Tiempos difusos

Autor: Alberto Morales Gutiérrez
2 febrero de 2020 - 12:03 AM

Se trata desde luego de un sainete a la manera de los sketchs de Laurel & Hardy, que entrega al mundo la dimensión de la tragedia que estamos viviendo los colombianos con semejante “dirigencia” en los más altos cargos del Estado.

Medellín

Gracias a un texto de Mario Mendoza: La importancia de morir a tiempo (Editorial Planeta 2012) conocí la historia de John Titor, un supuesto soldado norteamericano que “emergió” en un foro virtual recién iniciado el siglo XXI y con el sugestivo apodo de Time Travel_0 afirmó que venía del futuro, del año 2036 y que había sido mandado al pasado, concretamente al año 1970, a cumplir una misión especial. Parecía conocer las teorías más destacadas sobre temas tan sofisticados como los “agujeros de gusano” (de los que tanto habló Hawkings), la ergoesfera de Einstein, los universos paralelos de la física cuántica, en fin. Sus textos eran siempre muy cortos y precisos.

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Titor se convirtió en un personaje que desapareció del foro tan intempestivamente como llegó, pero desencadenó tal curiosidad, tal número de farsantes que simularon ser él, tal número de libros y películas, que su nombre es una leyenda.

Lo traigo a cuenta – y no es un chiste – porque en el texto de Mario Mendoza se relata que Titor aseguró que había “una dificultad para vislumbrar con precisión el futuro a partir del año 2012 y hasta el 2030 o 2040. Es como si en ese lapso se creara una zona de indeterminación, un bloqueo, un remolino extraño y confuso que no se pudiera analizar precisamente por su condición aleatoria y difusa…”

Y se refiere a un tiempo “atravesado por una serie de elementos gaseosos, neblinosos, evanescentes…”.

Me estremeció la premonición porque bastó con leer los titulares de ese día para tener la certeza de que la condición neblinosa de nuestra realidad supera la ficción.

Hay noticias “menores” como la que anuncia la libertad de “Pichi Gordo” el jefe de sicarios de “La Oficina quien pagaba una condena de 16 años en la cárcel de La Dorada, lo que no detuvo al Juzgado 2do de Ejecusión de Penas de ese municipio a concederle la libertad condicional. A su vez y en contravía de lo que el gobierno nacional había declarado durante el paro nacional, la ministra del Trabajo Alicia Arango anunció sin ruborizarse que se reabría el debate sobre la Reforma Pensional. El Espectador titulaba como “la tormenta perfecta” esa reunión de la Sala Plena de la Corte Suprema en la que se decidiría el nombramiento del nuevo Fiscal y la elección de los magistrados para llenar los despachos que llevan meses sin ocuparse, (Si, usted ya lo sabe, eligieron a Barbosa el incoherente y maniqueo funcionario del gobierno, cuya incompetencia es vox populi)

Pero lugar destacado merece el manejo que Duque ha dado a los recientes sucesos protagonizados por la evanescente Aída Merlano y que han inundado de hilaridad a los medios internacionales: Pedir la extradición de la recién “detenida” al “gobierno” del “presidente” Guaidó.

Se trata desde luego de un sainete a la manera de los sketchs de Laurel & Hardy, que entrega al mundo la dimensión de la tragedia que estamos viviendo los colombianos con semejante “dirigencia” en los más altos cargos del Estado.

Aterra que el resultado final de esa charada sea que los analistas empiecen a hablar que hay más sensatez en un insensato como Maduro, cuyos desaguisados son también famosos internacionalmente.

El círculo vicioso de este remolino extraño y confuso es la presencia de los drones que se detienen en las ventanas de los edificios en donde viven o sesionan personas no afectas de este gobierno ridículo con el objetivo de grabar sin pudores, atemorizar, y exhibir la desastrosa incapacidad de la “inteligencia” estatal.

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Es como si nos hubieran caído las siete plagas de Egipto en un solo acto. “No hay de qué hacer un caldo” decía mi mamá.

 

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