A resolver los males del crecimiento deben contribuir, como ha sido el caso en Colombia, de manera coordinada y concertada, los responsables de las políticas fiscal y monetaria. Esa es la verdadera tradición en política macroeconómica.
La semana pasada los asistentes a la Convención Bancaria fuimos testigos de excepción de un infortunado intercambio entre el gerente del Banco de la República, Juan José Echavarría, de un lado, y el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, del otro. La discordia se presentó, sobre todo, por las opiniones divididas al respecto del desempeño reciente de la economía colombiana. Para el gerente, la cifra de crecimiento de nuestro producto revelada por el Dane para el primer trimestre de 2019 (2.8% en series originales y 2.3% en series desestacionalizadas) refleja un “estancamiento” con respecto a lo ocurrido hacia finales de 2018, y dificulta el cumplimiento de las previsiones de crecimiento para el 2019 como un todo. Entretanto, el ministro sugirió en su intervención que estamos en plena senda de recuperación y, a la postre, invitó al gerente a limitarse a hablar, como según él es la tradición, exclusivamente de política monetaria. El episodio terminó con una poco usual llamada del gerente al presidente Duque, gesto que éste último agradeció públicamente.
Rápidamente empezó a hablarse por los pasillos del Centro de Convenciones –que albergaba el evento de Asobancaria– y en las páginas de algunos diarios, de una especie de “polarización macroeconómica”, y las suspicacias no se hicieron esperar: muchos recordaron que Echavarría llegó a la gerencia del banco central durante el gobierno de Juan Manuel Santos, después de haber sido director programático de su campaña de reelección, mientras que Carrasquilla llegó a Hacienda con todo el apoyo del senador y expresidente Alvaro Uribe, después de haber sido su ministro en esta misma cartera entre 2003 y 2007.
Para los economistas interesados en la materia, este mal ambiente nos resulta de lo más extraño, además de inconveniente para la credibilidad de las políticas macroeconómicas. Para empezar, Echavarría y Carrasquilla no son políticos de carrera sino economistas entrenados, con la gran responsabilidad de promover el crecimiento y la estabilidad económica. Más aún, recuérdese que ya en el pasado habían compartido asiento en la Junta del Emisor: el hoy gerente fue nombrado codirector por el entonces presidente Uribe, en 2003, mientras Carrasquilla era ministro, y, tras su retiro del Banco, Echavarría fue posteriormente elegido gerente por una junta con tres codirectores nombrados por el mismo Uribe.
Desacuerdos siempre habrá sobre la senda futura de crecimiento, especialmente en momentos de cambio de tendencia, como bien lo señalaba el Ministro Carrasquilla. Y es posible que Echavarría se equivoque al hablar de estancamiento o una desmejora en las expectativas –precisamente cuando, por ejemplo, el Banco Mundial y el FMI acaban de subir su previsión de crecimiento para Colombia en 2019-. Pero más se equivoca el ministro en mandar a callar al gerente del banco central y sugerirle que se limite a hablar de política monetaria. Esto no solo es impertinente de su parte, personalizando una discusión que debería incluir a los equipos técnicos de Hacienda y el Banco, sino que además es improcedente; en el mundo entero los bancos centrales comunican su visión sobre el crecimiento de la economía, el desempleo, la inflación, y, claro, la política monetaria. A nuestra economía la aquejan muchos males, empezando por el mediocre crecimiento. Y a resolver estos males deben contribuir, como ha sido el caso en Colombia, de manera coordinada y concertada, los responsables de las políticas fiscal y monetaria. Esa es la verdadera tradición en política macroeconómica.
*Alianza EL MUNDO-Al Poniente