El distanciamiento prolongado al que nos vemos obligados como medida para prevenir la propagación del virus ha conllevado a adaptarnos a nuevas rutinas personales e interacciones familiares y sociales, que para muchos resulta no ser tan fácil por las variadas implicaciones, entre ellas las emocionales.

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La senda de desarrollo que trae el país, con todas sus desigualdades y vicisitudes, nos ha hecho sentir que mejoramos cada vez más en capacidades objetivas fundamentales como la salud, la seguridad, la educación, el conocimiento, la libertad de expresión y la libertad política, que representan las bases para que como ciudadanos podamos alcanzar una mejor calidad de vida y bienestar social. A su vez, dichas capacidades se revierten en la posibilidad de gozar de las más variadas experiencias existenciales que le dan sentido a la vida y nos hacen sentir más felices como lo son el disfrute de la cultura y la naturaleza, los vínculos emocionales y la oportunidad de reflexionar y construir nuestra propia concepción de lo que es una buena vida.

Así entonces, la restricción a la posibilidad de poder elegir con plena libertad a causa del distanciamiento social al que nos vemos enfrentados constituye el principal fundamento por el que podemos sentirnos menos satisfechos, angustiados o ansiosos.

Debemos interpretar la actualidad como un momento circunstancial, un capítulo más del libro de la vida personal y colectiva, en el que con inteligencia y perspectiva debemos reflexionar positivamente para recargar nuestra vida de significado y propósito.

En ese sentido, buscar significado en la vida no es más que detenerse a identificar en el pasado las bases para edificar un plan para el futuro dotado de propósito, en el que se pueda alcanzar bienestar para sí mismo y para los demás, lo cual no necesariamente representa una promesa de felicidad, sino una expresión, una actitud, que define a la persona y forja una reputación propia. En otras palabras, cargar de significado la vida es comprometerse a transitar un camino hacia metas ambiciosas con parajes de alegrías e insatisfacciones, preocupaciones y desafíos.

En el reconocido ensayo Elogio de la Dificultad, Estanislao Zuleta nos retó a reconocer que nuestra desgracia no está tanto en la frustración de nuestros deseos, como en la forma misma de desear. Deseamos mal, nos indica, en vez de desear una sociedad en que sea realizable y necesario trabajar arduamente para hacer efectivas nuestras posibilidades, deseamos un mundo de satisfacción.

El desarrollo y progreso que hemos construido como sociedad ha sido gracias a las personas que a lo largo de la historia han dotado su vida de significado. De igual forma, para construir el futuro pos pandemia se requiere y requerirá gente significativa. Siempre será posible emplear nuestra razón con plena libertad, constituye una decisión individual y una actitud frente a la vida.

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Esta reflexión es una invitación para afrontar con esperanza y grandeza las circunstancias en las que, como personas, empresas y sociedad, estaremos inmersos en el corto plazo. Es por esto, que en este nuevo contexto desde Socya brindamos acompañamiento psicosocial que permita apoyar el proceso de mitigación y rehabilitación de la población mayormente vulnerable en referencia a la pandemia, que se encuentran afectadas significativamente a nivel personal, social y económico, lo que hace indiscutible la necesidad de un apoyo de expertos en el proceso de restablecimiento de condiciones y calidad de vida; desde el marco de la intervención en crisis, coordinación interinstitucional y la organización comunitaria, inspirados en el propósito superior de transformar vidas, empezando por la propia y por la de nuestros grupos de interés.

*Director de Proyectos Fundación Socya

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