Se confirma como imperativo equilibrar el proceso educativo, buscando que la transmisión de conocimiento sea equilibrada con la formación ética y ciudadana.
Aunque el alboroto del Mundial de Fútbol ha contribuido a ocultarlo, no podemos callar ante la gravedad del fraude contra los exámenes de admisión de la Universidad del Magdalena que venían cometiendo profesionales y estudiantes universitarios, reclutados, se ha señalado, por una mujer barranquillera, en contubernio con padres de familia y aspirantes a estudiar Medicina en esa universidad pública.
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Avisada por irregularidades de estudiantes que ingresaban con puntajes altos en sus pruebas de admisión pero tenían desempeños mediocres en sus carreras, la Universidad del Magdalena puso especial atención a las pruebas de admisión para la Facultad de Medicina en el segundo semestre de 2018. Al hacerlo, descubrió a dos profesionales y catorce estudiantes universitarios, tres de ellos beneficiarios de Ser pilo paga y otros atendidos por programas gubernamentales, que suplantaban a aspirantes convocados a exámenes de admisión. Por realizar el fraude, los suplantadores recibían importantes pagos de los padres de familia o estudiantes interesados en esa carrera.
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A la fecha, quienes presentaban los exámenes de admisión están siendo investigados por el delito de falsedad en documento público, y también debieran serlo por otras conductas punibles, como las de suplantación de identidad, fraude en documento público y concierto para delinquir. No se conocen, aunque cabe esperarlas, acciones penales contra los padres de familia o acudientes que pagaron por el fraude. Tampoco existe claridad sobre investigaciones en esa y otras universidades que pudieran haber sido afectadas con anterioridad por las trampas de esta red corrupta. Y no es sensato que el rector de UniMagdalena esté descartando la participación de funcionarios de esa institución, en una exoneración que poco contribuye a contener la red corrupta y a obtener el saldo pedagógico que estos hechos debieran ofrecer.
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Este entramado de tramposos de distintas calidades y condiciones descorre velos que han estado ocultando debilidades estructurales del sistema educativo y fallas insólitas del programa de créditos, condonables, Ser pilo paga.
En el grupo de participantes en el fraude se encuentran tres estudiantes beneficiarios del programa de créditos condonables entregados a los mejores alumnos de Pruebas Saber, adscritos a los estratos 1, 2 y 3 del Sisbén, para que adelanten estudios superiores en las universidades que escojan. En tanto crédito condonable, el programa tiene exigencias de calidad académica, presencialidad y cumplimiento de metas, para no cobrar el valor del préstamo. No existen, y ello es otra de las muestras de la improvisación en su filosofía y proceso de creación, sanciones previstas para quienes, como los tres estudiantes mencionados, cometan grave fraude contra el sistema educativo y, especialmente, instituciones de educación superior. Tampoco se han precisado datos sobre sanciones a los participantes del fraude que participan en otros programas gubernamentales.
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Que esta trama corrupta gire en torno a la educación superior, y en especial a una de las profesiones consideradas más nobles y éticamente exigentes, crea grandes interrogantes en torno a un modelo de educación que ha privilegiado la formación académica en las materias científicas, buscando alcanzar las metas que a la educación le pone la Ocde, haciendo a un lado los procesos de formación ética y ciudadana de sus alumnos. Como resultado de este enfoque sesgado, una élite corrompida y corruptora ha pervertido el más virtuoso sistema de formación de ciudadanos: la educación.
¡Qué vergüenza!