Defender los páramos es defender el agua y la misma vida, de ahí la necesidad de educarnos en la cultura de la protección y de disponer de una legislación ambiental la más avanzada, que proteja estos ecosistemas
En pasada columna señalamos la importancia de los sistemas paramunos en la regulación de los caudales de los ríos y quebradas que nacen en la zona andina, donde se concentra la mayor parte de la población colombina, así como la actividad económica del país. Defender los páramos es defender el agua y la misma vida, de ahí la necesidad de educarnos en la cultura de la protección y de disponer de una legislación ambiental la más avanzada, que proteja estos ecosistemas, amenazados por la minería y la tala de la vegetación nativa principalmente para la agricultura.
Lea también: Los páramos como reguladores de la hidrología
Desde la Constitución de 1991 se reconoció de manera específica la importancia de los sistemas paramunos y la obligación de protegerlos; la Ley 685 de 2001, el Código de Minas vigente, en su artículo 34 establece que “no podrán ejecutarse trabajos y obras de exploración y explotación mineras en zonas declaradas y delimitadas, conforme a la normatividad vigente, como de protección y desarrollo de los recursos naturales renovables”. Según la Agencia Nacional de Minería, en la actualidad existen 451 títulos mineros otorgados en zonas de páramo, razón por la cual, mediante Sentencia C-035 de 2016 la Corte Constitucional prohibió de manera absoluta cualquier actividad minera en áreas de páramo.
Un reciente Auto la misma Corte invalidó la Resolución 2090 de 2014 promulgada por el Ministerio de Medio Ambiente para delimitar el páramo de Santurbán, pues “no efectuó una convocatoria pública y abierta para entablar un diálogo con la comunidad”. Este hecho, como lo ya habíamos anotado, ha creado perplejidad en la comunidad científica ya que puede llegar a convertirse en un antecedente obligatorio para la delimitación de los páramos en Colombia, lo que dificultaría las urgentes definiciones que reclama el serio problema a que estamos abocados para resolver los conflictos ya creados con los títulos mineros otorgados, amén de las nuevas solicitudes que se ven venir mientras exista la incertidumbre sobre lo que es exactamente páramo y donde empieza.
Para aportar elementos de discusión sobre la materia me apoyaré en los aportes de Liliam Eugenia Gómez, Ph.D en ecología, así como en las experiencias en la preservación del páramo de Las Baldías, localizado en las cercanías de la ciudad de Medellín.
Como anota la doctora Gómez en una muy didáctica comunicación escrita, en los sub páramos y páramos hay gran nubosidad con mucho vapor de agua en suspensión, lo que hace que la filtración de los rayos solares sea más tenue y que la fotosíntesis de la vegetación paramuna se realice más lentamente que en los valles a plena exposición solar; igual sucede con la evapotranspiración potencial. El tipo de vegetación del páramo atrae energéticamente las partículas de agua de las nubes y las precipita, dejándolas caer en forma de rocío, sobre las hojas y de allí al suelo, por lo común de carácter no cohesivo, esponjoso y mullido, propio de cenizas volcánicas, lo que facilita la infiltración del agua, proceso en el cual las raíces juegan un papel primordial.
La vegetación típica del páramo está constituida por líquenes, musgos, frailejones y velillos, especies que succionan el agua de la atmósfera y la llevan hasta estratos profundos del subsuelo, donde se forman grandes acuíferos que, al colmatarse, dejan que el agua fluya subterráneamente ladera abajo hasta encontrar condiciones apropiados para aflorar como manantiales, dando origen a las corrientes superficiales. Esto significa que el ecosistema páramo hay que extenderlo hasta los afloramientos de estos manantiales, criterio éste que obliga a revisar el proyecto de minería subterránea propuesto por Minesa en Santurbán, con el fin de asegurar que las excavaciones no afecten los acuíferos, donde se originan las aguas que abastecen el acueducto de la ciudad de Bucaramanga.
La experiencia del páramo de Las Baldías, el más pequeño de Colombia con sólo 860 hectáreas pero una verdadera estrella hídrica, donde se originan varias quebradas que drenan hacía en Valle de Aburrá y hacia la cuenca del Río Cauca. Hasta hace unos 40 años en Las Baldías los terrenos se utilizaban para ganadería y para la tala del material vegetal para producir carbón de leña, pero gracias a la colaboración del propietario y a la gestión de Corantioquia hoy la vegetación originaria se ha recuperado en su totalidad.
Para terminar hay que destacar además la función reguladora de los páramos en la mitigación del riesgo por avenidas torrenciales, causa de varias tragedias en las quebradas La Iguaná, La García y El Hato que nacen en Las Baldías y drenan hacia el Valle de Aburrá. Los estudios adelantados por el investigador Orlando Rangel indican que de no existir la protección del páramo, los caudales de las crecientes de estas quebradas se incrementarían en un 40% y con ello la magnitud de los desastres (Periódico El Colombiano 31/12/17).
Lea también: Dueño de páramo denuncia falta de apoyo oficial