Comercialmente hablando, que los dos países, como se dice popularmente, “se conocen de vista”, pero no se gustan
Hoy Chile y Colombia se disputan espacio en las noticias internacionales con casi los mismos titulares: paros y marchas por descontento social, por inequidad e injusticias, por atropellos a pensionados, por corrupción, y por muchos otros problemas comunes a las dos naciones. Y obviamente surgen muchas comparaciones, y variados análisis de lo bueno y malo de allá, respecto a lo bueno y malo de acá; se copian discursos y se intercambian canciones, se comparan los costos causados por parálisis laboral y por vandalismo, y también las concesiones de Piñera, mejores, según algunos, que los tres días sin IVA que tendremos los colombianos. Pero también aparecen los pronósticos de los expertos, y algunos de ellos en relación con el futuro del intercambio comercial binacional, que aseguran que la actual crisis chilena puede afectar los negocios con Colombia, no solo por la contracción que se espera de su demanda de bienes y servicios, sino también, y principalmente, por la devaluación de la moneda chilena, castigada en los últimos días por la crisis social y por la incertidumbre; otros importantes analistas afirman que nuestra propia devaluación, causada también por problemas similares, nos ayudará a ser más competitivos y a “continuar” -debo advertir que no hemos empezado- con éxito, la penetración del mercado chileno. De cualquier manera, independientemente de las opiniones de unos y de otros, me sorprende la habilidad que han demostrado para encontrar, en el gran universo de los negocios globales, las microexportaciones que Colombia y Chile tienen entre ellos: con el 0,8% de las compras totales chilenas (sin combustible) participa Colombia, mientras 0,9% de las importaciones totales nuestras le corresponde a productos provenientes del país austral; esos porcentajes demuestran, comercialmente hablando, que los dos países, como se dice popularmente, “se conocen de vista”, pero no se gustan, aunque estoy seguro de que a las empresas colombianas les interesa el mercado chileno, como les interesan todos los mercados del mundo, pero no saben cómo abordarlo; por el contrario, a los chilenos no les llama la atención el nuestro como mercado objetivo, y se conforman con atenderlo con renglones como manzanas, peras, y uvas, que los colombianos compramos por valor cercano a 100 millones de dólares; con cobre (62 millones), y con pescados, por valor de 41 millones de dólares, entre muchos otros de menor importancia.
Sin combustibles, los chilenos importan al año 62.000 millones de dólares -Colombia le vende 487 millones-, destacándose entre sus principales productos de compra los vehículos, variados tipos de maquinarias, y artículos plásticos -todos ellos con el 67% del total-, obtenidos principalmente en China, EE.UU., Brasil y Argentina, mientras Colombia, con la pasividad comercial que caracteriza a sus empresas, es el proveedor número doce de los australes. Hace ya ocho años vendimos en Chile el mismo valor que en 2018, mientras las compras chilenas aumentaron en igual periodo 25%, aunque prácticamente nada crecieron en los últimos cinco años. ¿Posibilidades comerciales para nuestras empresas en Chile? Muchas, sin duda alguna. Debo reconocer, sin embargo, que no somos competitivos respecto a la mayoría de sus más importantes renglones importados, pero podríamos lograr significativa participación con productos menos exigentes en innovación y tecnología, diferenciaciones específicas, o posicionamiento global y marcas, pues en todo ello los colombianos no hemos podido pasar de la etapa del discurso a una siguiente de acciones. Por ejemplo, los chilenos no tienen ningún problema para vestirse con ropa y zapatos chinos, de regular o mala calidad, y por ello acuden al vestuario asiático con compras anuales por valor de 4.300 millones de dólares, una muy considerable cifra que lo convierte en el segundo importador latinoamericano; algo parecido ocurre con la ropa de cama, cuyas importaciones ascienden a 528 millones de dólares. Quizás ni Procolombia ni los empresarios lo saben, pero es posible sustituir parte de esas compras de casi 5.000 millones de dólares con producto colombiano, como también podríamos hacerlo con las de carne -1.500 millones de dólares anuales en importaciones-, cerámicos, confitería, marroquinería, entre muchos otros renglones con potencialidad exportadora desde nuestro país. Hay mercados que se conquistan en sus épocas de prosperidad, hay otros que pueden ser abordados en momentos de crisis cuando muchos competidores se asustan y ausentan. Mientras llegan las órdenes de compra que dijo el Gobierno Nacional que inundarían las calles colombianas, gracias al TLC con los EE.UU, los empresarios podrían considerar la posibilidad de vender en Chile, aunque tal vez deban “marchar” para que Procolombia les ayude.