La reforma política radicada por el Gobierno el pasado 8 de agosto, es bastante lánguida, tímida y pobre.
Hace 32 años que en nuestro país no se hace una reforma al código electoral ¡32 años! Eso significa que ha pasado más de una generación y las costumbres políticas de aquella época siguen vigentes. Además, en ese tiempo, los partidos políticos han perdido prestigio, ya no son fuerzas ideológicas o instrumentos de expresión de los anhelos populares, han dejado de lado el interés general y el de la colectividad, por el personal. Los partidos olvidaron que su labor es defender libertades y derechos fundamentales.
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Por causa de esto, la compra de votos y el clientelismo han hecho que nuestro Estado sea débil y fácilmente capturado por grupos de poder, al igual que la sociedad civil que difícilmente se organiza o actúa colectivamente para presionar por grandes transformaciones, lo que ha generado altas desigualdades, pocas oportunidades y bajo crecimiento económico, y que por si fuera poco, ese clientelismo, nos cuesta a todos los colombianos entre el 4% y 5% del PIB anual.
También es pertinente señalar que una de las grandes causas de la guerra en Colombia, ha sido limitar la participación política de los más débiles, a los sectores con mayores necesidades, los que finalmente, son los que más requieren apoyo político para generar desarrollo desde abajo. Por esta razón, a lo largo de los años surgieron grupos que, al no sentirse representados, buscaron otros medios –ilegítimos- para ser escuchados. Por ello, se formaron organizaciones ilegales para repelerlos, causando desde 1985 más de 8 millones de víctimas y la desaparición de organizaciones políticas, como la Unión Patriótica y el Nuevo Liberalismo.
Quiero manifestar que, la reforma política radicada por el Gobierno el pasado 8 de agosto, es bastante lánguida, tímida y pobre. No satisface las verdaderas necesidades que demanda nuestra nación en el ámbito electoral. Necesitamos una reforma de fondo, donde aprovechemos los avances en tecnología, información y comunicaciones que se usan en diferentes partes del mundo como la biometría universal, herramientas que sin duda ayudarán a terminar de una vez por todas con los cacicazgos y las maquinarias políticas. Por tal motivo y para concluir, debo resaltar la labor de la Fiscalía General de la Nación, institución que en los últimos meses ha logrado importantes éxitos en la lucha contra los delincuentes políticos que le han hecho más daño al país que las organizaciones guerrilleras, paramilitares y de narcotraficantes.