El libro, pulcramente editado, donde no se hallan gazapos, lenguaje rebuscado o atentados a la norma culta, es un aporte sustancial para quien quiera ejercer el periodismo con vocación, devoción y pasión.
Luis Guillermo Peña Restrepo es un Comunicador Social-Periodista, nacido en el culto municipio de Yarumal, que a cada paso da lustre a su tierra y a nuestra amada profesión, el periodismo. Acaba de agregar a sus dos publicaciones anteriores, Diario de un pillo y De yarumo en yarumo, otro título, que a mi juicio será un éxito editorial y un aporte valioso al periodismo.
Aunque Luis Guillermo nunca ha sido un periodista en apuros (idiomáticos o laborales), pues ha ejercido con éxito en El Tiempo, El Mundo y RCN Radio; ha fungido como director de varios periódicos locales, director de comunicaciones en varias alcaldías y empresas, y dirige con toda competencia el Periódico Epicentro del Círculo de Periodistas y Comunicadores Sociales de Antioquia, confieso que el título del libro que le acaba de publicar el Instituto Tecnológico Metropolitano (Sello editorial Fondo Editorial ITM, abril de 2019), por su contenido, quedó mejor “colocado” que un Valencia Cossio.
Un periodista en apuros (que así se llama el libro) es una publicación deliciosa, si nos atenemos a que el colega Peña Restrepo es un periodista de amplio recorrido, cuidadoso en el lenguaje literario, así como en el periodístico, y que de tiempo atrás viene descollando en la crónica, un género que, a mí, particularmente, me encanta, porque es la entrada perfecta a la creación literaria. Sobra citar, para fundamentar esta afirmación, a los grandes periodistas de nuestra historia nacional y mundial, que finalmente se han instalado (sin abandonar el periodismo, ¡Dios nos libre!), en la espléndida literatura, como los colombianos Hernando Téllez, Germán Castro Caycedo, Gabriel García Márquez y Juan José Hoyos, por citar a algunos; los muy italianos Edmundo de Amicis y Oriana Fallaci, el peruano Mario Vargas Llosa, el catalán Manuel Vázquez Montalbán, la chilena Isabel Allende, el español Arturo Pérez-Reverte, entre muchos otros.
El libro, pulcramente editado, donde no se hallan gazapos, lenguaje rebuscado o atentados a la norma culta, es un aporte sustancial para quien quiera ejercer el periodismo con vocación, devoción y pasión, si consideramos que él se constituye en lección aventajada de buen ejercicio de reportería y crónica, ejercicio este que hizo grandes al ya citado Gabriel García Márquez, a Truman Capote, Ernest Hemingway, Albert Camus, Ciro Alegría y Dulce María Loynaz, a más de un longo etcétera.
El libro abre con una afortunada presentación de Reinaldo Spitaletta, donde esboza conceptos atinados sobre la disciplina del periodismo, la tarea de la reportería y el oficio que demuestra el autor al trabajar la crónica, cuando escribe que: “ahí, en esos acontecimientos narrados por Luis Guillermo peña Restrepo, en todos esos afanes y desgarramientos, se nota, ante todo una sensibilidad aguda para tratar los dramas cotidianos, para narrar lo local (alguna crónica pueblerina, por ejemplo) y para mostrar, a su vez, las dificultades de la reportería, en un medio cada vez más hostil y que simpatiza cada vez menos con las historias”. Y continúa (el texto) con entrevistas a los escritores Fernando Vallejo, Gustavo Álvarez Gardeazabal, Fernando Savater, Juan José Hoyos, Héctor Abad Faciolince, Manuel Mejía Vallejo, Daniel Samper Pizano y Germán Castro Caycedo, quienes conceptúan sobre el periodismo colombiano, el lenguaje periodístico, el lenguaje literario, la figura del periodista escritor, entre otros. Completa las 172 páginas del libro, 20 crónicas deliciosas y bien escritas.
El cronista es un testigo que da fe de lo que ocurre, y lo hace con su particular forma de expresarse. El estilo personal de quien firma es lo que caracteriza a este género periodístico. La crónica se distingue por el sello de su autor, y esto forma la esencia misma del texto. “Se trata de un relato informativo, es decir, la unión del relato y el comentario subjetivo de lo noticiable, ya que es un trabajo en el que se da cuenta de un suceso a través de la visión personal de su autor. Es información, aunque por la subjetividad que supone la interpretación del cronista y por el estilo ameno con el que está escrito, se aleja del periodismo estrictamente informativo”. Precisado esto, y conociendo bien a nuestro autor, reitero mi alegría por esta buena nueva, que cierra con 20 crónicas deliciosas y bien escritas.