvenes que están egresando de las universidades. Compañeros, ustedes ya saben cual es el lugar de destino. Todos lo hemos soñado en algun momento de nuestras vidas. Ese lugar es un sueño, es el sueño que soñamos despiertos, es el sueño de cuando estamos solos y empezamos a imaginar e imaginarnos con lugares, personas, experiencias, viajes, con una vida profesional. Todos nos hemos visto arquitectos, ingenieros, profesionales en negocios, abogados, especialistas. Hemos soñado un mundo de desarrollo. Nos hemos visto felices. Allí esta Ítaca. Ahí esta nuestro lugar de destino, ahora tenemos que ir tras él. Hay que ir hacia ese lugar y, aunque nos vamos a encontrar con dificultades, cíclopes, lestrigones y al colérico poseidón, allí el viaje empieza a ser interesante. Ítaca es la ruta, nuestra vida misma, nuestra posesión más valiosa que muchas veces la dejamos pasar sin pena ni gloria, permitiendo que la rutina y los días sin sol nos anulen y nos olvidamos de aquello verdaderamente fundamental. Compañeros, feliz viaje de retorno. Enamórense de sus Ítacas, de sus sueños, de los lugares soñados, del puerto de destino. ¡¡¡Feliz viaje de retorno, buen viento y buena mar compañeros!!!