La única gran victoria legislativa obtenida por Trump en su primer año de mandato fue la reforma fiscal.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, encara un 2018 lleno de retos y que se antoja mucho más tortuoso que 2017, año que al final tampoco resultó ser el camino de rosas que muchos republicanos esperaban.
Cuando Trump asumió la Presidencia el pasado 20 de enero, el partido Republicano contaba con la mayoría en las dos cámaras del Congreso, por lo que todo hacía indicar que el multimillonario no tendría problemas en aplicar su programa electoral en su totalidad.
Sin embargo, esa mayoría no siempre respaldó las promesas de un Trump que a lo largo del año ha visto cómo varias de sus medidas más rimbombantes se fueron quedando en el tintero ante la falta de apoyo por parte de algunos de sus compañeros de partido.
Por el momento, sus promesas de construir un muro en la frontera con México o de derogar la ley sanitaria del expresidente Barack Obama, conocida como Obamacare, dos de los grandes pilares de su campaña electoral, no han dejado de ser eso, simples promesas.
La única gran victoria legislativa obtenida por Trump en su primer año de mandato fue la reforma fiscal que la semana pasada obtuvo los votos necesarios en el Congreso para ser sancionada, a pesar del rechazo unánime de la bancada demócrata, que la llegó a tildar de auténtico robo a las clases menos favorecidas del país.
Superar este complicado juego de equilibrios y apoyos en las dos cámaras del Congreso será, sin lugar a dudas, el principal reto de Trump en este 2018 que está a punto de comenzar y que, para complicar aún más las cosas al presidente, es año de elecciones.
El próximo mes de noviembre, los estadounidenses están llamados a elegir a un tercio de sus senadores y a la totalidad de los miembros de la Cámara de Representantes.
A día de hoy las cuentas están mucho más ajustadas en la cámara Alta, donde los republicanos cuentan con 51 asientos por los 49 de los demócratas.
La buena noticia para el presidente es que de los 33 asientos del Senado en liza en los comicios de noviembre, 29 están ocupados por la oposición, por lo que en realidad podría decirse que en estas elecciones los demócratas tienen mucho más que perder. En la cámara Baja, sin embargo, el panorama es bien distinto.
Con sus 432 asientos en juego, los republicanos temen pagar el precio en votos que generalmente supone el dejar atrás la oposición para instalarse en la Casa Blanca, lo que podría poner en peligro su actual mayoría de 239 escaños frente a los 193 de los demócratas.
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La importancia de la mayoría en la Cámara de Representantes no es baladí y menos aún si se tiene en cuenta que se trata del órgano que podría autorizar la apertura de un proceso destituyente contra el jefe de Estado.
Este detalle resulta fundamental en un momento en que Trump aún está en el punto de mira de diversas investigaciones que tratan de dilucidar si se coordinó con el Kremlin durante las elecciones presidenciales de 2016 para perjudicar a su rival, Hillary Clinton, lo que supondría un delito que podría acarrearle la destitución.
Al margen del resultado final de las investigaciones, al actual presidente le interesa mantener en la Cámara Baja una mayoría republicana unificada por la disciplina de partido para evitar las posibles embestidas demócratas exigiendo su destitución, ya sea por la trama rusa o por las acusaciones de acoso sexual que persiguen a Trump desde antes de ocupar el Despacho Oval.
Por ese motivo, el multimillonario deberá trabajar en mejorar su imagen entre los electores, ya que de no hacerlo no sería de extrañar que alguno de sus compañeros de partido le dieran la espalda en asuntos delicados con la esperanza de no perder su asiento en el Congreso.
En estos momentos, Trump cuenta apenas con la aprobación del 39,3% de los estadounidenses, de acuerdo con la media de los últimos sondeos analizados por la web Real Clear Politics.
En caso de no lograrlo, el mandatario podría verse incapaz de sacar adelante cualquier proyecto mínimamente impopular o que requiera de una mayoría cualificada en las cámaras, tal y como viene pasando con el presupuesto del Gobierno, que aún no ha sido aprobado, en parte, por el empeño de Trump en incluir una partida para costear el polémico muro en la frontera con México.
Este caso es apenas un ejemplo de cómo un varapalo republicano en las urnas podría reducir aún más la capacidad de maniobra de un presidente que, al menos por el momento, no ha mostrado ningún interés en convencer a una oposición que, a partir del próximo noviembre, podría optar por bloquear legislativamente al Gobierno.
Evitar este escenario será, sin lugar a dudas, el mayor reto de Trump, pero está por ver si el presidente estará dispuesto a dejar a un lado una forma de gobernar basada en la filosofía del "divide y vencerás", que fue, al fin y al cabo, la que le llevó a ocupar el Despacho Oval.