Han ejecutado recientemente un feticidio. La víctima, uno de nuestra especie, en su séptimo mes de gestación, ha encontrado la muerte pues su madre y algunas otras personas lo han descalificado
Hay asuntos dolorosos en los cuales la aproximación racional puede dificultarse pues involucran de modo intenso las fibras de la emotividad, componente esencial de todo ser humano, ser futurizo –el término es de Zubiri- y a la vez, inteligencia sentiente, es decir, mente y corazón. Hay, de todas maneras que hacerlo, enfrentar radicalmente la realidad de los hechos y aportar desde la capacidad argumental lo que podría ser una semilla de reflexión y de llamada a la sensatez para algunos: es una obligación para todo ciudadano que afirme la importancia del valor de la paz y el respeto entre todos los miembros de la comunidad.
Cada vida humana es valiosa, de modo intrínseco. La dignidad no es una atribución de tribunales ni de jueces pasajeros y cambiantes, y menos, de la opinión de determinadas personas que desde sus circunstancias de poder y de influencia podrían considerarse idóneas para emitirla. Hay quienes se creen idóneos, sin serlo. Cada homicidio, cada muerte en circunstancias violentas, por ejemplo, como lo relatan las estadísticas de las grandes ciudades, es un llamado a la sociedad acerca de la patología existente en su interior: una crisis de humanidad, crisis de aceptación de la realidad del otro –alteridad dicen algunos de los pensadores del siglo XX-. Como consecuencia de ello, se impone la arbitrariedad de quien ostenta posiciones momentáneas de poder.
Han ejecutado recientemente un feticidio. La víctima, uno de nuestra especie, en su séptimo mes de gestación, ha encontrado la muerte pues su madre y algunas otras personas lo han descalificado. Lo han considerado inoportuno, indeseable, y en consecuencia, lo han eliminado. Han negado su valor como persona humana, lo han aniquilado pues han querido imaginar que ejercen la libertad –la de ellos- y que la dignidad de alguien frágil puede ser puesta entre paréntesis según las circunstancias.
Hay hechos objetivos para destacar. La vida de cada ser humano, su trayectoria existencial comienza, como lo demuestran hasta la sociedad los conocimientos de embriología, en su "momento cero", el momento de la concepción. Allí se inicia la trayectoria de cada uno: el ingente material genético de nuestra especie inaugura un proceso autónomo de diferenciación celular, maduración, crecimiento. A partir de allí, en el embrión, feto, recién nacido, niño, adolescente, adulto, anciano, sucede una trayectoria vital en la cual no hay hiatos o rupturas de continuidad. Es la misma persona, cambiante en muchos aspectos, pero única en su personeidad, quien realiza su recorrido biográfico. Basta, para cada uno de nosotros, mirar una fotografía de sí mismo en la infancia y decir “ése soy yo”, para entenderlo, aunque aquella imagen sea casi irreconocible con las canas y secuelas propias de las muchas décadas vividas, no puede haber duda sobre la autonomía apropia.
Otro hecho, muy doloroso. El feticidio, la eliminación de un individuo de la especie humana, no es un acto médico. No es terapéutica, no es una atención de cuidado. Es la negación del sentido de la profesión médica y de las profesiones afines. . El aborto institucionalizado y practicado por individuos de bata blanca, como política al servicio de los intereses ideológicos de terceros, no es una acción médica, así como no es una acción jurídica la imposición de una normatividad injusta. Ante la norma injusta siempre cabe, en una sociedad en la que haya un espacio para la decencia, la objeción de conciencia y la desobediencia a la misma.
Otro tópico: la discutida sentencia C 355-2006 es una expresión de arbitrariedad. Es la imposición de una ideología utilitarista y materialista que ha pretendido convertir el derecho en una farsa en la cual la libertad se le asigna a algunos seres humanos y se le niega a otros. Precisamente, la antítesis del derecho, la negación de la democracia.
¿En qué laberinto han quedado perdidas mente y corazón? ¿Por qué queda impune que algunos nieguen el derecho a su vida a un individuo inocente? ¿Cómo es posible que quienes cometen esa acción violenta argumenten que están ejerciendo la libertad?
La banalidad del mal: ¿una costumbre?