Comenzó el empalme en la presidencia de Colombia. Pueda ser que con el trasteo en la Casa de Nariño lleguen otras maneras que nos permitan disentir sin insultar, agredir o calumniar.
A las fotos y memes del Mundial de Rusia con sus inesperados resultados en varios encuentros, en Colombia les tocó compartir escenario con la imagen del presidente electo Iván Duque en su primera reunión de empalme con Juan Manuel Santos, quien se prepara para dejar el poder. Como suele ocurrir, la reunión pareció tranquila y feliz, a pesar de las críticas de la campaña, las alusiones de los seguidores del ganador en las elecciones y el comportamiento de su bancada esta semana en el Congreso. Comenzó bien el empalme, por lo menos desde lo formal.
No se puede olvidar que el cambio de gobierno ocurre el 7 de agosto y no antes. Que lo más sensato y justo para el país es que la transición se haga de manera tranquila y respetuosa, de modo que las ambiciones políticas y los pulsos por el poder le den paso a la priorización de temas que realmente les importan a los ciudadanos, muchos de los cuales están cansados de los agravios y los escándalos, mientras que no sienten atendidas sus demandas de bienestar social.
Lea también: Algo nos está pasando
Más allá de la sonrisa protocolaria, es importante que los líderes siembren en las nuevas generaciones la idea de un proceso de alternancia en el poder que es el sustento de la democracia. Una idea no tan clara para todos e incluso difícil de explicar cuando se piensa en que la reunión trascurrió entre dos presidentes: el que dijo Uribe y el que había dicho Uribe.
Mientras ellos se reunían en el despacho, María Clemencia Rodríguez también aparecía en las redes sociales, pero no como parte del empalme sino dirigiendo el trasteo de salida de la Casa de Nariño. Se le veía sonriente como si la idea de dejar el palacio presidencial más que nostalgia le implicara un motivo de alegría, quitarse un peso de encima, recuperar parte de la tranquilidad, seguramente la vida familiar, el tiempo para disfrutar de su primera nieta y, poco a poco, ir saliendo del primer plano informativo, de la crítica mordaz, de la burla y el irrespeto.
El trasteo en la Casa de Nariño debería llevarse también las malas energías y las polarizaciones, que en nuestro entorno se reproducen tan espontáneamente. De hecho, el gobierno que arrancará en agosto lo hará con el anuncio de una oposición cerrada y con la sospecha de muchos sobre si habrá traición o tomará distancia con el expresidente que hizo su candidatura viable. No la tiene fácil porque administrar una empresa como ésta no lo es para nadie, pero además por el constante escrutinio que tendrá que afrontar de los unos y de los otros.
En la primera reunión de empalme hubo principios de acuerdo para no dejar en el aire la reglamentación de la JEP, pero quedan muchas dudas por resolver, y entre ellas todo lo relacionado con la implementación de los acuerdos con las Farc, que quedará en principio en cabeza de la vicepresidenta electa. Un asunto de vital importancia. No es lo único, pero puede ser una prueba de qué tan jugado con su tono propio estará el nuevo gobierno.
Hace ocho años la distancia entre Santos y Uribe, que polarizó al país todo este tiempo, comenzó con la configuración del gabinete. Hoy los ojos están puestos en la reacción a unos y otros nombres que empiezan a sonar como posibles ministros. Hasta ahora, ninguna sorpresa grande, ningún nombre desentonado, aunque no hay anuncio formal y muchos de ellos pudieran no estar en el decreto de nombramiento. Como suele ocurrir, muchas de esas cábalas se hacen a instancia de los propios interesados para hacerse visibles, o para “quemar” a otros, pero también para probar el recibo que tendrían. Es decir, como mera estrategia.
Lo cierto es que la designación de los ministros mostrará el tono del nuevo gobierno, los énfasis y las apuestas. Develará también el grado de cercanías y gratitudes de quien nomina y, por supuesto, motivará las reacciones que marquen el talante del juego político en los próximos años. No lo es todo, pero será el primer hito de la nueva administración.
El juego democrático que reclama pesos y contrapesos, apoyos y críticas, requiere también de madurez y respeto para tramitar las diferencias. Ojalá que con el trasteo lleguen nuevos aires que nos permitan disentir sin insultar, controvertir sin agredir, cuestionar sin calumniar. Que valoremos lo que significa estar en desacuerdo con el otro sin declararlo enemigo. Que, con los trebejos, cambiemos también las maneras.