El peligro contra la paz la continúan constituyendo aquellos que ante la verdad de un crimen de lesa humanidad se niegan a admitir su culpa y los jueces que eluden hipócritamente cualificar lo que estos crímenes mayúsculos suponen
Según la confesión ante la JEP de los Comisarios de las Farc la cifra de secuestrados por ese grupo armado y que murieron en cautiverio sería de 574 personas, pero teniendo en cuenta las denuncias de la delegada de la Procuraduría ellos no dijeron la verdad, se negaron a responder muchas preguntas, algunos de los comandantes no asistieron y finalmente otros se limitaron a entregar una libretica con su “confesión” por lo cual esa cifra puede alcanzar la de 1500 secuestrados asesinados. ¿No era un juicio público? De la supuesta confesión de cada comandante se sabe que fue privada y la confesión “colectiva” fue de nuevo una ofensa a la Justicia Universal. Pero ¿a quién de los Juristas de la JEP se le pudo ocurrir que existen “confesiones colectivas” de crímenes de lesa humanidad como el secuestro y la tortura? En este caso la responsabilidad es siempre personal de manera que la farsa jurídica vuelve a ignorar el trágico trasfondo de humillación y de ofensa a la dignidad de un secuestrado a quien además se lo sometía a morir en condiciones de estremecedora crueldad. Se ignora que – y no dejaré de repetirlo- como lo han puesto de presente los distintos juicios a la crueldad totalitaria en los diversos conflictos armados del mundo desde el siglo XIX hasta hoy, que ninguna causa religiosa o política puede ignorar el respeto al ser humano ni puede justificar la directa responsabilidad personal de los señalados de crímenes de guerra lavándose las manos con el consabido “yo recibía órdenes” Y lo decisivo en una justicia verdadera es que cada caso se clarifique señalando las distintas responsabilidades de cada comandante en lo referente a su responsabilidad personal y, yo diría a los distintos casos de crueldad obedeciendo a la fanática fidelidad ante el “principio revolucionario” para el cual los desplazamientos en masa y los asesinatos selectivos estaban justificados. ¿No se trata de la no repetición? Ante los ojos de la justicia civilizada –pero ¿es que puede haber otra? - el Paisa es un psicópata asesino pero mirado bajo la doctrina del leninismo aparece como un consumado revolucionario que no se detuvo ante ningún escrúpulo para obtener los fines que buscaba. ¿A cuál clase de Justicia se acoge, entonces, la JEP? Pero para Marx el Paisa es lo que él califica como “el revolucionario absoluto” o sea el ciego fanático que ya ha perdido la noción de lo que es y no es humano. ¿Bajo este concepto leninista no fusiló las Farc hace algunos años a tres concejales, una mujer entre ellas en el distrito bogotano de Sumapaz? Recién posesionado Fajardo como gobernador en las cercanías de San José de Apartadó de un tiro de fusil mataron a una joven maestra ¿Por qué? Estando a la altura de un ser civilizado Fajardo asistió a su entierro. Jurídicamente ante la justicia no se puede equiparar el salvajismo de los paramilitares, oscuras fuerzas del mal, capaces de los peores crímenes a nombre de sus terribles atavismos, con la llamada violencia revolucionaria ejecutada ésta por guerrilleros ignorantes y justificada por gentes ilustradas, teóricos universitarios, intelectuales cegados por su fanatismo e incapaces de haber hecho a su tiempo la autocrítica necesaria para detener una violencia sin sentido que, paradójicamente ha terminado por igualar ante los tribunales de justicia a las Farc con la barbarie de los paramilitares y narcotraficantes.
Un solo niño asesinado en un secuestro, un soldado enfermo que dejaron morir sin piedad alguna en cautiverio mientras su hijo suplicaba por verlo constituyen el peor de los escándalos morales y señalan directamente la responsabilidad de quienes justificaron imbecilidades como “la moral revolucionaria” “la necesidad del terror revolucionario” propios de una ideología homicida. El peligro contra la paz la continúan constituyendo aquellos que ante la verdad de un crimen de lesa humanidad se niegan a admitir su culpa y los jueces que eluden hipócritamente cualificar lo que estos crímenes mayúsculos suponen y unos medios de comunicación que convierten un juicio histórico decisivo para el inmediato futuro del país, en una noticia más, prefiriendo guardar una indiferencia inmoral.
P.D Lo que está haciendo Iván Cepeda tratando de amedrentar a Darío Acevedo es puro terrorismo ejercido contra la libertad de escribir objetivamente los hechos y no aceptar el dogmatismo estalinista.