Un nuevo intelectual

Autor: Darío Valencia Restrepo
4 julio de 2017 - 12:09 AM

En estos tiempos de la llamada posverdad, la tarea del intelectual público adquiere la mayor importancia.

En sus Cuadernos de la cárcel, Antonio Gramsci se ocupa de los intelectuales y empieza por preguntarse si ellos constituyen un grupo social autónomo e independiente, o si más bien cada grupo social tiene su propia particular y especializada categoría de intelectuales. Responde que el proceso histórico ha conducido a la formación de varias categorías de intelectuales, pero señala que se va a referir a las dos principales.

Todo grupo social que cumple una función esencial en la producción económica crea a la vez uno o más estratos intelectuales, los pertenecientes a la primera categoría y llamados orgánicos, cuya función es proporcionarle al grupo homogeneidad y conciencia de su propia función no solo en el campo económico sino también en los ámbitos político y social. Por ejemplo, el empresario capitalista considera necesario crear especialistas en política económica, promotores de una nueva cultura y fundadores de un sistema legal. Se sabe que para evitar la censura fascista Gramsci omite la palabra clase y la sustituye por grupo.

La segunda categoría la constituyen los llamados intelectuales tradicionales, entre los cuales podría citarse a los científicos y a los letrados, aparentemente autónomos pero que históricamente han estado ligados a la formación de grupos sociales. No debe sorprender que en Estados Unidos la clasificación de Gramsci haya reaparecido en la actualidad con algún nuevo ropaje, aunque mutatis mutandis es también aplicable a otros países.

Lea también: El humanista que se enfrentó al fanático

En efecto, un artículo de David Sessions publicado el pasado 28 de junio en la revista digital New Republic (http://tinyurl.com/NuevoIntelectual) pone de presente que los grandes ricos han creado un nuevo tipo de intelectual, el llamado “Líder del pensamiento”. Buenos ejemplos son aquellos como Thomas Friedman y Sheryl Sandberg que desarrollan su propia mirada para explicar el mundo y al mismo tiempo hacen proselitismo para difundir dicha cosmovisión.

Pero a su lado subsiste el segundo tipo de intelectual, el llamado público, a la vez escéptico, analítico, crítico y complejo, tales los casos de Noam Chomsky y Martha Nussbaum. Y muchos lectores prefieren no a estos sino al mencionado Líder del pensamiento, portador de grandes ideas para cambiar el mundo; y para quien, en el llamado mercado de las ideas, se ha vuelto rentable vender su mercancía a los multimillonarios y a un público más amplio, convertido ya en una superestrella con su propia marca, en un espacio reservado antes para magnates, celebridades y atletas.

Además:  Una nueva ciencia

Se habla de la declinación del intelectual público, lo que algunos atribuyen a la profesionalización del intelectual en una academia insular y de pensamiento estrecho, en la cual la cultura del programa universitario de doctorado propicia una especie de conocimiento arcano, no interesado en acercar sus ideas a audiencias más amplias.

En Estados Unidos se habla ya de la privatización de la ciencia. Algunas corporaciones han llegado a concluir que es más barato que la universidad se encargue de sus tareas de investigación y desarrollo, de modo que ya no están dispuestas a financiar investigación básica, la que puede llevar a grandes avances científicos, sino aquella aplicada que puede producir ganancias con rapidez.

En estos tiempos de la llamada posverdad, la tarea del intelectual público adquiere la mayor importancia. Su opinión, sobre todo aquella de carácter político destinada a orientar a los ciudadanos, tiene que ser ilustrada, así como basarse en hechos y en la interpretación sintética de una realidad que se presenta de muchas formas y matices. Su otra tarea esencial es revelar la verdad y denunciar la mentira, tal como lo señala Chomsky en su libro La responsabilidad de los intelectuales, también conocido con el nombre de Los nuevos mandarines.

***

¿Qué es cultura? Ahora cuando con frecuencia se piensa que cualquier cosa es cultura, vale la pena recordar lo que dice Gramsci: la cultura es organización, disciplina del propio yo interior, es toma de conciencia de la propia personalidad, es conquista de conciencia superior, por la cual se logra comprender el propio valor histórico. Más tarde, desde la cárcel agregaría: la cultura es la potencia fundamental de pensar y de saberse dirigir en la vida.

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