Negar el derecho de las 65.000 víctimas de las Farc a tener voz es negar la pluralidad democrática
El escándalo desatado a raíz de la presentación del video donde aparece Petro empacando fajos de billetes ha sido utilizado por algunos medios de información para relativizar un hecho arrojando sobre éste un velo de ambigüedad. Lo importante para este amarillismo consiste en convertir una grave falta a la ética por parte de un reconocido político en una telenovela donde el suspenso cumple la tarea de arrojar la duda sobre algo constatado ya que su objetivo consiste en relativizar la verdad. Relativizar la verdad es despojarla de sus contenidos morales haciéndola superflua, convirtiéndola en flash informativo. El verdadero periodismo parte de la reflexión de aquello sobre lo cual informa porque considera que cuenta con un lector crítico. Entre la procacidad de Petro y su gesto lleno de la avidez de un avaro y este tipo de descrédito de lo que veo no hay diferencia alguna. Es el autismo de quienes pretenden eludir mediante la relativización de la verdad su responsabilidad ante la ciudadanía. ¿No fue grotesco aquel espectáculo de los carros recogedores de la basura comprados en Estados Unidos, ya deteriorados? Se banalizan los hechos para banalizar al protagonista de los hechos para que al final nadie sea culpable ya que todos podemos llegar a ser culpables.
¿Bajo qué presupuestos morales tendríamos que enfrentar a la llamada Comisión de la Verdad? Si a lo largo de los años he leído los artículos de Francisco de Roux mi gran formación política me sirve para identificarlo con la Teología de la Liberación, ese sector de los Jesuitas proclive al más radical de los mesianismos, su estrategia para disfrazar sus verdaderas intenciones recurriendo a oportunas citas de los Evangelios. Lectura objetiva la que hago de unos textos siguiendo las normas de la más estricta hermenéutica política. Pongo un ejemplo: el fallido intento de las Farc de convertir Urabá en una República Independiente y que terminó en las más inicuas masacres de trabajadores de Sintrainagro. Alfredo Molano a quien, hay que reconocerlo, nunca ocultó su simpatía por las Farc tal como lo pone de presente el enfoque que le ha dado a sus estudios culturales ha conocido igualmente y desde una posición privilegiada la verdad sobre lo que supuso el proyecto planteado por el Comité Central de Partido Comunista sobre la toma de Colombia a través de la combinación de distintas formas de lucha. Y esto es Historia no rumor. Pero recordemos que no hay verdad sin justicia y que quienes diferenciaron la justicia revolucionaria para justificar las masacres no pueden recurrir ahora a los principios de la justicia “burguesa” que sí establece diferencia entre humanismo y terror tal como lo demuestran los juicios al totalitarismo donde aquello que se juzgó y se seguirá juzgando es un proyecto inhumano al cual se sacrificaron millones de víctimas. Esta columna da fe de que en el momento preciso condené los crímenes del paramilitarismo de manera que lo que no se puede es descalificar a quienes manifiestan su desacuerdo con la pretensión de imponer una sola verdad, lo cual cerraría las puertas a la reconciliación pues negar el derecho de las 65.000 víctimas de las Farc a tener voz es negar la pluralidad democrática. Nadie conoce más sobre la verdad de estos hechos que de Roux y Molano, repito y sobre lo que surgió con la irrupción del paramilitarismo, la muerte de Manuel Cepeda, el atentado contra Aída Abello, los relatos que vivió Karina directamente. Y estos son debates nacionales que no se han propiciado por desgracia o que se están tratando de ocultar por desgracia.