Muchos ciudadanos, sociedades y culturas, han hecho de la parsimonia un estilo de vida y de la inmovilidad, la mayor de sus defensas.
Considerado como el vertebrado superior más lento del mundo, el oso perezoso es utilizado generalmente de manera imprecisa, como representación de la parsimonia, una característica del comportamiento humano que alude al sosiego, la calma y la frialdad en la forma de actuar. Como el perezoso, muchos ciudadanos, sociedades y culturas, han hecho de la parsimonia un estilo de vida y de la inmovilidad, la mayor de sus defensas.
La mal interpretada holgazanería natural de esta especie animal que puede permanecer toda una semana sin moverse de un árbol y reproducirse en un largo periodo de más de 11 meses, parece haber contagiado muchas formas de vida de la especie humana que contradictoriamente, se hace más sedentaria por el confort y el agotamiento del acelerado mundo en el que debe sobrevivir.
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En comportamiento humano, un individuo parsimonioso se caracteriza por ser alguien circunspecto que controla sus emociones e impulsos y que es percibido como desanimado, lento, holgazán y pobre de espíritu. En sociedades, la parsimonia se asocia a la templanza, el equilibrio, la practicidad; dando la impresión de culturas conservadoras y anquilosadas.
En el ámbito científico, el principio de la parsimonia al que algunos tanto nos resistimos, se usa para aplicar teorías sencillas que permiten dar explicación y solución a diferentes fenómenos o situaciones. Conocida como la navaja de Ockham, esta teoría propone en esencia que la naturaleza prefiere lo simple a lo complejo y que cuando se plantean varias soluciones a una situación, la más simple suele ser la mejor.
La analogía con la navaja fue posterior cuando otros científicos relacionaron el concepto con el resultado de una rasuradora que al pasar, elimina por encima todo lo accesorio y deja lo esencial. Después fue la ley de la parquedad propuesta por Lloyd Morgan que aplicada a la sicología animal y humana, plantea no atribuir procesos mentales complejos para explicar comportamientos simples.
Así como nuevas teorías han demostrado que no siempre la solución más sencilla es la más acertada, quienes sobrevivimos en una constante y acelerada lucha contra el tiempo y nos identificamos más con otras especies animales como el halcón peregrino, que vuela a más de 300 kilómetros cuando quiere atrapar su presa, nos resistimos a entender la simplicidad de los estilos de vida en otras culturas y sociedades que sin quedarse estancadas, han logrado subsistir conservando el equilibrio, adaptándose a los cambios, sin desasosiego y aprovechando las comodidades del mundo moderno que hacen posible la sensación de tranquilidad y estabilidad.
Yace en el espíritu de cada uno el estilo de vida que decide llevar, sosegado, práctico, tranquilo, sin apuros y complicaciones o elegir el camino más complicado. Lo que sí es claro, es que ambos estilos de vida deben acordar cómo convivir, afrontando las distintas situaciones que se encuentran en el recorrido por este complejo mundo actual en el que las especies más veloces y sagaces se devoran a las demás. Y ni hablar de los estados, que entre parsimonias bien disimuladas y estrategias agresivas, logran imponerse sobre los más sosegados.
Cualquiera que sea el estilo de vida, no debe confundirse parsimonia con holgazanería, ni pereza. Tampoco debe confiarse en que el camino más simple es el más fácil y que la calidad de la vida se reduce a un proceso simple de subsistencia.
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