Un párrafo de Susan Sontag: la amnesia y la ignorancia

Autor: Carlos Alberto Gómez Fajardo
6 junio de 2017 - 12:04 AM

Sirve como invitación a la reflexión, a la formación de conciencia sobre el significado humano de las imágenes.

Una de las últimas obras de la escritora norteamericana Susan Sontag (1933-2004) fue Ante el dolor de los demás (2003), un breve libro de 151 páginas, nueve partes: ensayos basados en reflexiones académicas en la Universidad de Oxford sobre el sentido de la fotografía documental de la guerra y su papel en los medios de comunicación. Son particulares y valientes sus ideas sobre la desensibilización producida por la  tormenta de imágenes en los medios con temas de violencia y guerra, cotidianos pero a la vez ajenos para el consumidor de los mismos medios.

Son conocidos otros títulos de la autora y pensadora norteamericana: Sobre la fotografía (1977), Contra la interpretación (1968), y otras obras que incluyen ensayo, teatro y novela.  A pesar de algunas polarizaciones hacia la izquierda al uso sus contenidos en general son inquietantes, inteligentes, e invitan a una formación de conciencia crítica y de auténtico sentido de la solidaridad humana. Ante el dolor de los demás es una buena edición de Alfaguara (Colombia, 2003), con traducción de Aurelio Mayor. Es coherente su contenido con la portada, reproducción de un dramático aguafuerte de Goya, la lámina 36 de los Desastres de la guerra en la que pende de un tronco mutilado un ahorcado a la izquierda de la escena, a la derecha, con un gesto misterioso y cínico -con aparente ironía- un soldado francés observa el cadáver. Este desastre dibuja con sinceridad, sin metáfora ni respetos humanos, la contundencia del horror, de la injusticia, de la brutalidad, del espíritu de la venganza… El inmortal Francisco de Goya y Lucientes, como pocos, hace patente lo perverso y lo oscuro del proceder humano. España lo ha vivido con frecuencia repetida, como en aquellos primeros años del siglo XIX bajo la ocupación napoleónica, momento del inicio del colapso de la potencia que hasta entonces constituían las dos Españas, la vieja y la nueva, separadas entre sí, con violencia adicional, por los oportunistas del momento.

Lea también: Lo vano, lo banal y lo fatal

El eterno asunto de la guerra sirve, con los párrafos de Sontag, como invitación a la reflexión, a la formación de conciencia sobre el significado humano de las imágenes, generalizadas hasta  el fastidio por la tecnología y los medios de comunicación, hasta llegar al extremo de inducir también apatía e indiferencia. Son escritos agudos, ordenados, emotivos, producto de observación honrada de la realidad. Entre otras sus observaciones evocan un cierto proceso de desensibilización e indiferencia colectiva ante las imágenes convertidas en objeto de consumo, en dato repetido y trivial. Pasa por diversos momentos de la historia: desde el registro fotográficos de la guerra de secesión de los Estados Unidos, al innumerable elenco de las imágenes de guerra del siglo XX: primera y segunda guerras mundiales, Vietnam, Sarajevo, World Trade Center. Comenta  también el registro de la guerra civil española: ¿quién no recuerda el blanco y negro de Robert Capa?

Unas líneas de la crítica norteamericana: “…Con todo, parece un bien en sí mismo reconocer, haber ampliado nuestra noción de cuánto sufrimiento a causa de la perversidad humana hay en un mundo compartido con los demás. La persona que está perennemente sorprendida por la existencia de la depravación, que se muestra desilusionada (incluso incrédula) cuando se le presentan pruebas de lo que unos seres humanos son capaces de infligir a otros  -en el sentido de crueldades horripilantes y directas-, no ha alcanzado la madurez moral o psicológica. A partir de determinada edad nadie tiene derecho a semejante ingenuidad y superficialidad, a este grado de ignorancia o amnesia”.

Un grave llamado de atención a la necesidad de ser permeables a una dosis de realidad, de genuina solidaridad con el semejante. A pesar de que ahora la frivolidad de algunos medios quiera convertir las imágenes de la brutalidad y la violencia en un ingrediente adicional a las notas de farándula o a los contenidos comerciales que proponen la felicidad en la conducción de un auto que acelera de 0 a 100 en apenas 8 segundos o de un interminable partido de fútbol en que se repiten los mismos lances por años y por años, ejecutados por unos héroes desproporcionados y falsos, cuyo heroísmo es apenas prestidigitación y técnica de mercadeo.

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