Dos periodistas cubanos asisten por primera vez a una jornada electoral en Colombia. Desde las mesas de votación de la Universidad Eafit hasta las del Estadio Atanasio Girardot, narran lo que escuchan, lo que ven, lo que sienten.
Desde todas las puertas de acceso a la Universidad Eafit comienza un desfile de perros. En la mañana de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales la gente salió de casa con sus mascotas. Labradores, bulldogs, caniches y chihuahuas van tomado las líneas de acceso —arboladas y umbrosas— hasta las mesas de votación.
Un perro detiene a una señora. Aunque está prohibido, el pequeño bulldog francés aprovecha y defeca sobre la hierba. La dueña se avergüenza y después dice: “Aprovecha”. Le tira de la correa y le riñe, silenciosamente.
Se va hasta una mesa de votación. Votará, como es debido, por su candidato: Iván Duque, del Centro Democrático, continuador del uribismo en Colombia, el hombre que impedirá la llegada de las ideas de izquierda a la Casa de Nariño.
Varios matrimonios —juzga uno a la distancia— salieron a correr y aprovecharon para votar. En Eafit una multitud de señoras de mediana y avanzada edad lucen collares y carteras lujosas. Hombres y mujeres, chicos y viejos, ancianos de trémulo andar y deportivas muchachas se dan cita en los restaurantes al centro de la universidad. Hay sosiego pero no hay jolgorio. Hay tranquilidad pero no hay fiesta.
Menos gente y más jolgorio hay en Campo Valdés y en el Barrio Doce de Octubre. También hay menos etiqueta, menos perros y menos collares. Menos chicos en ropa deportiva y más vendedores de empanada, de guarapo y de arepas.
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Después de votar, Ema Sabina Franco, de 19 años, conversaba con un amigo entre las mesas de votación de Eafit. Las elecciones presidenciales de 2018 —primera y segunda vuelta— se convirtieron en las primeras elecciones de su vida. La primera vez que vota.
No llegamos a saber si la chica se quedó allí, plantada, por la emoción de votar. Pero sí sabemos lo que Ema quería a partir de estas elecciones: “Personalmente espero que se anule un poco la polaridad, no debemos pensar que somos unos contra otros. Tenemos que ver que el presidente que llegue tenga la mejor posición de paz, que existan mejores garantías para todo lo que está pasando en el país y que haya soluciones verdaderas al conflicto”.
En una esquina, parada, antes o después de votar, también está Magnolia Zulueta. La señora quiere que gane la democracia, aclara cuando la abordamos. La democracia, para ella, asegurará el triunfo a Iván Duque. “A Colombia le espera un cambio maravilloso: nuestro candidato es una persona joven y muy preparada; es locuaz y sabe defenderse muy bien”, dice, confiada.
Entonces, inesperadamente, le decimos a Magnolia que venimos de Cuba.
“¿De Cuba? Cuba es lo que no queremos para Colombia”, espeta. “Todos los que viajan allá terminan dejando sus cosas de uso personal por culpa de la escasez que viven los cubanos. No queremos tampoco que Colombia sea Venezuela, ni Nicaragua, ni Bolivia. No queremos que sea socialista”.
Magnolia no asume que el miedo a “ser otra Venezuela” haya sido aprovechado e inculcado en una campaña que favorecía al candidato Iván Duque sobre su rival Gustavo Petro. “No creo que sea una campaña de miedo porque nosotros, que hemos soportado tantos años de violencia con la guerrilla, no queremos que un guerrillero tome las riendas de este país”.
En Eafit y en ninguna otra parte nadie desea una Colombia parecida a Venezuela. Parecida a Cuba.
Sin embargo, en Medellín pocos piensan que, aunque Gustavo Petro hubiera triunfado, aunque hubiera instalado sus ideas de izquierda en la Casa de Nariño, un Senado contrario, dominado por el sector conservador y el uribismo, habría rechazado todos sus supuestos planes "castrochavistas".
El "castrochavismo", por su parte, ahora resulta un arma más usada por la derecha que por la izquierda: se convirtió en el hombre del saco, en el Midas de la pobreza y la falta de libertades.
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A las 11 de la mañana, el estadio Atanasio Girardot, donde votan los hombres, parecía un campo de paz. Apenas algún elector llegaba a las mesas de votación. Los paisas votaron antes o después de que se enfrentaran los equipos de Alemania y México en el Mundial de Rusia 2018.
Muy cerca de las mesas de votación, un observador que solicitó no ser reconocido aseguró: “Quiero que gane Petro, pero va a ganar Duque”. Otros más, en la orilla, cruzaron los dedos y dijeron que si, contra todos los pronósticos, la selección azteca venció a los teutones, todavía quedaba la esperanza de que Petro venciera a Duque. Sin embargo, no hubo sorpresas: por mucho que digan, las elecciones no se parecen al fútbol.