La señorita cultura tiene que ir por los pasillos buscando que reconozcan su importancia, que le paguen por lo que cuesta, que la incluyan en el grupo de “futuro”
Y entonces, un virus llamado covid-19 hizo pensar al mundo que la cultura es fundamental. Qué habría sido de la humanidad sin la música que calma los ánimos, antes millones de afectados por una crisis inesperada. Una serie se volvió el escape a la realidad difícil e incierta. Quienes pensaban que era importante, comenzaron a extrañar estar sentados en una butaca con palomitas de maíz y gaseosa. Los que jamás habían ido a un museo no se sintieron tímidos y entraron a través de la web, como Pedro por su casa. Esta pandemia abrió los ojos sobre lo que se hace en los escenarios y detrás de ellos.
Sin embargo, siento que la idea de emprender, de esos discursos que plantean que es el momento de territorios multiculturales, pluriétnicos y diversos, o que vamos a acceder a las ventajas de lo digital, y todo lo que le apunte a un sistema sostenible, ignora un eslabón: el de la cultura.
Lastimosamente, la idea de la “cenicienta” sigue siendo el guion de esta película llamada “sector cultural del futuro”. Voy a decir primero que todo lo que digamos en esta columna cada semana jamás será algo personal, que abrimos preguntas y no tenemos la última palabra.
Señores ministros, secretarios y diplomáticos, ya sabemos que están haciendo su trabajo, reinventándose normas, convocatorias, proyectos y acciones para la cultura, pero que no les alcanzan los recursos.
Creo que el sector cultural de hoy tiene que envidiarle al de otros momentos de pánico sus intentos por profesionalizarse, por conquistar a una mayor cantidad de personas, pero sigue sufriendo igual de débil, por las no crecientes sumas de dinero que tiene para soñarse un futuro en el que todos podamos ver las estrellas, en una noche oscura.
Seguimos igual en algunos aspectos.
Voy a contarles una historia: la señorita cultura tiene que ir por los pasillos buscando que reconozcan su importancia, que le paguen por lo que cuesta, que la incluyan en el grupo de “futuro”, al que entra como la última finalista. Sí, sus chaperones intentan ayudarla, pero son sólo seres humanos que asumen un cargo público, que no depende solo de sus sueños.
Aparentemente, los planes de desarrollo invierten de manera decidida en la gran protagonista de la novela, llamada educación, mientras que su amiga, la que no tiene el protagónico, recibe menos de lo que la Unesco ha dicho que debe recibir, el 2% del PIB. Y eso que todos en sus casas, cuando la ven, sonríen y se sienten felices de que esté presente en realidades tan duras como que mueran cientos de personas a causa de un virus.
Eso sí, todos la usan, es como aquella inteligente del colegio a la que solo le hablan porque tiene respuestas. La cultura sigue siendo un asunto de moda, pero menor, elegido por las primeras damas, que parece combinar con todo pero no ser tan necesario como para darle el premio mayor.
Ojalá las próximas semanas las Hadas mágicas que cuidan a la cenicienta, le digan al país del “realismo mágico”, al departamento del carriel, la ruana y el sombrero; y a la ciudad de la Feria de las Flores, ¿cuáles serán los nuevos apoyos que se merecen quienes llevan a niños, jóvenes, adultos y adultos mayores a repensar sus realidades?
Quiero recordar que ningún profesional, en la que han dicho que es la tierra de la “libertad” y el “orden”, puede vivir con $160.000 al mes, o con lo que le dejen los proyectos concursados entre cientos de opciones, para subsistir algunos meses, que requieren más documentos y condiciones que cometer ilegalidades. Bueno, pero debe primar la humildad, por eso todos reciben lo qué hay, porque algo es algo. Sí, yo también los recibí. Pero es que somos muchos para tan pocas oportunidades: 30.296 inscripciones de 1058 municipios compiten por 8.000 apoyos en una convocatoria, que por primera vez es ambiciosa en pensar en que, por ejemplo, los Palenqueros merecen tener recursos públicos para hacer cultura.
¿Quién va a decir, por fin, qué es lo que significa ese sector llamado cultura?, que como las mujeres y los LGBTIQ+ ha tenido que ganar terreno peleando, teniendo paciencia y “fe”.
Señores espectadores: ustedes son los únicos superhéroes de esta telenovela colombiana. Si ustedes, jefes de los mandatarios, reconocen y apoyan lo que hacen los funcionarios públicos, los artistas, gestores, investigadores, comunicadores y formadores que buscan la luz en la oscuridad; si ustedes exigen la oferta artística y cultural como derecho fundamental, la señorita cultura va a pasar a la historia. Le van a dar la corona, así sea la de última princesa. Los funcionarios públicos ya no pueden solos.
Si ustedes no la apoyan, muchos gestores se irán, después de sufrir una gran tristeza, lamentándose por lo que les cuesta hacer este trabajo por el país, cómo les pasó a Fanny Mikey, Santiago García, Gilberto Martínez, Rodrigo Saldarriaga, Alberto Sierra, Leonardo Nieto, Ramiro Tejada, Farley Velásquez, José Manuel Freydell, Gloria Zea, Elkin Ramírez y tantos otros que se fueron pensando que no se les daba la oportunidad de participar que merecían.
A usted, que sigue comprando las películas piratas, el libro fotocopiado, que solo va a ver teatro cuando está a mitad de precio; no lo culpo, pero está siendo el verdugo de millones de personas, por las que no pelea como lo hace porque no regresa el necesario y valioso Fútbol Profesional Colombiano. Dicen que hay decenas de grupos de teatro en Medellín que ni siquiera tienen una sala estable (dicen que son 80) y que sobreviven de presentarse donde sean acogidos. Ah, son unas 45 salas de artes escénicas las que están cerradas en “Medallo”.
Entonces, sabiendo que son muchos los que viven de esto, no los mate, apóyelos como al gran James Rodríguez y a la gran Mariana Pajón y a un simpático Rigoberto Urán.
Al igual que usted, que no sabe qué va a pasar mañana con todo esto, en el sector de la cultura están sobreviviendo, o, cómo ha dicho la cantante de tango Ada Román, “sobremuriendo”.
Igual que quienes en las calles le interrumpen el caminar con mensajes que buscan “una ayudita”, en esta casa llamada sector del arte y la cultura siguen sacando el sombrero para cambiar el mundo, todos están necesitando más apoyo. ¿Podría usted aportar una monedita de su solidaridad para construir un nuevo país?, para que lleguemos fortalecidos juntos a esa “nueva normalidad” o para que sigamos resistiendo como lo propone Resiliart. Una monedita, por favor, para este sombrero.