Técnicas de destrucción de una ciudad

Autor: Darío Ruiz Gómez
13 febrero de 2017 - 12:00 AM

¿Qué fue y cómo es hoy el barrio El Poblado?

¿Qué fue y cómo es hoy el barrio El Poblado? Fue un barrio de la aristocracia de los años 50 caracterizado por un extraordinario urbanismo para definir las vías de acceso a las mansiones que fueron apareciendo en los flancos de la ladera y para protegerlas de cualquier tipo de inseguridad, con broches y cul de sac, una arquitectura definida por el buen gusto de una clase social cosmopolita; villas de estilo italiano, mansiones californianas, casas modernas entre el clamoroso verdor del arbolado y la florescencia de los jardines. Barrios así se conservan en Buenos Aires, Rio de Janeiro, ciudad de México, como patrimonio de una poética urbanística, conocimiento del clima, potenciación de las posibilidades paisajísticas de especies nativas y extranjeras, fusionándose en un equilibrado orden visual, lo que llamamos hoy defensa del medio ambiente. ¿Qué condujo al entonces jovencísimo alcalde Sergio Fajardo a desconocer estos valores y sin planeación alguna en menos de un año permitir que se construyeran más de doscientos edificios de vivienda suntuaria en altura? Ya sabemos que al día de hoy esas torres pueden llegar a un número aproximado de cuatrocientas y no sé si me quedo corto. Hubo previamente un estudio detallado de espacios y configuraciones urbanísticas a través del cual, supuestamente, se racionalizaría la transición hacia una nueva tipología de vivienda en altura y, naturalmente, se respetarían las normas existentes sobre retiros de las edificaciones para afirmar un nuevo sky line, es decir, respetuosa con los valores paisajísticos establecidos y para que no se densificara irracionalmente tal como efectivamente ha sucedido, levantando edificios sin construir los debidos parqueaderos, permitiendo un brusco e irracional cambio de usos, lo que ha llevado al caos vial y a la polución, al descontrol. Si ya durante el régimen de terror de Pablo Escobar los grandes empresarios por razones de seguridad debieron emigrar hubo posteriormente una verdadera persecución contra El Poblado, cuando la desmesurada especulación constructora daba paso a nuevos estratos sociales de propietarios y los dueños de la noche comenzaban a convertir el otrora barrio Lleras en un lugar de rumba y de droga donde el poder de los nuevos capitales desalojaba impunemente a los antiguos propietarios y convertían a Medellín en una capital internacional del sexo infantil y gay. De parte del Área Metropolitana ni Envigado ni Sabaneta que, de manera alarmante saturaron con una densificación desmedida su malla urbana, plantearon las nuevas vías de acceso necesarias, convirtiendo la avenida de El Poblado, las dos transversales y Las Vegas en servidumbres de paso ante el aumento escandaloso del parque automotor, lo que ha terminado de convertir a El Poblado en una isla de cemento como aquellas que Jim Ballard describe en una de sus distopías. ¿Dónde están los nuevos parques, los recuperados espacios públicos, los auditorios, la casa de la cultura, el paisajismo indispensable para equilibrar estos mares de cemento, esta anodina arquitectura?

Desorden vial, confusión espacial, graves fallas geológicas como en la Superior con la Diez donde las obras de mitigación llevan ya un tiempo de inmoderado retraso y el fracaso ingenieril del Puente de los Balsos donde la paciencia de los vecinos se colmó hace tiempos poniendo de presente un peligro que se ha preferido ocultar en lugar de controlar las nuevas licencias de construcción, ya que lo que antes fue un territorio, ha dejado de serlo al convertirse en una tierra de nadie pues desaparecieron los árboles, los jardines, las posibilidades paisajísticas de las quebradas, desapareció el peatón, desaparecieron los lugares de encuentro cívico sustituidos por el ocio manipulado. El vecino quedó sumergido entre esta confusión donde el negocio de la distracción pública ha ganado al espacio de los ciudadanos. Amén

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