Buena parte de la diáspora judía difunde y multiplica desde hace años las censuras al gobierno israelí tanto por su intransigencia respecto a los palestinos
Para mejor descifrar el propósito de estas reflexiones aludiré, primero, a las principales orientaciones que presiden a Donald Trump desde que asumió su sitial en la Casa Blanca. Resumiré después las circunstancias que facilitan, a mi juicio, la continuidad en el corto y mediano plazo del gobierno encabezado por Biniamín Netanyahu. Al final estimaré las repercusiones de unas y otras variables en las actitudes que las diásporas judías e israelíes en el mundo probablemente se inclinarán a adoptar como resultado de las tendencias aquí apuntadas.
Donald Trump se perfila hoy como el campeón de un afiebrado nacionalismo que limita los derechos de amplias minorías –la negra y la mexicana– al tiempo que opone obstáculos a la fluida internacionalización de inversiones y capitales que, a su parecer, lesionan el crecimiento de su país. La iniciativa de levantar un muro en la frontera mexicana, su oposición al Obamacare que beneficia principalmente a sectores étnicos de inferiores recursos, la revisión del tratado de libre comercio (TLC) suscrito con sus vecinos: algunas expresiones de su plataforma ideológica. Y sin desmedro de estas inclinaciones – más bien en correspondencia – él acepta agrupaciones como el KKK que propician la pureza racial de América.
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En materia internacional Trump pretende restringir las obligaciones militares y financieras de Estados Unidos en Europa; limitar el número de países- hoy nueve - que cuentan con potencial nuclear sin afectar a Israel y a Pakistán que guardan discreción al respecto; imponer trabas y controles a Corea del norte y a Irán en esta materia, y moderar la expansión rusa en Europa oriental y en el Medio Oriente.
A un país que Trump aprecia por su petróleo y el control efectivo que es capaz de ejercer en zonas de Asia y África –es decir, Arabia Saudita–, le ha ofrecido amplia ayuda militar, y acierta en suponer que un entendimiento entre Riad y Jerusalén se ha concertado en años pasados con el designio de mantener la estabilidad en esta región.
Actitudes y directrices las de Trump que son voceadas con un temple viril –algunos dirán machista– y con un lenguaje que se aparta ostensiblemente de las normas diplomáticas. Su ética personal –particularmente en el manejo de las finanzas y en sus vínculos con colaboradores y asesores exceptuando a parientes cercanos– no deja de levantar ásperos comentarios en los medios que coinciden en censurarle.
Por otra parte, ¿qué cabe anticipar en la conducta personal y política de Biniamín Netanyahu? Sugiero que ésta no conocerá alteraciones severas en el corto y mediano plazo. Aun si las autoridades jurídicas y policiales que él mismo ha nombrado resuelven –con evidencias indisputables y en respuesta a la pública opinión– revelar hechos capaces de probar satisfactoriamente la participación -o al menos el conocimiento– en y de actos delictivos, Netanyahu no se verá obligado a renunciar. Continuará previsiblemente sus gestiones hasta la próxima jornada electoral, e incluso entonces no cabe asegurar que será desplazado. De momento y en perspectiva apenas se vislumbra una figura capaz de reemplazarle. Agrego: si y cuando ocurra su eventual desplazamiento anticipo que Netanyahu ambicionará entonces el puesto presidencial a menos que se verifique en el interín una mutación de veras radical en el concierto político israelí.
En cualquier caso, el entendimiento y las afinidades entre Trump y Netanyahu habrán de continuar. Tendencias como la pertinaz colonización de los territorios militarmente administrados; el firme apoyo gubernamental a las orientaciones teo-fundamentalistas en Judea, Samaria y -especialmente- en Jerusalén; el ofrecimiento de puestos laborales –en particular en la esfera de la construcción– a segmentos conformistas de la población palestina sin renunciar a la severa neutralización de actos de sabotaje y terror, y la creciente venta de armas a países africanos y europeos con el consentimiento de Washington: actitudes que ya provocan, si no airadas protestas, creciente inconformidad en las diásporas. Crecerán si nada cambia.
Juzgo que la convergencia de las posturas trumpistas con las inclinaciones básicas de Netanyahu- particularmente sus concesiones al teo-fundamentalismo que profesan segmentos de su coalición gubernamental – ponen en difícil situación a las diásporas judías e israelíes por razones en parte similares. Las primeras enarbolan –por convicción o por autodefensa– actitudes absolutamente contrarias al nacionalismo racista y antidemocrático que el presidente Trump se inclina a vocear. Tendencia que, si no corrige o al menos modera, conducirá a la derrota de los republicanos en las futuras elecciones y a la consiguiente pérdida de la mayoría en el Congreso.
Por otra parte, buena parte de la diáspora judía difunde y multiplica desde hace años las censuras al gobierno israelí tanto por su intransigencia respecto a los palestinos como por el ánimo mesiánico que partidos de la coalición revelan respecto a Jerusalén. Para no pocos de ellos, esta despreciativa y dogmática descalificación de las corrientes conservadoras y reformistas que desde el siglo XIX innovan las convicciones y el culto de la religión judía – no es aceptable.
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Por otra parte, el fundamentalismo nacionalista que gravita en la política cultural en Israel, el ascenso de los grupos religiosos- incluyendo a no sionistas - que niegan tanto el pluralismo cultural como el cultivo de las ciencias no son legítimas para amplios segmentos de la ciudadanía secular en Israel. Y para las diásporas israelíes con sobradas razones; éstas representan un conglomerado que parece superar el millón de miembros consagrados a tareas que los fundamentalistas desprecian. Paralelamente, esta diáspora impugna y rechaza el fundamentalismo nacionalista y antiliberal de Trump que, si se impone, implicará su marginalidad y acaso su desalojo.
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Conclusiones: a) las políticas hoy auspiciadas por el presidente norteamericano favorecen orientaciones cardinales del gobierno jefaturado por Biniamín Netanyahu, especialmente respecto a las zonas militarmente administradas por Israel y a las relaciones estratégicas con Arabia Saudita y Egipto. b) Este apoyo externo consolida y alarga la viabilidad del gobierno de Netanyahu, que en cualquier caso se beneficia por la ausencia de alternativas en el corto y mediano plazo y por la lentitud – deliberada o excusable- de las autoridades judiciales. c) El nacionalismo excluyente de Trump gesta y multiplica indirectamente la hostilidad contra la diáspora judía que, por convicción o como autodefensa, hoy rechaza actitudes racistas contra mexicanos y negros. De aquí que cabe anticipar que no pocos de sus miembros se empeñarán en asegurar la victoria de los demócratas en el próximo torneo electoral. d) Finalmente, tanto el teofundamentalismo en Israel como las presentes orientaciones en la Casa Blanca obligan a la diáspora israelí a multiplicar su activa resistencia a uno como a las otras.