Tiempo, evaluación, ilusión

Autor: Carlos Alberto Gómez Fajardo
31 diciembre de 2017 - 12:10 AM

Se trata también –el ser humano, ser futurizo, cualquiera que sea su actividad o profesión- de visualizar el panorama para el periodo siguiente

Inicio de un nuevo año y momento final del anterior: otra cifra –convencionalmente y misteriosamente reducida a un dato numérico, cronológico- que se añade a las que nos han sido dadas en el relativamente corto periodo de la vida de cada uno. A fin de cuentas –sobre todo cuando se supera determinada edad- queda claro el asombro y el problema insoluble cuando tratamos de entender el significado del tiempo. La subjetividad siempre nos hará unas curiosas jugadas: los momentos dichosos pasan como relámpagos, los difíciles parecen convertirse en horas, días y semanas interminables. Los filtros de los contenidos existenciales de cada uno convierten el tiempo en algo fugaz o en bien en algo que parece no moverse. Como si la irreversible “flecha del tiempo”, bella expresión, a veces se detuviera y otras veces pasara a la velocidad de la luz. Sucesiones irreversibles de ayer, hoy y mañana: pasado de donde procedemos, presente en que estamos, futuro hacia el que nos proyectamos.

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Es en todo caso, el final del viejo año y el inicio del nuevo, un momento propicio para la evaluación, la revisión, la planeación. Objetivos y metas se someten a examen, se replantean. Surgen honestamente las preguntas en torno a la ecuación de los resultados  esperados y los obtenidos en el periodo  previo, se trata también –el ser humano, ser futurizo, cualquiera que sea su actividad o profesión- de visualizar el panorama para el periodo siguiente. Se requiere honestidad, autocrítica, solidez en el uso de los datos y documentación para evaluar y proyectar cabalmente. Todas estas exigencias son necesarias en un proceso que facilitan la retroalimentación y la práctica del inacabable mejoramiento personal. Del error hallado en la revisión retrospectiva podemos derivar aprendizaje y corrección. La retroalimentación del sistema de autoconocimiento comprende también el de los demás –compañeros de viaje- con sus potencialidades, virtudes y defectos. En todos hay pautas para corregir, aunque lo esencial quizás sea la corrección de nuestro propio rumbo individual. Vivir humanamente es también corregir o modificar cursos de acción en las diversas esferas y dimensiones del ser personal: vida familiar, amistad, lecturas, actividades de recreación, aspectos laborales, sociales, económicos, políticos y espirituales: cada uno de ellos se refresca y mejora con oportunas y honestas medidas de corrección. No podemos evitar, como humanos falibles, desaciertos, errores de valoración y juicio, las equivocaciones, los desencuentros, las decisiones erráticas; cada acción humana, libre, es susceptible del resultado de signo positivo o negativo. Experiencias, memorias, lecturas, diálogos, paisajes, contemplaciones: todo ello  puede ser creadora materia prima para el proceso de corrección. Aquí se incluye, no es posible un enfoque sincero y abarcante sin ello, la consideración  de los aspectos trascendentales, espirituales, religiosos de la vida.

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El pensador español Julián Marías hace énfasis en una cualidad propia de lo humano: su carácter de gestor de proyectos, su condición de ser ilusionado, ser futurizo -ser arrojado hacia el futuro  siempre constructor de su propio proyecto biográfico-.  Hace un lúcido énfasis en la condición argumental del ciclo existencial de cada ser humano, teniendo  consideración de sus circunstancias (historia, lengua, cultura, familia, sociedad, creencias) mirando hacia el modo auténtico de existir y afrontando los planteamientos esenciales para cualquiera. Sobre la vida auténtica este pensador, en un precioso libro: “Breve tratado de la ilusión”  (Alianza Editorial , Madrid 2009) se plantea:  “¿Hasta qué punto estamos en claro respecto a nosotros mismos? La consideración de lo que ‘debe ser’, la imagen que los demás tienen de nosotros, la figura que nuestro contorno social nos impone, los cauces por los cuales discurre el torso de nuestra vida, de lo que hemos sido –aunque acaso no lo seamos ya-, todo esto enturbia la claridad  respecto a nosotros mismos…”  “… ¿En qué tenemos puestas nuestras ilusiones y con qué fuerza? ¿Qué empresa o quehacer llena nuestra vida y nos hace sentir  que por un momento somos nosotros mismos?”

No dejan de ser estas ideas aplicables al momento biográfico que representa para todos el inicio del nuevo año. ¡Feliz 2018 para todos!

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